Una dictadura de partido único termina siendo más respetada internacionalmente que una democracia con estado de derecho, lo que cuestiona la honesta defensa de los derechos humanos de muchos de los críticos que denunciaron la situación Guantánamo.
Gabriel Salvia 29 de enero de 2009
Ha sido muy acertada la decisión del flamante presidente norteamericano Barack Obama, de resolver el cierre de la prisión ubicada en la base naval de Guantánamo y suspender allí los juicios que estaban en proceso. Esto se debe a la falta de garantías al debido proceso y a la vulneración del principio de la presunción de inocencia de los allí detenidos por ser sospechados de terroristas, por lo cual las condenas a dicha situación fueron generalizadas.
Pero también está claro que muchos críticos de la situación en la prisión de la base de Guantánamo lo eran más por anti-norteamericanos que por defensores de los Derechos Humanos. Es que dentro del territorio de Cuba se violan sistemáticamente los Derechos Humanos y se condenan a largas penas de prisión a personas inocentes acusadas de delitos que en cualquier país civilizado son derechos muy básicos.
Sin embargo, la comunidad internacional todavía no reacciona frente a estas violaciones a los Derechos Humanos de la dictadura cubana como lo hizo frente a los atropellos que cometió la administración de George W. Bush y que mereció el rechazo de prestigiosas organizaciones internacionales radicadas en su propio país.
Así, una dictadura de partido único termina siendo más respetada internacionalmente que una democracia con estado de derecho, lo cual pone en duda la honesta defensa de los derechos humanos por parte de muchos de los críticos que denunciaron la situación en la base de Guantánamo.
Por ejemplo, ¿cuántos conocen la existencia de la prisión castrista de Guantánamo? Allí estuvo el periodista independiente Jorge Olivera Castillo, condenado tras juicio sumario en la ola represiva de marzo del 2003 y uno de los pocos liberados con licencia extra penal. Olivera Castillo, cuyo padre fue comunista y estuvo diez años preso a partir de 1968 por ser considerado "pro-soviético" por la revolución, relató detalladamente en una entrevista con el diario español "El Mundo" las condiciones en la ignorada prisión de Guantánamo.
Allí Olivera señalaba: "el hacinamiento de presos que hay en la cárcel de Guantánamo fue la primera amargura que experimenté. Vivíamos 18 presos en una celda y la mayor parte de ellos eran personas condenadas por asesinatos y otros delitos muy graves. Había un solo servicio sanitario, un hueco en el piso, aledaño al dormitorio. La plaga de mosquitos era tan grande que te obligaba a refugiarte en la cama, debajo de la mosquitera, desde el atardecer hasta que llegaba el desayuno a la seis de la mañana. Una especie de cereal y un pedazo pequeño de pan. El agua de beber era fangosa. Dos veces sufrí amebiasis, lo cual agravó mi enfermedad de colón irritable que ya tenía antes de ingresar en prisión. La comida consistía en arroz o harina de maíz, frijoles colorados que espesaban con harina de pan y algo que eufemísticamente llamaban pasta alimenticia. Era un engrudo de harina mezclada con algo desconocido que a veces estaba putrefacta, tenía un olor terrible. Dos viernes al mes daban como plato fuerte un pedazo de pollo hervido".
La prisión castrista de Guantánamo está a más de 900 kilómetros de La Habana, lugar de residencia de Olivera Castillo. Eso se convirtió en un castigo adicional para su familia, dado el escaso transporte interprovincial que hay en el país y el gasto económico que supone.
Olivera también recordaba en la mencionada entrevista que "después de los ocho meses en solitario, estuve dos meses con presos comunes. Era convivir hacinado con gente que padece graves problemas síquicos y personas potencialmente peligrosas. Era una realidad muy hostil. Había hasta tráfico de drogas, sobre todo de pastillas. Me parecía que estaba viviendo una película de horror".
Esa película de terror la siguen viviendo más de doscientos presos políticos en Cuba, por los cuales la comunidad democrática internacional no reclama con el mismo énfasis que lo vino haciendo sobre la prisión en la Base Naval Norteamericana de Guantánamo.
Es verdad que Estados Unidos durante Bush perdió autoridad moral para denunciar las violaciones a los Derechos Humanos en otros lugares del mundo. Pero no menos cierto es que la mayor parte de la comunidad internacional, incluyendo a muchas democracias, al no denunciar las violaciones a los Derechos Humanos que comete la dictadura cubana, también carece de la misma autoridad moral.
