Al inicio de la semana / Roberto Cachanosky
Tras las elecciones del 28 de junio, Argentina enfrentará un escenario complicado en materia económica.
Para el INDEC, la actividad económica creció el 2,7% en marzo de este año respecto a marzo del año pasado y, en el primer trimestre del año estima un aumento del 2,3% versus el primer trimestre del año pasado.
Estos números chocan contra las caídas de importaciones del primer trimestre. En enero bajaron el 38%, en febrero otro 37%, en marzo el 31% y en abril el 43%. Salvo que el INDEC pueda demostrar que esas fuertísimas bajas en las importaciones fueron compensadas por mayores ventas de productos nacionales, dicho en otras palabras, que la caída de las importaciones se explica por un fuerte aumento de la producción local que sustituye consumo de bienes importados por bienes locales, uno no tiene más remedio que pensar que la inconsistencia de los datos de esa institución ha llegado a extremos insólitos.
Es más, tanto la caída de las importaciones como de las exportaciones, que por sí solas muestran la disminución en el nivel de actividad, son consistentes con la evolución de los ingresos impositivos del Sector Público Nacional.
Durante el primer cuatrimestre de este año, luego de haber coparticipado a las provincias por los impuestos coparticipables, la nación tuvo un incremento en sus ingresos de solo el 0,7% con la relación al primer cuatrimestre del año pasado. Si lo comparamos con una inflación no menor al 15% (para ser optimistas), la actividad económica estaría cayendo entre un 10 y un 14 por ciento como mínimo. Puesto en otros términos, estaríamos teniendo una recesión tan violenta como la que se produjo luego de la devaluación del 2002, año en que el PIB cayó el 15%.
Si miramos los números fiscales, luego del pago de los intereses de la deuda pública, el déficit fiscal de abril fue de $ 1.715 millones y el acumulado en el primer cuatrimestre del año alcanza los $ 763 millones.
El debate sobre el nivel del tipo de cambio tiene la misma intensidad que tenía en el 2001 cuando todos reclamaban una devaluación del peso como la gran solución a los problemas estructurales de la economía argentina.
El gobierno ha perdido sus dos bases de la precaria política económica llevada a cabo en todos estos años. Perdió el dólar caro (lo que ellos llaman tipo de cambio competitivo) y perdió el superávit fiscal que les permitía disciplinar a gobernadores e intendentes. Y las perdió a pesar de tener un precio de la soja que triplica el precio que tenía durante el gobierno de De la Rúa. No son justamente los precios internacionales de las commodities las que le complican la vida al Gobierno, sino los gruesos errores económicos y políticos cometidos en estos años.
En efecto, en el primer cuatrimestre de este año las exportaciones cayeron en $ 4.910 millones. Cuando uno mira, según los datos del INDEC, cuáles fueron los productos que más influyeron en esta caída, se encuentra con lo siguiente: 1) trigo duro U$S -920 millones, 2) maíz – U$S 530 millones, 3) aceite de soja – U$S 380 millones, 4) naftas – U$S -369 millones, 5) aceite de girasol – U$S 216 millones. Estos cincos productos explican por sí solos el 50% de la caída de las exportaciones.
Podríamos seguir con cueros y pieles bovinos, poroto de soja, etc. y veríamos que las mayores bajas están concentradas en aquellos sectores productivos que el gobierno se ha empeñado en destruir con sus políticas económicas. Por supuesto que semejante actitud tiene el costo de la caída de los ingresos tributarios y su impacto fiscal. Podríamos decir que el gobierno, al actuar irracionalmente en su política económica, pavimentó el camino para su suicidio político.
