Cuentan que cuando se abrió la caja de Pandora, voló todo lo que había en su interior menos algo pequeño que quedó en el fondo, la esperanza.
De allí el dicho de “la esperanza es lo último que se pierde”, a pesar de la afirmación del Dante en el canto III en el frontispicio del Infierno, lasciate ogni speranza voi ch´entrate, abandonad toda esperanza vosotros los que entrais; poniendo en boca de Caronte el barquero del hades dirigirse a los que nunca verán el cielo, ni a Dios.
Es decir la esperanza acompaña al hombre hasta las puertas del infierno, al trasponer ese umbral se acaban las esperanzas, ya no hay más que esperar.
La esperanza es la impronta del ser, más allá de sí mismo, en el futuro, es la identidad total del hombre con el hombre, y de la humanidad con la naturaleza, es el tránsito de la prehistoria a la historia verdadera.
Dice San Agustin que es una virtud ordenada a Dios, que procede del amor, espera el que se sabe amado y espera lo que ama.
Vivir es ejercitar una espera predatoria o defensiva. La espera humana participa, pero trasciende en diversos respectos.
La espera humana es suprainstintiva y suprasituacional, y con ello abre camino para constituir la esperanza.
La esperanza es un principio cósmico por el cual la realidad no consiste en ser todavía lo que se espera que vaya a ser.
La esperanza se incluye en el cumplimiento de la realidad, cuando se considera al ser como utopía, como la aún totalmente excluida forma de realidad, la realización del impulso contenido del ahora y del aquí, podría ser entonces la base existencial de este impulso.
Se concibe la historia como un esperar, lo que es a la vez inesperado y esperable. Lo esperable es la reconciliación a través de lo inesperado, en el sentido de insospechado.
La conciencia es conciencia anticipadora, no hay realidad actual, sino futura, es decir posible.
Desvanecido el objeto en cuanto objeto, la esperanza permanece en el puro proceso que consiste en realizarse el hombre en el mundo y el realizarse el mundo mismo en el hombre.
Lo auténtico, lo esencial es lo que no es todavía, lo que empuja en el mismo corazón de las cosas, lo que espera su génesis en la tendencia-latencia del proceso.
La esperanza no desaparece, es el proceso mismo de no ser todavía, y en un proceso que consiste en hacerse.
La esperanza como la libertad, se va creando y haciendo a sí misma, sin completarse jamás en un puro objeto indiferenciado.
Martin Buber en “Power and Love” determina la esperanza como contraposición al poder, “no proclames: que sólo el amor gobierne, ¿puedes acaso probar que es verdad? Decid en cambio, todas las mañanas volveré a preocuparme por los límites. Entre el sí que pronuncia el amor y el no quwe pronuncia el poder y con mi esfuerzo por avanzar honraré la realidad…no podemos evitar el uso del poder, ni evadir la compulsión de angustiar al mundo, que podamos pues cautos en la dicción y potentes en la contradicción, amar poderosamente.
El salmo 23 dice “El Señor es mi pastor, nada me faltará…” quien haya estado en Tierra Santa y conozca la historia de Israel sabe bien que los antiguos judíos debían trasladarse de un sitio a otro con su familia y su hacienda entrando en profundos cañadones de arena que no tenían salida por varios kilómetros y las frecuentes tormentas de la zona, si se desencadenaban mientras iban en camino, inundaba el cañadón, perdiendo familia, hacienda y a veces la propia vida.
Entrar en ese cañadón era un acto de suprema esperanza y de confianza en Dios que los protegería.
La esperanza nace de la fe y prepara la caridad (el amor).
Porque habéis creido habéis esperado, y porque habéis esperado habéis amado.
Se abre la esperanza en el decir de Marcel, tanto del lado que espera como de lo esperado, la trascendencia es su fundamento, y tiene carácter personal y ontológico. La esperanza de alguien para alguien, y la referencia al ser, no al mero tener.
Es un acto trascendente a la oposición entre el querer y el conocer, perenne vivencia de esta experiencia.
Para Aristóteles es el sueño del hombre despierto, y para Kant, como el camino terreno está sembrado de espinas, Dios le ha dado al hombre tres dones: la sonrisa, el sueño y la esperanza.
A pesar de todo, contra toda predicción y aún con el pronóstico mejor elaborado y racionalmente obtenido, el hombre apuesta al futuro, cree y espera.
Esperar…
no se porqué espero,
si no hay esperanza,
más espero.
Esperar…
ni saberlo anhelo
es palabra vacío
más espero.
Esperar…
la verdad te revelo,
no sé lo que espero
más espero.
Esperar…
Divinidad en celo,
pues te niegas a amar
más espero.
Esperar…
el ser inmóvil, quieto,
Lázaro renovado,
mas espero...
Elias D. Galati
wolfie@speedy.com.ar
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