Editorial II
LA NACION
Pese a los avances en salud y lucha contra la pobreza, el panorama internacional se caracteriza por la falta de certezas
Después de las catástrofes naturales que sólo en 2010 se cobraron más de un cuarto de millón de vidas, razón por la cual ha sido el año más mortífero en una generación, el mundo abriga una esperanza: que la Tierra, al menos, nos perdone este nuevo año el daño que le hemos causado.
No han sido gratuitos los terremotos en Haití y Chile, ni la erupción de volcanes en Islandia y Filipinas, ni las olas de calor en estas latitudes y las heladas históricas en el hemisferio norte, ni las inundaciones en Colombia, Venezuela, México y Paquistán, entre otros desastres.
En el medio prevalecieron otras calamidades en las cuales el hombre también tuvo mucho que ver.
Los Estados Unidos y Europa, en especial, sufrieron en 2010 los coletazos de la crisis global con protestas por motivos diversos, como rescates financieros y podas presupuestarias, en Grecia, Gran Bretaña, Irlanda, Francia e Italia.
A su vez, en su primera prueba electoral después de asumir la presidencia norteamericana en 2009, los demócratas de Barack Obama acusaron recibo de "una paliza" ante la oposición republicana y su nuevo hijo pródigo, el Tea Party.
En Brasil, Dilma Rousseff sucedió ayer a Lula da Silva.
Fue un enroque entre miembros del Partido de los Trabajadores (PT)
Lo protagonizaron la primera mujer presidenta y el primer obrero metalúrgico presidente de un país que, tras 16 años de proyección internacional, contando el inocultable sesgo que dejó Fernando Henrique Cardoso, asumió su condición de líder regional y, como tal, procuró fortalecerse a sí mismo con su respaldo a la integración regional.
En 2011 habrá comicios presidenciales en la Argentina y en Perú.
En general, América latina ha adquirido en estos años su propio dinamismo, marcado por una bonanza relativa por los altos precios de las materias primas y una baja en las tasas de interés mundiales.
Es necesario apreciar que entre Europa y los Estados Unidos ha habido una transferencia de poder que vino a echar la última palada sobre el unilateralismo.
Como pocas veces, China pasó a ser árbitro de la economía global, así como el G-20, del cual forma parte la Argentina, aprobó refuerzos para los organismos que deben estar a tiro para actuar como bomberos en casos de crisis, como el denostado Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo.
Los Estados Unidos, quiérase o no, siguen pagando la hipoteca que dejó el gobierno de George W. Bush.
Al margen de sus problemas internos, en los cuales Obama procuró imponer su impronta con la reforma del sistema de salud, menudo disgusto significó para la diplomacia norteamericana la mayor filtración de la historia de despachos comprometedores por medio del portal WikiLeaks, fundado por Julian Assange.
Este ha sido otro de los sucesos de 2010 que, seguramente, tendrá repercusiones en los años venideros.
Sólo una ínfima proporción de los más de 250.000 documentos obtenidos han visto la luz, lo cual bien puede ser una suerte de resguardo de Assange, en libertad condicional en Gran Bretaña, tras ser detenido por presunto abuso sexual contra dos jóvenes de Suecia por instancias del gobierno de ese país.
Los Estados Unidos pretenden extraditarlo.
De suceder algo así, esos cables todavía ocultos podrían ser ventilados y complicar aún más la situación del gobierno norteamericano.
Continúa habiendo desgracias naturales, y de las otras, y el terrorismo cada tanto insiste en hacer estragos.
Hay guerras en curso y amenazas de otras, así como hambre, pandemias, narcotráfico, corrupción e injusticias de todo tipo.
Pero la cantidad de pobres disminuye, algunas enfermedades comienzan a tener cura y menos gente muere en guerras.
La incertidumbre es el signo de estos tiempos.
Es la madre del miedo, acaso por la desconfianza en las instituciones.
Los vértigos marean.
Un país que, como España, era modelo en Europa pasó a ser, con sus más de cuatro millones de desempleados, uno de los propensos a caer en crisis, como antes sucedió en Grecia e Irlanda y puede suceder en Portugal.
Es apenas un ejemplo del extremo celo que deben tener todos los gobiernos, incluido el argentino, frente a cualquier descuido.
El mundo, por medio de desastres o de crisis, avisa que no tiene repuesto.
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