No recuerdo una elección de medio término que haya generado tanta incertidumbre económica como la que tenemos por delante. Y las razones son varias. Nadie tiene la más mínima idea de qué hará el gobierno para enfrentar un segundo semestre que luce mucho más complicado que el primero y, además, las elecciones son en junio pero los nuevos legisladores asumen en diciembre. Partiendo del nada despreciable supuesto que el gobierno perderá las elecciones en términos y que ya no tendrá la mayoría en, por lo menos, la Cámara de Diputados, el escenario se presenta con gran incertidumbre. Cristina gobernaría como si tuviera mayoría durante 9 meses dado que si bien los nuevos diputados juran en diciembre las Cámaras comienzan a sesionar en marzo del 2010.
La pregunta es: ¿se animará Néstor a desconocer el resultado electoral y actuar durante 9 meses como si nada hubiese pasado? Mi impresión es afirmativa. Finalmente, no es este un gobierno que se haya caracterizado por sus inclinaciones democráticas y republicanas. Las poco transparentes elecciones del 2007 producen la incertidumbre de si habrá ganado efectivamente las elecciones. Además de esa duda, tenemos a una presidente que cumple funciones protocolares y es Néstor el que estaría tomando las decisiones. Es decir, hoy Argentina tiene una sombra de dudas sobre si Cristina ganó realmente las elecciones y, encima, la presidencia efectiva la ejerce alguien que no fue elegido para ello. Si a esto le agregamos el adelantamiento de las elecciones y las candidaturas testimoniales, pensar que Néstor puede ignorar, durante 9 meses, su derrota, no es disparatado.
En ese contexto, ¿qué puede hacer frente a la crisis económica? Para responder a este interrogante hay dos datos a tener en cuenta. Tanto Néstor como Cristina tienen una imagen positiva que, en el mejor de los casos, llega al 25% nivel país, un porcentaje que se acerca al de crisis de gobernabilidad. La imagen negativa está, por lo menos, en el 50%. El matrimonio ha perdido toda credibilidad para poder revertir las expectativas económicas.
Si el matrimonio no puede revertir las expectativas, y considerando el carácter de Néstor, lo más probable es que, mientras pueda, profundice su modelo intervencionista y confiscatorio. Con debilidades fiscales y caída del consumo interno, no podrá revertir la caída en el nivel de actividad compensándola con más inversiones ni exportaciones.
A esta altura del partido, mi impresión es que la política de Néstor no responde a una ideología determinada, sino a su proyecto hegemónico. Tal vez me equivoque, pero viendo su comportamiento todo parece indicar que las regulaciones, estatizaciones, controles y subsidios tienen que ver con su control de poder. Así como la caja, hasta que duró, le permitía controlar a gobernadores e intendentes, las regulaciones y controles apuntan a subordinar a las empresas a sus directivas, mientras que los recursos que reciben los sindicalistas actúan como mecanismo de “adhesión” al proyecto kirchnerista. Puesto en otras palabras, para que pensar que Néstor cambie de política económica no habría que imaginar un cambio de su ideología sino de su proyecto de poder. Son dos cosas totalmente diferentes.
Por lo tanto, si su proyecto de poder es hegemónico, la única alternativa que le queda es ampliar los controles sobre la economía hasta donde pueda para sobrevivir los 9 meses antes de que llegue el nuevo Congreso y lo limite.
En ese período puede pasar de todo y esto es, justamente, lo que genera una enorme incertidumbre y al punto que ha paralizado la economía.
Kirchner es hoy víctima de su proyecto hegemónico que buscó en el control absoluto de la economía una de las herramientas para establecer una sensación de temor en el empresariado. Pero esa estrategia terminó por paralizar la economía y ahora le juega en contra porque en época de vacas flacas la paciencia de la gente se acaba y la admiración al kirchnerismo de intendentes y gobernadores se evapora.
Aislado políticamente y con una economía agonizando, solo queda por saber si luego del 28 de junio estará dispuesto a producirle más daños al país o se limitará a aceptar la realidad y empezar a buscar una transición ordenada ante el fracaso de su proyecto personal.
Si no acepta la realidad de haber perdido el poder hegemónico, podemos llegar a tener un segundo semestre memorablemente terrorífico. © www.economiaparatodos.com.ar
Tras las elecciones del 28 de junio, Argentina enfrentará un escenario complicado en materia económica.
