"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

sábado, 19 de septiembre de 2009

La solidaridad muerta...

Pilar Rahola

"Manos arriba, esto es solidaridad". O, lo que es lo mismo, esto es un atraco.

Hay conceptos solemnes que, a fuerza de ser manoseados por los artesanos del populismo, han perdido su capacidad de disparar a la conciencia.
En nombre de la solidaridad, grupos extremistas han recaudado dinero para causas impresentables, intolerantes de todo pelaje han vendido ideas delirantes, corruptos sin complejos han montado ONG y, en los aledaños hispanos, han fabricado un sistema de recaudación "solidaria" que ha significado un auténtico expolio para los catalanes.
A fuerza, pues, de abusar sistemáticamente de la palabra solidaridad, algunas bocas han conseguido que sea una palabra vacía, tan propia del mercadeo partidista, como inútil para la dignidad humana.

Es evidente que hay gentes que practican una solidaridad inequívoca y generosa, cuya entrega a los demás es absoluta.
Ahí está, para la memoria heroica, la figura de un Vicenç Ferrer.
Pero en estos casos, el nombre no hace al héroe, cuya dimensión profunda está por encima del uso perverso de su significación.

La solidaridad, tal como la entendemos hoy en día, es un concepto nacido en las huestes de la izquierda, para contrarrestar el concepto de caridad, históricamente más propio de la sensibilidad de derechas.
Pero en ambos casos, ambas palabras han sufrido tantas violaciones que no son, por ellas mismas, garantía de nada.
Más bien, en muchos de esos casos, son garantía de auténtica tomadura de pelo.

El último que ha usado soezmente la palabra solidaridad ha sido el presidente Zapatero.
Náufrago desesperado de una tormenta económica cuya nave no sabe gobernar, cuyos mejores marinos saltan por la borda y cuyo prestigio internacional lo acompaña en la deriva, Zapatero se ha sacado de la manga la palabra mágica, para atizarnos con el látigo de una irresponsable subida de impuestos.

Nos pide "solidaridad", como si el Gobierno fuera una ONG y él mismo un Poncio Pilatos redivivo, y así traspasa a la ciudadanía su incapacidad para gestionar adecuadamente la economía pública. Después de tantos abusos y tantos errores, ¿cómo se atreve?

Y peor aún, ¿de dónde saca que aumentar la presión fiscal, ahogar a la clase media y malbaratar el dinero público tiene que ver con la solidaridad?

A un gobernante se le pide responsabilidad.
¿Es responsable, por ejemplo, condonar la deuda pública de Bolivia en estos momentos de crisis, a mayor gloria de un populista seguidor de Chávez?
¿Lo es no atacar seriamente el gran fraude fiscal?
¿Hablamos del alegre e incontrolado gasto público? Y etcétera.

Perdonen la claridad, pero lo de Zapatero con los impuestos no es solidaridad de nadie con nadie.

Es el último fogonazo inútil de un trabuco obsoleto que hace mucho que se quedó sin pólvora.

El problema, para los ciudadanos, es que aún tiene capacidad de hacer daño.

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