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Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 31 de mayo de 2011

Kirchnerismo por 60 años

Alvaro Abos
Para LA NACION

El jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, afirmó ayer que "el ciclo del kirchnerismo terminará en 60 años"

El escritor Albaro Abós analiza aquí las implicancias de esa declaración.

¿Por qué 60 años y no 80?
¿Por qué 60 y no 100 años, que es una cifra redonda y con un referente literario prestigioso (Cien años de soledad )?
Le agradecemos esa moderación al señor jefe de Gabinete.
¿A qué se deberá su timidez?

Arriesgo una hipótesis.
Sesenta años en el poder (en realidad son 64) lleva el gobernante más antiguo del mundo: es el rey Bhumibol de Tailandia, llamado "El Grandioso".
Le sigue, con 59 años sentada en el trono, Isabel de Inglaterra.
Aún preside Libia (¿aún lo hace?) Muammar Khadafy, con más de 40 primaveras atornillado a su sillón de tirano.

Como todo el mundo sabe, el kirchnerismo es Cristina Fernández.
Es de suponer que el jefe de Gabinete, al augurar tan larga permanencia en el poder a la Presidenta, está calentando los motores para el objetivo que el oficialismo planteará de inmediato si vence el 24 de octubre de 2011: la reforma constitucional para permitir la reelección sin límites.

La ocupación eterna del poder es un lujo al que aspiran los autócratas.
La practicaron jerarcas como Haile Selassie, que gobernó Etiopía durante más de medio siglo y Francisco Franco Bahamonde, que lo hizo en España a lo largo de treinta y nueve años.
En América latina, Fidel Castro mandó durante medio siglo, para dejar el cargo, en una cesión puramente nominal -en la mejor tradición monarquista- a su propio hermano menor.

Atornillarse al poder sin coto es un delirio regio.
Nace del autoconvencimiento de que uno, o el propio jefe por el cual se habla, es la única luz posible y de que cualquier otro cambio traerá tinieblas.
El poderoso que no acepta irse es aquel que sólo escucha sus propios ecos
Sus oídos no registran otras voces.

En América latina, que supo tener gobernantes de larga duración, todos ellos de oscura memoria, no hay en la actualidad un gobernante más ansioso por prolongar sus atributos que Hugo Chávez.
En el primer encuentro que tuvo con Barack Obama, el presidente Chávez le regaló a Obama un libro de Eduardo Galeano.
Quizás el oficio de gobernar no permite leer mucho.
Porque si Chávez leyera más, hubiera conocido, por ejemplo, estas frases de Eduardo Galeano:
"No me gusta la reelección porque el poder envenena el alma. Hay que ejercerlo, pero sabiendo que es peligroso"


Anunciar con tanta complacencia sesenta años más en el poder es, además de una balandronada, un error político, pues la frase se leerá en el mismo ejemplar de un diario en el cual, en otras páginas, se piden cuentas sobre la forma poco clara en que el Estado financia organismos de derechos humanos.

Mejor que fanfarronear sería cuidar lo que se ostenta, para lo cual hay que explicar claramente cuánto le dio el Estado a la Fundación Madres de Plaza de Mayo y a su ex gerente.

La frase del jefe de Gabinete quedará estampada en el mismo ejemplar de un diario, en el cual los jubilados argentinos reclaman a la Presidenta porque ella vetó una ley que les concedía el ochenta y dos por ciento.

Tanta soberbia, tanta blindada autoseguridad en un empleado público no deja de ser sospechosa.

Dime de qué presumes y te diré de qué careces, dice un viejo refrán.

Quizás estos ocupantes del poder, en su afán por prolongar sus empleos, olvidan qué frágil es ese poder que auguran largo.

Basta que usted y yo, personas anónimas, gentes cualesquiera, depositemos un sobre en la urna para que esa burbuja se pinche

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