Por Elías Galati
Ríe payaso tu risa vana
el alma llora sin esperanza,
ríe la máscara que engalana
la pobre figura en grotesca danza.
El payaso conocido como el clown es, en su primera acepción el artista del circo que hace de gracioso con traje, ademanes y gestos ridículos.Su origen es el bufón campesino de las comedias inglesas, y el gracioso del teatro español.
La segunda acepción denota a la persona bromista y graciosa o que se comporta con poca seriedad.
Se ha asociado al payaso a la tragedia remedando la opera Rigoletto, donde termina matando a su hija al querer vengarse del engañoso noble.
Hay una visión del payaso en la vida individual y otra en la vida social.
Son tres las vertientes por las cuales circula esta característica, la primera es la personal, encarnada en el niño que todos llevamos adentro y que muchas veces asoma en momentos adecuados, pero otras no, y la situación se hace grotesca.
La segunda es la irrealidad en la vida personal y grupal, donde muchas veces consideramos a la realidad desde nuestra óptica, en lugar de mirarla tal cual es o con un poco de objetividad.
Y la tercera es la concreción en nuestra conducta y nuestros comportamientos de nuestros sueños o ideas desubicadas.
El engaño del payaso puede ser para sí o para los demás, es más grave y más profundo cuando más se provoca y cuánto más seguidores se adjuntan a esa mentira.
Las fiestas, celebraciones familiares y encuentros son proclives para que hagamos salir nuestra vena histriónica, nos comportemos como niños y nuestras acciones sean payasescas.
Pero cuando exceden dicho marco, y en otros ámbitos de la vida nuestra conducta es de esa índole, nos convertimos en el payaso de turno, y poco a poco se nos tilda con ese mote, y se pierde parte del respeto individual que se nos tiene.
En el orden social, en las comunidades, en las empresas y sobre todo en la política hay una tendencia muy acendrada en considerar la realidad no en sí misma, sino desde el lugar en que nosotros la vemos.
Si esa tendencia es efectuada con el propósito de proyectar cambios, crear tendencias o poner en crisis algunos sistemas, para que sean cotejados con otros y de dicha evaluación salga una síntesis superadora, nuestra proyección será beneficiosa y contribuirá a mejorar la sociedad y el mundo.
Pero si la proyección se efectúa a despecho de la realidad que nos circunda, y en mayor medida cuando el que la proyecta tiene algo de poder, ya sea real o virtual sobre los demás, o cierta influencia de tipo social, religioso, económico o político, nos convertimos en autoritarios, generamos rencores y enconos y poco a poco desviamos la línea de atención en la realidad en sí, para impostarla en la relación de la irrealidad que sustentamos con la realidad.
No sólo desfasamos la verdad, sino que también impedimos que se pueda cotejar y discutir sanamente la realidad en si.
Poco a poco nos convertimos en el clown o payaso social.
Poco a poco nos alejamos de la gente, a la que le cuesta creer otra cosa que la realidad en sí.
Poco a poco nos convertimos en la reedición de aquel viejo axioma romano: Magíster dixit.
Veo el sol, pero si el maestro dice que es de noche, será de noche.
La sociedad en sí, tiene resortes que la protegen de la alienación.
Ver otra realidad, aunque sea con unos lentes distintos, y pretender que el mundo la vea, como real, distinta de la que es, es una forma payasesca de alienación.
Esa metamorfosis se lleva en la faz, nos pintamos la cara, reímos nuestra risa loca y en el fondo, como buenos bufones, divertimos a nuestros contemporáneos, que cautamente nos miran y esperan el juicio de la historia.
Ríe payaso tu risa vana
el alma llora sin esperanza,
ríe la máscara que engalana
la pobre figura en grotesca danza.
Elias D. Galati
wolfie@speedy.com.ar
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