"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

miércoles, 18 de mayo de 2011

La magia de la palabra


El  lenguaje nació al mismo tiempo que  la humanidad.
La palabra fue el equivalente fonético de una experiencia, de un acontecimiento, de un estímulo interior o exterior.
Cada palabra en su origen era un núcleo de energías en las que se originaba la mutación de la realidad en modulaciones de la voz humana, expresión de la vida del alma.
Por medio de la creación verbal, el ser humano tomó posesión del universo.
Más aún, descubrió una nueva dimensión, todo un mundo que estaba en el interior de sí mismo y a través del cual se le abría la posibilidad de una forma más elevada de vivir, por sobre el estado actual de la consciencia del mismo

Uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse.
De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra.
Las palabras tienen mucho poder.
El éxito en la vida está asegurado si uno domina el arte de elegir bien sus palabras al comunicarse. 

Las palabras no sólo dejan huellas en nuestro hábitat, también dejan huellas en nosotros mismos.

Según el uso que le demos a las mismas, será la cosmovisión que tendremos, y desde niños el uso de las palabras determina si caminamos hacia la verdad o hacia la mentira, hacia la bondad o la hipocresía, hacia la solidaridad o el egoísmo, y hacia la tristeza o la alegría.

Marcan nuestra vida y nuestra  alma...
Son el fiel reflejo de nosotros mismos y es posible conocernos por ellas.

Asimismo determinan las relaciones personales, nuestros interlocutores responderán seguramente a la forma en que nosotros los cuestionemos.

La palabra deformada, o negativa, esquiva o maliciosa provocará de ellos una respuesta acorde.

Si la palabra es bondadosa, solidaria, alegre y positiva, nuestra comunicación será adecuada, fluida y casi perfecta.

La magia de la palabra se advierte con mayor intensidad en los niños.

Para ellos cada palabra es un universo, y un universo mágico.

De allí el valor de los cuentos infantiles.

Mágicamente se traslada al bosque, al castillo, al pasado, al recinto de los príncipes, a la casa del ogro, y cada palabra encierra un mundo, un mundo mágico que dispara la imaginación y la sensibilidad de cada niño que lo lee o escucha.

Y en eso consiste la magia de la palabra: En el hechizo, el encanto, el atractivo con que nos deleita. Nuestro espíritu se emociona y surgen infinitas sensaciones de placer y alegría.

Y la palabra se convierte en el hechicero que domina y modifica las fuerzas de la naturaleza, controla los fenómenos mediante el rito de la cadencia de la voz o de la fuerza de la escritura.

Y la fórmula recitada es el símbolo del acto ritual, de la simpatía que produce en el oyente o el lector y de la correspondencia del mismo a la acción de la palabra.

La palabra es un acto mágico, porque hay un momento preciso en que debe celebrarse, un lugar adecuado, el material y el sentido de las mismas, y las fórmulas que se emplean.

Es un rito de transmisión, por el cual se da a otra la magia que detenta el que pronuncia las palabras adecuadas, y que dispara la imitación en los otros y la transmisión se hace casi infinita.

Cada lectura es un efecto nuevo, una generación de nuevos sentimientos y emociones y una transmisión de la alegría, la bondad y la felicidad que el emisor sostiene.

Esa palabra dulcifica el oído, acaricia el alma, templa el espíritu y da placer al hombre.

Esa palabra nutre, esa palabra enseña, esa palabra guía.

Combina lo real con lo mágico, enjuga la verdad con la esperanza, enseña la ciencia, la filosofía, la moral y las costumbres.

Palabras buenas, palabras sanas, palabras verdaderas…

Palabras mágicas


Elías D. Galati
wolfei@speedy.com.ar

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