"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

jueves, 10 de diciembre de 2009

El difícil arte de cambiar este estado de cosas

Editorial | Juan Salinas Bohil

El difícil arte de cambiar este estado de cosas


La orfandad de padre se puede advertir en muchas facetas del diamante social.

Una es el modelo de gobernar un país, que pasa del asistencialismo paternalista al autoritarismo impiadoso o, lisa y llanamente, al engaño impune.

Esos modelos amplían tres formas de paternidad: el padre que subyuga al hijo con dádivas, el que lo somete con la fuerza, el que lo engaña.

Tres modos de no reconocer al otro.

Los funcionarios (desde los presidentes hasta los más oscuros burócratas) reproducen socialmente patrones que se verifican en la cotidianidad familiar.
Como es en pequeño, es en grande, como es adentro es afuera.
Los modelos sociales se arman desde los individuos, la sociedad no preceda las personas, es su producto.
Sergio Sinay, La masculinidad tóxica, Ediciones B, 2006.

Mágicamente, se infiere que muchos piensan que la nueva composición del Congreso cambiará de la noche a la mañana la situación del país que, para el oficialismo, es óptima.
Esa es una manera cómoda de intentar alejar en vano las culpas que pudieran corresponderle a cualquier elector medio que ahoga sus penas desde hace años bajo un piadoso "Yo no lo voté" o el actual "Yo no los voté"

Es posible que muchos se sientan engañados por quienes no cumplen sus promesas y plataformas electorales, pero también hay que ser honestos porque si los políticos adolecen de algo es precisamente de ellas, por lo que, hay culpas para repartir.

Que para una parte de la población existan incomprensiblemente los Moyanos, D'Elías, Morenos, la recién presentada en sociedad Milagros Salas y diversas familias piqueteras o tantas otras, significa que en otras partes del país hay quienes los han elegido para que los representen y les den algo más que una palmada en la espalda.
Así es el caso de la diputada por la provincia de Chaco, Sandra Mendoza, todo un símbolo de una gran porción del electorado que comparte su manera prepotente y ordinaria de ser, eso sí, con un perfumado e inconfundible "olor a pueblo"

Si el jefe de Gobierno porteño apoya el matrimonio homosexual debido a que "El mundo va hacia una libertad respetuosa del otro" (¿?), es porque su pálida administración es coherente con su pensamiento porque en ningún momento ha dejado de financiar millonariamente a la izquierda combativa y aplica lo que la Casa Rosada no puede hacer, aún.

Si Carlos Menem viajaba por el mundo igual lo hace la actual ocupante de la Presidencia.
Si los Kirchner manejaban a Santa Cruz como un feudo y pudieron en su momento llevar dinero público al exterior y además se enriquecieron con su trabajo de abogados, por qué no estarían sus íntimos colaboradores en condiciones de poder hacer lo mismo, o por qué habrían de acatar el cuarto pedido que la Corte Suprema realiza desde 1998 para que el matrimonio presidencial, a través de sus virreyes democráticamente electos, repongan en el cargo al Procurador de su feudo Santa Cruz separado en su cargo inconstitucionalmente por ellos desde 1995.

¿Qué es el respeto a las instituciones?
¿De quién era independiente el Poder Judicial?

Este nuevo 10 de diciembre, cuando los libros indican que el Congreso inicia oficialmente sus sesiones con una nueva composición, posiblemente alejada de las ínfulas despóticas e imperiales de los Kirchner, marca un nuevo punto de inflexión en la historia de esta joven república.

Será difícil, imposible, que mañana mismo un sector importante de la población observe cómo finaliza el desfile de adolescentes casi niños de rostros cubiertos con pasamontañas portando gruesos garrotes en sus manos para cobrar unas pocas monedas que les permiten vivir indecorosamente.

O que se pueda:
< circular libremente por cualquier calle y vereda de esta ciudad,
< se libere el paso internacional de Gualeguaychú que comunica con el país hermano de Uruguay,
< los colectiveros puedan cumplir su trabajo sin que los delincuentes les amputen sus dedos,
< que los automovilistas puedan sacar sus vehículos sin riesgo de perder sus vidas al ser asaltados,
< que desaparezcan los grupos que han hechos tanto dinero con los "derechos humanos" de los guerrilleros que asolaron este país treinta años atrás, y, entra tantas cuestiones
< que pueden pasar por el tamiz de la urgencia del lector,
< que los gobiernos dejen de dilapidar dinero público y aumentar gabelas para mantenerse en el Poder a costa del empobrecimiento de la población.