Para el INDEC, la actividad económica creció el 2,7% en marzo de este año respecto a marzo del año pasado y, en el primer trimestre del año estima un aumento del 2,3% versus el primer trimestre del año pasado.
Estos números chocan contra las caídas de importaciones del primer trimestre. En enero bajaron el 38%, en febrero otro 37%, en marzo el 31% y en abril el 43%. Salvo que el INDEC pueda demostrar que esas fuertísimas bajas en las importaciones fueron compensadas por mayores ventas de productos nacionales, dicho en otras palabras, que la caída de las importaciones se explica por un fuerte aumento de la producción local que sustituye consumo de bienes importados por bienes locales, uno no tiene más remedio que pensar que la inconsistencia de los datos de esa institución ha llegado a extremos insólitos.
Es más, tanto la caída de las importaciones como de las exportaciones, que por sí solas muestran la disminución en el nivel de actividad, son consistentes con la evolución de los ingresos impositivos del Sector Público Nacional.
Durante el primer cuatrimestre de este año, luego de haber coparticipado a las provincias por los impuestos coparticipables, la nación tuvo un incremento en sus ingresos de solo el 0,7% con la relación al primer cuatrimestre del año pasado. Si lo comparamos con una inflación no menor al 15% (para ser optimistas), la actividad económica estaría cayendo entre un 10 y un 14 por ciento como mínimo. Puesto en otros términos, estaríamos teniendo una recesión tan violenta como la que se produjo luego de la devaluación del 2002, año en que el PIB cayó el 15%.
Si miramos los números fiscales, luego del pago de los intereses de la deuda pública, el déficit fiscal de abril fue de $ 1.715 millones y el acumulado en el primer cuatrimestre del año alcanza los $ 763 millones.
El debate sobre el nivel del tipo de cambio tiene la misma intensidad que tenía en el 2001 cuando todos reclamaban una devaluación del peso como la gran solución a los problemas estructurales de la economía argentina.
El gobierno ha perdido sus dos bases de la precaria política económica llevada a cabo en todos estos años. Perdió el dólar caro (lo que ellos llaman tipo de cambio competitivo) y perdió el superávit fiscal que les permitía disciplinar a gobernadores e intendentes. Y las perdió a pesar de tener un precio de la soja que triplica el precio que tenía durante el gobierno de De la Rúa. No son justamente los precios internacionales de las commodities las que le complican la vida al Gobierno, sino los gruesos errores económicos y políticos cometidos en estos años.
En efecto, en el primer cuatrimestre de este año las exportaciones cayeron en $ 4.910 millones. Cuando uno mira, según los datos del INDEC, cuáles fueron los productos que más influyeron en esta caída, se encuentra con lo siguiente: 1) trigo duro U$S -920 millones, 2) maíz – U$S 530 millones, 3) aceite de soja – U$S 380 millones, 4) naftas – U$S -369 millones, 5) aceite de girasol – U$S 216 millones. Estos cincos productos explican por sí solos el 50% de la caída de las exportaciones.
Podríamos seguir con cueros y pieles bovinos, poroto de soja, etc. y veríamos que las mayores bajas están concentradas en aquellos sectores productivos que el gobierno se ha empeñado en destruir con sus políticas económicas. Por supuesto que semejante actitud tiene el costo de la caída de los ingresos tributarios y su impacto fiscal. Podríamos decir que el gobierno, al actuar irracionalmente en su política económica, pavimentó el camino para su suicidio político.
