"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 1 de marzo de 2021

Canalladas...

Carlos Mira   

Alberto Fernández dio en el Congreso el discurso de un canalla.

Sólo un canalla puede mentirle en la cara al pueblo como lo hizo el presidente.

Solo un canalla puede decir que persigue la unidad cuando lo único que hace es alentar un discurso de odio, divisor y de persecución a todos los que no conformen la banda presidida por su jefa.

Solo un canalla puede advertir que iniciará un embate contra un poder de la República diferente e independiente del suyo, como es la Justicia.

Solo un canalla puede anticipar que abrirá una investigación criminal por una deuda que se tomó para pagar los desaguisados que dejó el gobierno de quien hoy le da las órdenes como si fuera su lacayo.

Solo un canalla puede intentar justificar el escándalo de las vacunas contra el Covid 19 que fueron expropiadas para uso de la nomenklatura gobernante.

Solo un canalla puede pintar como exitosa una gestión que dejó al país en los primeros puestos mundiales en muertos por cada 100000 habitantes, con una de las economías que más cayó en el mundo, con cientos de miles de empresas quebradas, con decenas que tomaron la decisión de irse del país, como miles y miles de empleos perdidos.

Solo un canalla puede elevarse a un altar de impunidad cuando ha destacado como ejemplar la gestión de un gobernador que ha montado verdaderos campos de concentración en Formosa o que ha elogiado con los mismos calificativos a dirigentes gremiales que les impiden trabajar a las empresas argentinas.

Solo un canalla puede perseguir la impunidad de sus jefes pretendiendo manipular los tribunales que van a juzgarlos.

Solo un canalla puede ser tan obtuso frente a la Constitución.

Solo un canalla puede tergiversar la realidad como si los que escucháramos fuéramos idiotas que no sabemos lo que persiguen -que no es otra cosa que la riqueza que producen otros, la impunidad para los que robaron y la venganza contra los que no piensan como ellos-.

Alberto Fernández se ha superado a sí mismo en el terreno de la desvergüenza.

Ha sumido al país en una pobreza alarmante, lo está convirtiendo en una gigantesca villa miseria y no sólo no pide perdón sino que alardea de una gestión pavorosa que está destruyendo literalmente a la Argentina.

Lo único que se le ocurre, frente a cada variedad de problemas, es crear una comisión con el nombre del problema, generando más gasto a cargo de los ya fundidos bolsillos de los argentinos y más burocracia ineficiente y acomodaticia que se disfraza de militante para robar más dinero público.

El presidente miente descaradamente y se presenta como el gerente de una banda que lo contrató para que le maneje sus problemas con la Justicia.

Hace gala de su sectarismo, hablando del peronismo como si semejante cachivache fuera el dueño del país.

En el capítulo de la deuda el presidente elevó su canallada a la enésima potencia.

El gobierno de Macri (que nadie niega fracasó económicamente) tuvo que encargarse de los muertos que le dejó la pésima gestión de su procesada antecesora que hasta se dio el lujo de hacer experimentos en el ministerio de economía (tal como Mengele experimentaba con humanos) poniendo a un burro al frente que gestionó los peores acuerdos que la memoria económica del país recuerde, incluidos los de YPF y el Club de París, cuyos efectos tuvo que pagar el gobierno de Cambiemos.

Tres cuartas partes del préstamo del FMI fue utilizado para pagar deudas que Macri heredó de la comandante de EL Calafate y el cuarto restante se utilizó para financiar un déficit que el gobierno había achicado de las guasadas kirchneristas, pero que aún no estaba equilibrado.

El presidente debería tener prohibido el uso de las palabras “coronavirus”, “pandemia”, “vacunas” y todo lo relacionado con una gestión horrible en materia de lo que el mundo ha vivido en 2020.

La Argentina está entre los países con peores índices en todo lo que se refiere a la gestión de la salud.

Y, para rematar una actuación deplorable, el gobierno generó una casta de privilegiados  (todos perteneciente a su propio ejército) cuando llegó el momento de la vacunación.

No conforme con eso, frente a la indignación de la gente, el presidente salió, ofuscado, a redoblar la apuesta y a casi sugerir que los argentinos le debían pedir disculpas por organizar un festival en donde los suyos se colaron en la fila.

Cuesta encontrar un caradura mayor.

El kirchnerismo ha venido a cagarse en la Argentina.

Como Cristina Fernández se cagó en todo y apareció en todo momento sin barbijo, como desafiando las leyes aplicables al resto de los esclavos, ese movimiento delincuencial disfrazado de partido político le ha dado un golpe de gracia a lo que podían ser las últimas esperanzas del país.

Es muy difícil que la Argentina deje atrás tanta desvergüenza y tanta inversión de los valores que hacen grande a los países.

El kirchnerismo vino a envilecer los cimientos más profundos del bien y a instalar en su lugar los designios del mal.

El presidente es sólo una careta desfigurada, un compadrito mal habido y un gestor indigno.

No hace otra cosa que empujar al país a un pasado vergonzoso.

Su discurso de hoy no es más que una pieza más de una retórica que solo sirve para confirmar la sospecha de que la Argentina no tiene remedio.

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