"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

sábado, 19 de septiembre de 2009

Frío Mortal... Capítulo 6

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SEXTA PARTE DE UNA ESPECTACULAR HISTORIA DE ¿FICCIÓN?
CAPÍTULO 6

-Es que creo que se ocultaron algunas evidencias, y que quizás nos permitan esclarecer definitivamente el caso del fotógrafo asesinado.

-Creo que tu inquina con Campos va a terminar con nuestros empleos.-Vaticiné algo fastidiado.

-No te preocupes, no te involucraré.

-Ya lo hiciste, y no pienso dejarte sola en esta instancia.-Ratifiqué con firmeza.

Ante mi contestación se alejó sonriendo porque se acercaba su abuela. Mientras continué recorriendo el jardín, aunque personalmente no alcanzaba a comprender el sentido de abrir un caso cerrado, máxime cuando lo hacíamos sin la autorización de nuestro inmediato superior actual el doctor Campos, di mi consentimiento pero con la esperanza de que esa conversación prevista no aporte ningún dato significativo.

Como se acercaba la hora del inicio del festejo, apresuradamente entré a la casa para higienizarme y mudarme el atuendo. Poco tiempo después comenzó la llegada de los primeros invitados, y Alba con su habitual frescura me los presentaba, eran personas muy agradables y campechanas, de modo que realmente me sentí muy cómodo, a tal punto que estaba participando de una interesante charla cuando ella se acercó susurrando en mi oído que había llegado el fiscal Orellana y quería presentármelo.

Pidiendo disculpas a mis ocasionales interlocutores la seguí en silencio.

El hombre tenía cara de disgusto, pero contrariamente al aspecto era sencillo y extremadamente simpático.

-Es un gusto conocerlo doctor Orellana, –dije algo parco.

-El gusto es mío doctor Veroglia, aunque sinceramente los capitalinos no son de mi agrado, –dijo riendo estruendosamente y agregó; especialmente los fiscales.

La acotación referida a los fiscales me sorprendió, pero su espontánea simpatía impidió que me sintiera molesto y solo contesté sonriendo:

-Olvidó que somos colegas, doctor, pero por su mención intuyo que con alguno de nosotros tuvo una mala experiencia.

-Es una larga historia…

-Que me gustaría escuchar, –acoté.

-No tengo inconveniente doctor, pero como hoy estamos de festejo, ¿qué le parece si mañana compartimos un almuerzo?

-Será un placer, pero permítame que sea su anfitrión.

-No veo cómo ya que usted no conoce la zona.

-No es necesario, el almuerzo será aquí mismo doctor Orellana. –Intervino Alba quien hasta el momento se mantuvo en silencio.

La media mañana nos encontró con un tardío desayuno y nuestros rostros delataban el escaso descanso que tuvimos, sin embargo la abuela de Alba parecía no sentir el cansancio y continuamente comentaba la velada una y otra vez, hasta que su nieta la interrumpió diciendo:

-Abuela, espero que no te moleste lo que hice, pero invité a almorzar al doctor Orellana.

-¡Al Fiscal!

-Si.

-¿Y por qué lo invitaste? Preguntó intrigada pero sin amonestarla.

-Es que Alba está convencida que una antigua investigación del doctor Orellana podría tener vinculación con un caso que tuvimos hace poco. –Intervine sonriendo.

-Si ella lo dice es así, ya que es muy intuitiva.

Apenas dieron las trece campanadas del antiguo reloj cuando se anunciaba la presencia del doctor Orellana, y luego de los aperitivos comenzamos a degustar unos entremeses preparados por la cocinera, Alba quien fue la promotora del encuentro no pudo apagar su ansiedad y preguntó:

-Doctor durante la velada mencionó su desagrado por los capitalinos, mencionando también que era una larga historia, y estoy ansiosa por escucharla.

-Bueno… quizá exageré algo, o… fueron presunciones mías, pero el caso fue que mi incipiente investigación fue coartada por razones y promesas.