Argentina peca de exceso de leyes y de incumplimiento de las mismas.
Así sucedió, entre otras, con la Constitución de 1853 que nunca fue aplicada en su totalidad pero siempre vilipendiada por la izquierda: la internacional socialdemócrata y la "nacional y popular" argumentando que respondía y servía a sectores de la "oligarquía".

Si fue así, puede decirse que la existente responde a otras oligarquías: la mayor de ellas, la sindical; la empresarial, universitaria, piquetera, la izquierda y humana subsidiada, la periodística oficialista, y, últimamente, la "intelectual".
Y no son mejores que la otra.

Acaban de cortarle dos dedos a un colectivero de la línea 60 (y van...) y los compañeros, como represalia, tomaron la Municipalidad del distrito de Escobar.

¿Qué tiene que ver el municipio si la Seguridad (inseguridad) provincial está (en teoría) en manos del gobierno provincial?

Y cada vez que, lamentablemente con mayor asiduidad, los delincuentes asesinan a una persona, vecinos y familiares de la víctima manifiestan frente a las comisarías exigiendo la renuncia de los comisarios zonales como si los otros Poderes provinciales no tuvieran nada que ver.

¿Cómo es posible?, por ejemplo, que haya quienes ganen tanto y otros tan poco.

Y no nos manifestamos dentro de los parámetros arcaicos de la lucha de clases que aún fomenta el marxismo insertado en mascarones de proa de partidos políticos, sindicatos o promocionadas "organizaciones sociales" que se encuentran dirigidos por, obviamente, "luchadores sociales", como gustan decir de si mismos los nuevos prototipos del vivir sin trabajar argentino o que los trabajadores activos, peronistas o izquierdistas, no protesten por el saqueo estatal de las cajas jubilatorias que está convirtiendo en migajas los fondos que en ellas depositan.

Si los argentinos piensan que sus gobernantes, cualesquiera que sean, van a cambiar porque perdieron una elección, una votación o reunieron menos personas en una reunión cualquiera, que sus opositores, van por el camino equivocado.
Si creen que es posible que porque sí van a cuidar los fondos públicos también.

El cambio debe surgir del interior de cada persona para poder exigirlo después a sus mandantes.

Estados Unidos, país odiado si lo hay por la dirigencia argentina, es famoso por la participación mayoritaria de los ciudadanos en cualquier institución cívica, deportiva o religiosa.
Quien así no lo hace es mal visto por sus vecinos.
Aquí, pese a publicitadas demostraciones de solidaridad, reina la indolencia por el otro, que es, en definitiva, el abandono por uno mismo.
El fútbol, la televisión y los discursos oficiales hacen el resto.

De ahí las naderías electorales de directores y dirigidos, el refugio bajo el paraguas violador del paternalista y obsequiador de fondos públicos de turno y la exaltación violenta cuando me pasa a mí lo que antes le pasó al otro, al vecino, al que vivía pegado a mi casa.

"¡Qué se vayan todos!", "Esto se cae", "Argentina se disgrega", patentiza que para muchos es mejor (¿más cómodo?) la queja oral que concurrir a una asamblea de consorcio una vez al año y controlar las expensas perdiendo una hora al mes.

Eso es mucho trabajo. Agota.

Preguntémonos mejor, antes de echar nuestras culpas al voleo a los que solo tiene parte de ella, qué hacíamos por la sociedad (por nosotros) antes de que mataran, por ejemplo, a nuestro ser querido; en qué comisión vecinal a título de qué participábamos, si estábamos al tanto de lo que gana mensualmente un policía o un diputado y, primordialmente, por quién habíamos y qué habíamos votado en las últimas elecciones.

Porque de lo contrario, la culpa será siempre del otro, nunca propia y se esperará con ansias al dictadorzuelo camuflado con ropaje democrático que nos otorgue por un tiempo todo lo que ansiamos sin el mínimo costo (eso creen).

A cambio deberemos arrodillarnos a su paso y escuchar y repetir obligatoriamente que con él somos grandes - pero en realidad muy chiquitos - porque nos sacó de las tinieblas y alejó de todas las calamidades conocidas, menos de la peor de todas:

De nosotros mismos...

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