"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 19 de abril de 2010

Ataque a la dignidad

Déan Funes - CÓRDOBA

Fuente: CADENA 3
Por María Rosa Beltramo

No importa que el mundo entero crea que la educación está devaluada y que no alcanza para acortar la brecha entre ricos y pobres. Pese a cualquier diagnóstico negativo, ningún proyecto que la excluya puede pretender seriamente mejorar las condiciones de una persona, un grupo o un país.
Aún al borde de la crisis perpetua, la escuela, el ámbito por excelencia donde se manifiesta, continúa siendo una oportunidad y un camino.

Y sin duda también es un refugio temporal en el que un niño o un adolescente pueden fortalecerse hasta que llega la hora de salir al mundo real, con las herramientas que se adquirieron dentro de esos muros.

Casi siempre esa etapa deja huellas imborrables a las que se apela en la adultez como una reserva de alegría, optimismo y bienestar. Por eso es tan importante que haya autoridades, padres y maestros que estén dispuestos a luchar a brazo partido para garantizar que la escuela pueda atravesar los años, las inclemencias económicas y los profundos cambios en la sociedad, sin dejar de ser el mejor lugar para apuntalar el desarrollo de un ser humano.

Es verdad que no puede actuar como una burbuja que ignore todo lo que ocurra afuera pero ninguna tensión exterior puede justificar la reproducción, puertas adentro, de actitudes, conductas y procedimientos que constituyen un verdadero atentado a la condición de educandos.

Es imperdonable que una niña-adolescente de 13 años haya sido obligada a desnudarse en una escuela de Deán Funes para que una mujer policía pudiera comprobar que no ocultaba el dinero que una compañera la acusaba de robar. Es un detalle menor que la requisa haya permitido establecer su inocencia. Hubiera sido igual de triste si entre sus ropas aparecían los billetes.

Importa poco que haya una ley que habilite el procedimiento. No puede haber nada más sagrado en una institución educativa que enseñar con el ejemplo a los estudiantes a respetar su dignidad y prepararlos para ejercer sus futuros derechos cívicos.

Fuera del colegio aprenderán que la vida en sociedad tiene ciertas incómodas exigencias, que la simple concurrencia a un baile exige someterse a un cacheo y que alguna vez tendrán que demorarse en el ingreso a la cancha para que un uniformado compruebe que no llevan nada que puedan usar como un arma o que en un supermercado un vigilador les impida el paso si tiene la mala suerte de que la humedad dispare la alarma y alguien presuma que esconden un objeto que no pasó por caja.

Un adulto tiene la piel curtida para soportar esas cosas y hasta puede decidir una respuesta si percibe cierto tufillo a arbitrariedad. En la escuela un chico debería tener la seguridad que no será tratado como un ladrón ni sometido a un juicio sumarísimo en el que en media hora se lo considere sospechoso, imputado y culpable y deba demostrar que es inocente.

No hace falta que quienes lo rodeen sepan de la adhesión de la República Argentina a la Convención sobre los Derechos del Niño. Mucho antes de que se le diera estatus constitucional, había educadores que tenían claro que existen muchas formas de resolver cuestiones polémicas que se generan dentro del aula, pero ninguna incluye tratar a un estudiante como a un preso.

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