-¿Promesas? –Indagó sorprendida ella.

Pero la respuesta del fiscal la coarté diciendo:

-Quizá debamos conocer primero las razones, ¿verdad doctor?

-Muy atinada su observación Veroglia, ya que las razones eran atendibles en ese momento, pero si me lo permiten y como soy el mayor, además colega de ustedes propongo que abandonemos el protocolo y nos tratemos por nuestros nombres, el mío es Miguel.

Aceptamos gustosos luego de largas risas provocadas por la intervención de la abuela quien dijo: -Creí que era la mayor, pero les aseguro que no sabía que también soy fiscal. Una vez calmados Miguel continuó:

-Las razones fueron que la familia de la víctima estaba colaborando con el fiscal Campos en una investigación federal de suma importancia para la seguridad nacional, sin embargo para soslayar mi actuación en el caso, acusaría al esposo de la víctima de presunto encubrimiento y del cual saldría sobreseído por falta de pruebas. –Explicó Miguel Orellana.

-¿Y la promesa Miguel? –Insistió Alba.

-Pasaría a ser Fiscal Federal, y por supuesto integraría la investigación del doctor Campos lo que me llevaría a los primeros planos en mi carrera.

-Algo que jamás sucedió ¿verdad Miguel? –Intervine sombrío, ya que la actitud de Campos lindaba una conspiración.

-Es cierto… pero no crea que los que vivimos en el interior somos totalmente ingenuos, ya que si Campos esperaba un sobreseimiento no lo logró, porque con los indicios más las circunstancias obtuve una condena menor, que si bien permitió la excarcelación continúa vinculándolo a la causa.

-Disculpe la observación, pero… ¿cuál es la razón de tenerlo vinculado si no había pruebas?

-Porque creo que toda la familia conspiró para que la víctima fuese ejecutada, ya que no hallamos señales de intrusión, y como no suelo dejar expedientes inconclusos sé que en algún momento aparecerá una pista que me lleve a la condena de los culpables, y quizá vuestra curiosidad no es casual, ¿verdad?

-Indudablemente es usted muy intuitivo, porque ciertamente este caso nos interesa ya que está ligado con uno que tuvimos por el asesinato de un fotógrafo.

-¡Claro! Ahora recuerdo, fue el proceso que llevo a un tal fiscal Veroglia a las primeras planas de los matutinos, aunque después no se supo más nada de usted, ¿o… es que lo reservan para casos espectaculares? –Acotó burlón.

-¡Eso no es cierto! –Replicó Alba molesta, -sucede que Enrique por un accidente de Campos lo tuvo que reemplazar, pero cuando este regresó a sus funciones nos desplazó a la digna tarea de clasificar expedientes.

-Por lo que veo el hombre es muy agradecido, –Comentó cínicamente, -¿y qué piensan hacer?

-La administración de la justicia está plagada de políticas injustas, valga la paradoja, de modo que estoy pensando seriamente en dedicarme a la actividad privada. –Reflexione alicaído.

-¿Y usted Alba?

-¡No quiero que Campos quede impune! Por eso lo invité a Enrique al cumpleaños de mi abuela, ya que intuí que una conversación con usted lo movilizaría para continuar investigando.

-¿Sólo por eso lo invitaste? –Intervino la abuela pícaramente.

-¡Abuela! Qué estás insinuando. –Replicó acalorada ella ante mi silencio. Aunque en realidad en ese momento me encontraba en un mundo de conjeturas que me llevaban a un terreno que temía recorrer, porque enfrentar a un célebre fiscal apoyado políticamente era algo menos que un suicidio, pero interrumpió mis cavilaciones la pregunta de Miguel:

-¡Alba! Mencionó que no quería que Campos quede impune, ¿qué quiso decir?

