Po Mara Martinoli
Naturalmente rechazamos la violencia; hipócritamente la permitimos, porque sabemos que ella es parte del patrimonio heredado de las sectas.
Esta “normalidad desdoblada”, pareciera referirse a experiencias ajenas que no podríamos modificar y se desarma al relacionarse con un supuesto sentido de lo divino.
Me pregunté si sería oportuno profundizar casos en los que los protagonistas, concientes de haber sido víctimas de abuso sexual por parte del líder del grupo (divino pastor), acudieron en búsqueda de una Justicia que sigue el curso lento que estas cuestiones no merecen.
Celosamente custodiada por Leyes que “amparan” no sabemos bien a quien (sobre todo cuando considera que menores abusados dentro de un grupo sectario deberían permanecer en “unión familiar”).
También pensé en plantear otros que, denunciados por los afectados, fueran encajonados por formales acuerdos tácitos con el poder de turno.
Si el abuso es violencia, la falta de respuestas judiciales es aún más violenta.
Y me pregunto: ¿Acaso el silencio no generará más violencia?
Consideré entonces que desde mi lugar de “doña nadie” tenía la responsabilidad de escribir nuevamente sobre el tema porque aunque no lo veamos en la TV, la violencia sexual aumenta dentro de los grupos sectarios.
Pero ¿qué grupo seudo religioso se consideraría sectario para sentirse aludido, para que mis palabras tuvieran peso?
Para un líder sectario el abuso sexual es el máximo exponente de la sumisión a la que sometió, un lastre conocido desde que observamos el comportamiento de las sectas.
Resulta útil recurrir a la frase que generalmente empleamos para degradar: “se comporta como un animal”, porque el animal-hombre resulta más feroz cuando su agresividad instintual es “violencia racional”.
Si un hombre no pudiera anticipar en la representación el sufrimiento en el otro debería vivir la consecuencia de cuanto enseñó desde la secta, alejándose del resto de la sociedad.
El líder sectario sabe que está ejerciendo violencia y ostentación de poder, como dominador no piensa que los dominados sean iguales.
Es casi imposible que un individuo “normal” actúe con formas de violencia que repudia; cuando no las repudia, actuará como un “anormal social”; por lo tanto los líderes sectarios no están exentos de ser clasificados en esta categoría, sumando así una nueva caracterización a la extensa lista que intenta describirlos.
Someterse a la autoridad que representa “lo divino” es un deber indeclinable en el contexto sectario; las causas y razones se transforman para reducir el abuso y la violencia a la consideración del punto de vista de cada uno, según se interprete.
A partir de esta premisa, termina habiendo tantas formas de violencia como criterios para ampararla, y vivencias sin criterio.
Si no hay sujeto implicado que lo considere violento, entonces el abuso sexual, en principio tampoco se considerará violento.
Dualidad dolorosa que observamos como un manoseo posterior a la vivencia violenta en la secta.
Fuera del circuito, podremos observar claramente a la víctima y al enemigo.
Desde la secta el enemigo será aquel que deberá ser despojado de su “categoría humana”, eliminado como sujeto, para lo cual todo resultará válido.
Desde “la sociedad” (vista como enemiga por lo sectario) podríamos despojar de derechos al líder abusador y verlo como el “enemigo social” para no acabar sumergidos en un sociedad sin compasión ni sentimiento que ampare la depravación sectaria.
Si el todo puede entenderse como producto de actos sociales, los abusos, en omisión y permisión, son actos que instauran victimarios.
Quien abusa sexualmente satisface la “necesidad de sometimiento y dominación sectaria”; destruyendo se cubre en la creencia del otro sometido de llegar a la verdad, como si la Verdad fuera un objeto perceptible en un acto violento.
Si intentáramos delimitar entre uso y abuso en el contexto de los “actos sociales sectarios”, ya no nos resultará clara la diferencia.
Enemigo es “todo aquel que amenaza a la seguridad propia: lo diferente. Lo diferente demostraría la presencia del caos....
Sin ley ni rey, es expoliado de su derecho Humano fundamental, ser sujeto” - Noabert Lechner (La conflictiva y nunca acabada construcción del orden deseado – Monografías – Num 91, Siglo XXI, España – Ediciones S.A. 1998)
Mara Martinoli apgargentina.blogspot.com
Boletín Info-RIES nº 1102
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Estudio de las Sectas (RIES), Info-RIES**. En este caso les ofrecemos un
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Hace 2 meses
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