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Caricatura de Alfredo Sabat

sábado, 18 de diciembre de 2010

Persecución religiosa

Comentada por Juan Manuel de Prada

Fuente: GENTIUNO.com

Una visita a Madrid de los arzobispos de Mosul y Bagdad promovida por la Fundación San Pablo CEU y un grupo de parlamentarios europeos encabezado por Jaime Mayor Oreja nos ha aproximado la estremecedora tribulación que padecen las comunidades católicas en países de mayoría musulmana. Y Benedicto XVI acaba de denunciar, una vez más, la persecución desatada contra los cristianos en diversos lugares de África, Asia y Oriente Medio, donde profesar la fe de Cristo es como hacer oposiciones a la muerte; pero también las «formas más sofisticadas de hostilidad» que se están desarrollando en Occidente, mediante estrategias que «fomentan el odio y los prejuicios» contra los católicos. Se trata de fenómenos de apariencia diversa que, en realidad, son el anverso y el reverso de una misma moneda: un anverso sangriento y desquiciado, que mata los cuerpos; un reverso más taimado y sibilino, que mata las almas. A esta moneda, acuñada entre vapores de azufre, los antiguos la llamaban «odium fidei»; ahora, como somos más finos, la denominamos «atentados contra la libertad religiosa»
Que ambos son fenómenos íntimamente conectados lo demuestra la pasividad, indiferencia o sórdido desdén con que los organismos políticos y los medios de comunicación occidentales tratan la plaga de persecuciones religiosas desatadas en los arrabales del atlas.

Hasta doscientos millones de personas sufren en el mundo persecución religiosa, en países de mayoría islámica o sometidos a regímenes de corte totalitario; y tres de cada cuatro personas perseguidas profesan la fe cristiana.
- ¿Y qué hace la Europa post-cristiana, ante realidad tan sangrante y oprobiosa?
Pues se lava las manos como Pilatos, mientras pone en el tocadiscos el disco rayado de la «libertad religiosa»; y, mientras suena su música archisabida, se dedica con denuedo a retirar los crucifijos de las paredes y a caracterizar a los católicos como una secta de fantoches integristas comandada por una clerigalla pedófila.

A nadie que no esté ofuscado por la cristofobia se le escapa que tal proceder es un avatar más de la táctica «del poli malo y el poli bueno»: mientras en los arrabales del atlas el poli malo pasa a cuchillo a los católicos, en Occidente el poli bueno se encarga de estigmatizarlos y de colgarles el sambenito del rechazo social, a la vez que les presenta las «salidas honorables» de la apostasía silenciosa, del sincretismo religioso, del modernismo delicuescente y sensiblero. Son estrategias concurrentes y mancomunadas; y aunque el «poli bueno» sospeche que el «poli malo», una vez concluido el degüello de católicos en los arrabales del atlas, se rebelará contra su socio occidental, intimidándolo con el mismo cuchillo con el que antes diezmó a los católicos, prefiere dejar que siga ejecutando su misión, frunciendo de vez en cuando el ceño, como hacen las remilgadas damas de alta sociedad cuando el sicario al que ha contratado para ejecutar labores turbias se tira un pedo en su presencia. Y, entretanto, hace sonar el disco rayado de la «libertad religiosa».
Una libertad religiosa sólo nominal, por supuesto. Porque lo que en Occidente se ha impuesto es, en realidad, una impostura religiosa muy bellamente aderezada de democracia y derechos humanos que «tolera» la existencia de otras religiones, siempre y cuando no osen rechistar ante los «logros» y «avances» de la impostura religiosa o pseudo-mesianismo oficial, que los antiguos llamaban misterio de iniquidad.

Ahora, como somos más finos, lo llamamos, con soniquete de disco rayado, libertad religiosa.

Juan Manuel de Prada
Escritor y articulista español

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