-Vea no creo en las casualidades, y el fiscal Campos pretendía que no se imputara delito alguno a la familia de la occisa, ¿por qué? Por otra parte no existe ni existió causa federal que los vincule de modo que le mintió Miguel. ¿Por qué? Además Enrique demostró su habilidad como litigante ante los estrados, y cualquier fiscal daría lo que fuera para tenerlo como asistente sin embargo, lo desplazó al archivo. ¿Por qué? Y como verá son demasiadas preguntas sin respuestas, pero lo más importante es que su patrimonio no condice con sus ingresos, y no hay constancia de herencia alguna u otra operación legal que justifique sus bienes.

-¿Cómo sabes todo eso? –Interrumpí asombrado.

-Porque de algo me tenía que servir trabajar en el archivo, fotocopié su declaración jurada patrimonial cuando ingresó a los tribunales y el resto lo averigüé a través de Internet.

-Por supuesto que solo son indicios acompañados por conjeturas, –acotó el fiscal, pero suficientes para que juntos comencemos a profundizar esta pista.

-¡Disculpe Miguel! Pero solo veo conjeturas y nada concreto, –agregué sin convicción.

-Porque a ambos les falta un dato.

-¿Cuál? –Exclamamos al unísono.

-¡Drogas!

-¿Cómo? Pero si en el expediente jamás mencionaron droga alguna, –replicó sorprendida Alba.

-Porque todo surgió después del proceso al marido de la víctima, resulta que luego del engaño que sufrí por parte de ese fiscal tramposo, me dediqué en mis tiempos libres a vigilar los movimientos de los habitantes de esa casa y cierta vez lo hice después de cenar, estaba por retirarme cuando lo vi a él.

-¿A quién? –Indagué intrigado por el relato.

-A Julián el linyera, él suele dormir en un desván que se encuentra frente a la casa de Elena Carrión, y cuando le pregunté si había visto algo la noche del crimen, al principio se mostro evasivo pero luego mencionó que vio salir de la casa al Persa.

-¿Y quién es ese tal Persa? –Pregunté sorprendido por el relato.

-¡Era! Porque de acuerdo al expediente de los tribunales fue abatido hace tres años en un enfrentamiento armado con la policía local, pero además no era Persa sino Sirio.

-¡La pista Siria! Exclamó Alba.

-¿Cuál? Resoplé francamente fastidiado.

-El directorio de PerfecLimp, la empresa que vinculamos con el atentado a la sede judía estaba manejado por ciudadanos sirios, ¿no lo recuerdas Enrique?

-Lo recuerdo perfectamente, pero también las palabras de Miguel y él dijo que el tal Persa o Sirio fue muerto por lo menos un año antes de ser asesinada Elena Carrión, y eso me lleva a pensar que el linyera desvaría.

Por unos minutos quedamos en silencio, en la cara de ella se dibujaba un gesto contrariado mientras que Miguel sonreía levemente, pero poco duró nuestra comunión con el mutismo porque él en un rapto de sinceridad comentó:

-Los observé por unos minutos porque imaginé mi expresión cuando estuve leyendo ese expediente y seguramente fue igual, en ese momento decepcionado estuve a punto de devolverlo al archivero, pero conozco a Julián y no desvaría, vaya a saber que lo llevó a ser un vagabundo pero no miente, de modo que abatido continué leyendo y la sorpresa hizo que lanzase una maldición, porque quién realizó la autopsia y proveyó las huellas dactilares para la identificación fue nada menos que el doctor Reynol.

-¡El marido de Elena Carrión! –Exclamó Alba.

-Puede que haya sido coincidencia ya que la labor de los médicos forenses no pasa por una elección. –Respondí agregando; -quiero que entiendan que no pretendo ser negativo, pero mi formación como fiscal me lleva a desechar todo aquello que pueda ser rebatido por un defensor.