No recuerdo una elección de medio término que haya generado tanta incertidumbre económica como la que tenemos por delante. Y las razones son varias. Nadie tiene la más mínima idea de qué hará el gobierno para enfrentar un segundo semestre que luce mucho más complicado que el primero y, además, las elecciones son en junio pero los nuevos legisladores asumen en diciembre. Partiendo del nada despreciable supuesto que el gobierno perderá las elecciones en términos y que ya no tendrá la mayoría en, por lo menos, la Cámara de Diputados, el escenario se presenta con gran incertidumbre. Cristina gobernaría como si tuviera mayoría durante 9 meses dado que si bien los nuevos diputados juran en diciembre las Cámaras comienzan a sesionar en marzo del 2010.
La pregunta es: ¿se animará Néstor a desconocer el resultado electoral y actuar durante 9 meses como si nada hubiese pasado? Mi impresión es afirmativa. Finalmente, no es este un gobierno que se haya caracterizado por sus inclinaciones democráticas y republicanas. Las poco transparentes elecciones del 2007 producen la incertidumbre de si habrá ganado efectivamente las elecciones. Además de esa duda, tenemos a una presidente que cumple funciones protocolares y es Néstor el que estaría tomando las decisiones. Es decir, hoy Argentina tiene una sombra de dudas sobre si Cristina ganó realmente las elecciones y, encima, la presidencia efectiva la ejerce alguien que no fue elegido para ello. Si a esto le agregamos el adelantamiento de las elecciones y las candidaturas testimoniales, pensar que Néstor puede ignorar, durante 9 meses, su derrota, no es disparatado.
En ese contexto, ¿qué puede hacer frente a la crisis económica? Para responder a este interrogante hay dos datos a tener en cuenta. Tanto Néstor como Cristina tienen una imagen positiva que, en el mejor de los casos, llega al 25% nivel país, un porcentaje que se acerca al de crisis de gobernabilidad. La imagen negativa está, por lo menos, en el 50%. El matrimonio ha perdido toda credibilidad para poder revertir las expectativas económicas.
Si el matrimonio no puede revertir las expectativas, y considerando el carácter de Néstor, lo más probable es que, mientras pueda, profundice su modelo intervencionista y confiscatorio. Con debilidades fiscales y caída del consumo interno, no podrá revertir la caída en el nivel de actividad compensándola con más inversiones ni exportaciones.
A esta altura del partido, mi impresión es que la política de Néstor no responde a una ideología determinada, sino a su proyecto hegemónico. Tal vez me equivoque, pero viendo su comportamiento todo parece indicar que las regulaciones, estatizaciones, controles y subsidios tienen que ver con su control de poder. Así como la caja, hasta que duró, le permitía controlar a gobernadores e intendentes, las regulaciones y controles apuntan a subordinar a las empresas a sus directivas, mientras que los recursos que reciben los sindicalistas actúan como mecanismo de “adhesión” al proyecto kirchnerista. Puesto en otras palabras, para que pensar que Néstor cambie de política económica no habría que imaginar un cambio de su ideología sino de su proyecto de poder. Son dos cosas totalmente diferentes.
Por lo tanto, si su proyecto de poder es hegemónico, la única alternativa que le queda es ampliar los controles sobre la economía hasta donde pueda para sobrevivir los 9 meses antes de que llegue el nuevo Congreso y lo limite.
En ese período puede pasar de todo y esto es, justamente, lo que genera una enorme incertidumbre y al punto que ha paralizado la economía.
Kirchner es hoy víctima de su proyecto hegemónico que buscó en el control absoluto de la economía una de las herramientas para establecer una sensación de temor en el empresariado. Pero esa estrategia terminó por paralizar la economía y ahora le juega en contra porque en época de vacas flacas la paciencia de la gente se acaba y la admiración al kirchnerismo de intendentes y gobernadores se evapora.
Aislado políticamente y con una economía agonizando, solo queda por saber si luego del 28 de junio estará dispuesto a producirle más daños al país o se limitará a aceptar la realidad y empezar a buscar una transición ordenada ante el fracaso de su proyecto personal.
Si no acepta la realidad de haber perdido el poder hegemónico, podemos llegar a tener un segundo semestre memorablemente terrorífico. © www.economiaparatodos.com.ar
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