Por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 793)
“Es hora de aullar porque, si nos dejamos llevar por los poderes que nos gobiernan y no hacemos nada por contrarrestarlos, se puede decir que nos merecemos lo que tenemos”. José Saramago
Hace un par de semanas, le propuse un ejercicio de imaginación al que califiqué como posible, aunque altamente improbable: qué pasaría en la cúpula del kirchnerismo si el Presidente Clown renunciaba o quedaba inhabilitado para gobernar.
Desde
el jueves, creo que la probabilidad de que eso ocurra creció exponencialmente.
Máximo
Kirchner, príncipe heredero de la soñada dinastía y Presidente de la bancada
oficialista en Diputados, disparó con munición gruesa contra el Gobierno
(teóricamente, el suyo), preguntándole cómo reaccionaría ante el FMI si un
simple laboratorio extranjero, productor de vacunas, le doblaba el brazo y le
imponía un cambio en la legislación.
Alberto
Fernández, casi llorando, le respondió
desde Tucumán ayer, diciendo que jamás cedería y que, antes de hacerlo, se iría
a su casa.
Si
no estuvieran jugando con los 100.000 muertos que alcanzaremos la semana
próxima, tal vez todos deberíamos reírnos.
Una vieja frase debiera explicar historia reciente de la Argentina: “la experiencia es lo que hace que un hombre que ha tropezado dos veces con la misma piedra, lo confiese la tercera vez”.
Después
de haber visto qué hizo el kirchnerismo con la República -y también lo que
intentó y no logró- durante sus primeros doce años en el poder nacional, un sector importante de la ciudadanía
(48%), enojado con Mauricio Macri, creyó en el nuevo truco electoral de
Cristina Fernández y pensó que Alberto Fernández los haría volver mejores.
A
dieciocho meses de la asunción, está clarísimo que el único perfeccionamiento
que este engendro llamado Frente para Todos adquirió en el llano fue cómo
demoler más rápidamente la Constitución, la democracia, la economía, la
libertad y hasta la propia sociedad.
Recordemos la cárcel en que nos encontramos los cuarenta y cinco millones de argentinos;
el discurso de odio que baja desde el Gobierno mientras imputa a la oposición por sus continuos fracasos y la califica de nazi; las arbitrariedades contra las garantías individuales y la propiedad privada;
la
renovada guerra gaucha que ayer mismo tuvo su máxima expresión de rechazo en
San Nicolás;
la
monumental inflación y el incendio del Banco Central;
la
hipocresía en la defensa tuerta de los derechos humanos;
el aislamiento
internacional, la sociedad con los regímenes asesinos de Venezuela, Nicaragua,
Cuba, Rusia, China e Irán, y la repugnante cesión de soberanía;
los
obscenos privilegios de su clase política; la destrucción terminal de la
educación;
la
apropiación de tantas cajas del Estado; el desempleo, la proliferación del
narcotráfico y la violencia;
la
forzada emigración de nuestros jóvenes; la pretensión de domesticar a la
Justicia; los permanentes misiles contra la casi extinguida clase media.
Contra la opinión de muchos, aplaudo sin restricciones la celebración de internas dentro de Juntos por el Cambio, ya que ratifican la unidad y permitirán a quienes resulten candidatos contar con una legitimidad de origen de la que carecen quienes son designados a dedo por los grandes popes; en particular, celebro la participación de Ricardo López Murphy en la competencia por la Ciudad Autónoma, que me parece un logro republicano notable.
Por
el contrario, lamentaré enormemente –si, finalmente, se confirma- que esa
competencia fuera con María Eugenia Vidal; mis amigos expertos en la
geopolítica provincial me aseguran que allí aportaría seis puntos adicionales a
la coalición opositora.
Su
resistencia impone imaginar a un general negándose a comandar al ejército en
una acción decisiva; ¿cuál sería, entonces, el futuro de su carrera militar?
Mientras tanto, hay algunos movimientos que agravan la preocupación general acerca de la posibilidad de un fraude masivo en las próximas elecciones; estarán a cargo de los jueces María Romilda Servini de Cubría y Alejo Ramos Padilla -muy justificadamente sospechados de servir al kirchnerismo- en los dos principales distritos electorales, y de Raúl Bejas (ex apoderado del PJ tucumano) que integra la Cámara Nacional Electoral.
La declaración
de quiebra del Correo Argentino, si bien apelada y con razón, puede dejar la
manipulación de los telegramas del acto comicial en manos de los fieles
soldados de Cristina Fernández, y circulan versiones acerca de la adquisición por el Poder Ejecutivo de un sistema
informático perverso.
Por
ello, es indispensable que todos nos preparemos para enfrentar ese permanente y
dañino problema.
Los
ciudadanos de a pie, fiscalizando responsablemente en todas las mesas del país,
con nuestros celulares alerta, para
evitar votos falsos y alteraciones en planillas y telegramas, y recurriendo a
las fuerzas de seguridad cada vez que los patoteros de siempre pretendan
imponer sus malsanos criterios y sus trampas habituales.
Y
las autoridades partidarias, requiriendo la presencia de veedores
internacionales independientes, incluyendo expertos informáticos, para
verificar y garantizar la pureza y legalidad de los resultados.
Porque
sin 2021 no habrá 2023 y, en medio de la pandemia y del terror inducido, hay
otro peligro aún mayor: la abstención.
Si
no vamos a votar, si nos quedamos en casa por miedo al contagio mientras ellos
llevan y pagan a los más pobres para hacerlo, cuando se dispersen el día y la
batalla deforme, la victoria será de los otros y habrán ganado los bárbaros
(¡gracias, don Jorge Luis Borges, por conjeturar!), a quienes habremos
entregado nuestro país para que lo demuelan definitivamente.
Una vez más, el destino está en nuestras manos y debemos sacrificarnos para obtener la clara victoria de la República y de la democracia.
Este
año, lo único que importa, lo que determinará si ganamos o perdimos el futuro,
se medirá de un único modo: si el Gobierno obtiene -o no- los diputados
adicionales que necesita para contar con quórum propio o los senadores que le
permitan alcanzar los dos tercios en el H° Aguantadero.
Bs.As.,
10 Jul 21
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