Un rapto de silencio sirvió para que la abuela de Alba ordenara que nos sirvan café, ya que la sobremesa se había prolongado por más de una hora, circunstancia que aproveché para tomar unos apuntes y no fue porque creía que teníamos un caso, sino que era una costumbre de mis tiempos como estudiante, algo más estimulados por el negro brebaje y también distendidos, lo observé a Miguel esperando una contestación a mi reflexión leguleya ya que parecía tener todas las respuestas, por cierto que su actitud me agradaba, demostraba ser muy eficiente e insistente en su tarea como representante público, pero interrumpí la reflexión porque tal como lo intuí sus palabras tronaron como un maestro dirigiéndose a su alumno:

-¡Enrique! Tiene usted razón que un médico forense no elije a sus muertos, y que podría tratarse solo de una mera coincidencia en tanto fuese electo para esa tarea, pero sucede que el doctor Reynol es médico clínico. –Terminó sonriendo satisfecho el fiscal Miguel Orellana.

-¡Pero eso no es posible! Exclamo ella agregando; -ese informe esta viciado de nulidad y debió no ser tomado en cuenta además, no entiendo como pude hacer esa tarea sin una designación oficial.

-Si bien es una situación muy confusa e irregular, dado el tiempo transcurrido continúo pensando que pudo ser una coincidencia, –reiteré

-Verán… esta es una comunidad provinciana y de recursos limitados, de modo que ante la ausencia del designado doctor Llanos, y por su sugerencia lo reemplazó Reynol. Situación que no hubiese llamado mi atención si Julián no estuviese tan seguro de haber visto al persa, pero además por otro detalle importante…

-Disculpe la interrupción Miguel, ¿cómo se apellida el tal sirio o persa?

-Ahmed Rashid, pero… ¿por qué quiere saberlo?

-Solo curiosidad, –respondí anotando su nombre.

-Mencionó un detalle importante, ¿cuál es? –Intervino nuevamente Alba que no quería dejar cabos sueltos en una entrevista tan esperada por ella.

-Sucede que desde el inicio de este caso y pese a que lo intento, no puedo comprender la actitud de la familia de la víctima, les importa más la seguridad de Reynol que justicia para Elena Carrión y es por eso que sigo indagando, también es la razón que en ocasión de otra investigación compartí un café con el doctor Llanos, y en la conversación mencioné el engaño que sufrí de parte de ese fiscal, fue cuando comentó que indirectamente también él fue engañado, ya que se ausentó por una citación del decano de la facultad de Medicina, quién mencionó que por una recomendación estaba considerando su nombramiento para una jefatura forense en la capital, y lo curioso que quien lo estaba respaldando era precisamente el doctor Campos al que no conoce. Pero resulta que cuando ese fiscal tuvo el accidente quien lo atendió casualmente usa el mismo apellido que el decano, ¿no creen que sean demasiados los puntos en común?

-Es cierto, –declaré vencido y comentando reflexioné en voz alta; -todo indica que el fiscal Campos es corrupto y que tuvo y tiene intereses en esa causa que además esta vinculada al atentado de la sede judía, pero hallar el hilo conductor y pruebas de su participación desde nuestro puesto es casi imposible, por eso que cada vez tengo más ganas de alejarme de la función pública.

Mientras Alba intentaba convencerme que existían otras variantes posibles, Orellana exhibía un gesto entre contrariado y pensativo, hasta que finalmente preguntó:

-¡Enrique! Si logro en unos diez días proveerlo de elementos que faciliten la investigación, ¿aceptaría conducirla?

-Lo voy a pensar y desde luego que depende de lo que tenga en mente, pero algo quedó en el tintero de esta conversación y quisiera su aclaración.

-¡Tire no más! Exclamó en tono campechano.

-Cuando se refirió al tal persa habló sobre drogas sin dar mayores referencias. –dije observándolo interrogante.

-Veo que no se le escapa detalle y eso me hace prever que conformaremos un buen equipo, en cuanto a Ahmed, hacía bastante tiempo que se lo sospechaba por tráfico de estupefacientes y de ahí mi comentario.

-Supongo que habrá echo los trámites para la exhumación del cadáver para verificar su identidad, ¿verdad?

-Lo intenté pero…

Continuará... André Materón

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