"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 2 de febrero de 2021

Otro exabrupto diplomático

Carlos Mira   

El gobierno de Cristina Fernández sigue haciendo méritos para congraciarse con las más férreas dictaduras de la Tierra y no dejar dudas acerca de con quién se encolumnar el país.

 Días atrás, el buque de la Guardia Costera Norteamericana -el USCG Cutter Stone- solicitó autorización a los gobiernos de Brasil, Uruguay y Argentina para poder atracar en sus puertos mientras desarrollaba su tarea de cooperar con el cuidado marítimo regional y de ese modo combatir la pesca ilegal en aguas del Atlántico Sur.

Como todo el mundo sabe esa porción de océano, incluido principalmente el Mar Argentino, se halla sometida a una intensa actividad pirata ilegal de buques mercantes chinos que depredan los frutos de ese mar impunemente, llevándose esas riquezas y depredando el futuro de ese recurso.

Brasil ha tenido algunos éxitos esporádicos de alerta debido a que posee una Armada funcional y operativa con cierto alcance tecnológico, pero la Argentina es solo un testigo mudo de cómo China se lleva sus riquezas sin poder hacer nada.

Brasil y Uruguay rápidamente enviaron las autorizaciones de ingreso del Cutter Stone a sus puertos, pero con la Argentina enseguida comenzaron los inconvenientes.

Detrás de una explicación evasiva se intentó sugerir el puerto de Mar del Plata para que la nave pudiera atracar.

El punto es que todo el mundo sospecha que la respuesta fue solo dilatoria y a sabiendas de que dicho puerto no cuenta con la profundidad de dragado suficiente para que amarre un buque de la envergadura del de la US Coast Guard.

Todo indica que ese ofrecimiento fue hecho a propósito para poner a los norteamericanos en el lugar de ser ellos los que desecharan la escala.

Lejos de hacer esto, Washington solicitó autorización para amarrar en el puerto de Buenos Aires.

La autorización le fue denegada.

La decisión causó una profunda sorpresa en las autoridades consulares norteamericanas y en el Departamento de Estado y la consideraron una “profunda ofensa”, según confirmaron fuentes de Washington.

Es más, algunas de esas fuentes entendieron que el gobierno argentino estaba prefiriendo aliados “alternativos” antes que una cooperación entre la Armada local y la Guardia Costera norteamericana.

Por “aliados alternativos” algunos interpretan las coaliciones internas locales del kirchnerismo que deben rendir pleitesía a sus bases de izquierda antinorteamericana. Pero otros entienden que se refieren a priorizar la relación con China y no lastimar ese vínculo por la vía de una flota que expulse a los depredadores del mar.

Esta interpretación es muy llamativa y grave.

Primero porque resulta muy consistente con otras políticas conocidas del gobierno kirchnerista (del actual y del que terminó su mandato en 2015) y segundo porque confirmaría que el gobierno de la Sra. Fernández podría tener intereses personales involucrados en la facilitación de la Argentina como cabecera de playa China en América Latina.

Ya conocemos la entrega de la soberanía nacional que la Sra. Fernández hizo de lo que hasta ese momento era una porción del territorio de la provincia de Neuquén y ahora pertenece al Ejército Rojo de la República Popular China.

Todo el mundo sabe que la Argentina no recibió prácticamente contraprestación alguna por ese regalo salvo alguna visita “científica” a la base previamente autorizada desde Beijing.

Se ignora si la Sra. Fernández recibió alguna contraprestación personal.

Del mismo modo ahora, la intempestiva negativa a que el Cutter Stone amarre en un puerto argentino, se torna incomprensible cuando el objetivo de la misión era ayudar a la Armada nacional a ahuyentar a los piratas chinos del Mar Argentino, toda vez que, “para la tribuna”, el tema es recurrentemente expuesto como un “problema” que la pobreza argentina no puede enfrentar:

Si no podés resolver la depredación del mar porque sos pobre y cuando te vienen a ayudar preferís ponerte del lado de los que depredan, algo huele mal.

En la administración Biden están completamente estupefactos.

Antes de asumir, Biden habló telefónicamente con Alberto Fernández  y, luego de la charla, el canciller argentino salió a inventar un párrafo completo de la conversación que según el propio presidente no existió.

Luego, cuando el demócrata asumió, inauguraron las relaciones con la Argentina con un esquizofrénico “saludo” de Felipe Solá en donde, con tono cócoro, el canciller le advertía al nuevo presidente podo menos que no iba a tolerar una actitud divisionista como, a su juicio, había desarrollado el gobierno de Trump.

A ese improperio diplomático le siguió la pretensión de que el nuevo presidente ejerza la influencia del voto de los EEUU en el Board del Fondo Monetario Internacional, para resolver la refinanciación de la deuda argentina con el organismo.

Y ahora se le suma la ofensa de negar amarre a un buque estadounidense.

Resulta increíble esta sucesión de hechos.

O, más bien, increíble si uno no analiza el contexto.

Porque si lo hace se irá dando cuenta cómo las fichas caen y se acomodan como si fueran un rompecabezas resuelto.

No hay dudas de que detrás de todo están las órdenes de la dueña del gobierno.

Y la dueña del gobierno tiene dos causales para dar órdenes: Su resentimiento y su conveniencia material y estrictamente personal.

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