Fuente: Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL)
Gabriel Salvia 29 de enero de 2009
Ha sido muy acertada la decisión del flamante presidente norteamericano Barack Obama, de resolver el cierre de la prisión ubicada en la base naval de Guantánamo y suspender allí los juicios que estaban en proceso. Esto se debe a la falta de garantías al debido proceso y a la vulneración del principio de la presunción de inocencia de los allí detenidos por ser sospechados de terroristas, por lo cual las condenas a dicha situación fueron generalizadas.
Pero también está claro que muchos críticos de la situación en la prisión de la base de Guantánamo lo eran más por anti-norteamericanos que por defensores de los Derechos Humanos. Es que dentro del territorio de Cuba se violan sistemáticamente los Derechos Humanos y se condenan a largas penas de prisión a personas inocentes acusadas de delitos que en cualquier país civilizado son derechos muy básicos.
Sin embargo, la comunidad internacional todavía no reacciona frente a estas violaciones a los Derechos Humanos de la dictadura cubana como lo hizo frente a los atropellos que cometió la administración de George W. Bush y que mereció el rechazo de prestigiosas organizaciones internacionales radicadas en su propio país.
Así, una dictadura de partido único termina siendo más respetada internacionalmente que una democracia con estado de derecho, lo cual pone en duda la honesta defensa de los derechos humanos por parte de muchos de los críticos que denunciaron la situación en la base de Guantánamo.
Por ejemplo, ¿cuántos conocen la existencia de la prisión castrista de Guantánamo? Allí estuvo el periodista independiente Jorge Olivera Castillo, condenado tras juicio sumario en la ola represiva de marzo del 2003 y uno de los pocos liberados con licencia extra penal. Olivera Castillo, cuyo padre fue comunista y estuvo diez años preso a partir de 1968 por ser considerado "pro-soviético" por la revolución, relató detalladamente en una entrevista con el diario español "El Mundo" las condiciones en la ignorada prisión de Guantánamo.
Allí Olivera señalaba: "el hacinamiento de presos que hay en la cárcel de Guantánamo fue la primera amargura que experimenté. Vivíamos 18 presos en una celda y la mayor parte de ellos eran personas condenadas por asesinatos y otros delitos muy graves. Había un solo servicio sanitario, un hueco en el piso, aledaño al dormitorio. La plaga de mosquitos era tan grande que te obligaba a refugiarte en la cama, debajo de la mosquitera, desde el atardecer hasta que llegaba el desayuno a la seis de la mañana. Una especie de cereal y un pedazo pequeño de pan. El agua de beber era fangosa. Dos veces sufrí amebiasis, lo cual agravó mi enfermedad de colón irritable que ya tenía antes de ingresar en prisión. La comida consistía en arroz o harina de maíz, frijoles colorados que espesaban con harina de pan y algo que eufemísticamente llamaban pasta alimenticia. Era un engrudo de harina mezclada con algo desconocido que a veces estaba putrefacta, tenía un olor terrible. Dos viernes al mes daban como plato fuerte un pedazo de pollo hervido".
La prisión castrista de Guantánamo está a más de 900 kilómetros de La Habana, lugar de residencia de Olivera Castillo. Eso se convirtió en un castigo adicional para su familia, dado el escaso transporte interprovincial que hay en el país y el gasto económico que supone.
Olivera también recordaba en la mencionada entrevista que "después de los ocho meses en solitario, estuve dos meses con presos comunes. Era convivir hacinado con gente que padece graves problemas síquicos y personas potencialmente peligrosas. Era una realidad muy hostil. Había hasta tráfico de drogas, sobre todo de pastillas. Me parecía que estaba viviendo una película de horror".
Esa película de terror la siguen viviendo más de doscientos presos políticos en Cuba, por los cuales la comunidad democrática internacional no reclama con el mismo énfasis que lo vino haciendo sobre la prisión en la Base Naval Norteamericana de Guantánamo.
Es verdad que Estados Unidos durante Bush perdió autoridad moral para denunciar las violaciones a los Derechos Humanos en otros lugares del mundo. Pero no menos cierto es que la mayor parte de la comunidad internacional, incluyendo a muchas democracias, al no denunciar las violaciones a los Derechos Humanos que comete la dictadura cubana, también carece de la misma autoridad moral.
Fuente: Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL)
No hay comentarios:
Publicar un comentario