Dar la mano es una señal de cortesía o de saludo, en general cuando alguien se encuentra o se despide y cuando se sella un acuerdo.
Es
una forma de sentir empatía con la otra persona, de considerarla digna y
humanamente común, y también de lenguaje no verbal.
El
término dar es sinónimo de entrega, y el sentido de dar la mano es también un
ritual de darse común, entre los que entrelazan sus manos, como forma de
compartir y sentirse identificados.
La mano como
extensión y expresión del ser.
De lo que somos,
de todo lo nuestro, de nuestro cuerpo, nuestro espíritu y lo que pensamos,
ideamos y creamos.
Dar
se puede dar bienes o dinero, pero otra cosa es dar la actividad personal,
poner el cuerpo para el otro, es darse uno mismo.
Esta
entrega es un acto de amor, de carácter sublime, que supera el mero dar bienes
o dinero.
La entrega convierte en dar la mano como signo de cortesía, en dar, como don, un signo de bondad y amor que nace en el corazón.
Se
convierte en dar una mano, siendo más un compartir, donde nos ponemos en el
lugar del otro y desde allí damos.
Nuestra
mano acompaña a su mano y ese estrechar las manos, significa ponerse juntos,
una decisión personal por la cual nos acercamos y vivimos sus vivencias.
En
la mano se une la inteligencia y el amor.
La
mano crea, la mano acaricia.
El
saludo con la mano significa dar salud al otro.
Es
una transferencia emocional, con un sentido positivo y saludable.
Porque
la mano puede asumir la actitud de bendecir, de crear, de construir, de
sembrar, o la de maldecir y destruir.
Pero una mano en actitud positiva que muestre su destreza crea el arte, la escritura, la pintura y el trabajo. Cuantas cosas hacemos con las manos.
Damos
la mano, pedimos la mano, juntamos las manos, es más hablamos con las manos.
Se
la damos a quien queremos o apreciamos, se la pedimos a quien amamos, las
juntamos para orar a la Divinidad, y hablamos junto con los gestos corporales,
expresados en última instancia en esas manos que se levantan hasta el cielo en
pos de la eternidad.
Las manos expresan a nuestro cerebro. Esa expresión demuestra quienes somos.
La
expresión que nos muestra, con nuestros gestos, nuestra mirada, nuestra voz y
nuestras manos.
Pero
las manos poseen movimientos, y la expresión es más vívida.
Acariciamos
o golpeamos.
La
ponemos en el hombro de quien acude a nosotros, la estrechamos con la suya como
un compromiso de solidaridad y amor, o hacemos un gesto de desapego o de
despecho, no dándole importancia.
Son
nuestras manos cálidas, agradables, muestran compasión o sólo son indiferentes.
¿Qué
hago con mis manos?
Son el vehículo de la acción, por eso expresan nuestro cerebro y nuestro corazón, porque vehiculizan lo que pensamos y sentimos.
Quien
puede resistirse, a una palmada cordial, a un abrazo fraterno y acogedor.
Quien
puede permanecer incólume ante una mano cariñosa que se tiende en pos de dar
ayuda, comprensión, atender a sus necesidades y probar que es el hermano que
necesitas y que está a tu disposición.
Dar
la mano, desde el corazón, es la manifestación más preciada de la hermandad
entre los hombres.
Es
creer en el hombre, en el otro, en la bondad, en la vida común, en la
solidaridad y en el camino único que todos debemos recorrer en conjunto para
hacer un mundo de paz y amor.
Elias D. Galati
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