"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 30 de septiembre de 2012

A la Presidenta la traicionó su naturaleza

Por Susana Viau

En 1957, Elia Kazan filmó una película injustamente olvidada: Un rostro en la muchedumbre
Era la historia de Larry “Lonesome” Rhodes, un guitarrero marginal y desenvuelto en el que la reportera de una radio (Patricia Neal) descubre el don de la comunicación.
“Lonesome”, un lumpen sin fidelidades ni códigos, se convierte de la noche a la mañana en una estrella.
Las multitudes deliran por él y él las alaba en público y las desprecia en privado.
Es un mal bicho.
Quienes lo rodean empiezan a aborrecerlo.
Una noche, al fin de la emisión de su programa de TV, el operador decide que, en contra de lo acostumbrado, no cortará el sonido.
Los espectadores pueden escuchar así a “Lonsome”, el ídolo, insultarlos por lo bajo mientras sonríe, en la despedida.
La historia de “Lonesome” Rhodes puede ser la de cualquiera.
Una versión menos amarga es la de los insultos de Mirtha Legrand durante un corte o el bizarro ataque de furia de una panelista de 678 a micrófono abierto.
La tecnología falla, los hombres encargados de manejarla a veces se equivocan y, de tanto en tanto, se toman pequeñas venganzas.
A Cristina Fernández, en Harvard, no se le rebelaron los mixers ni le jugaron una mala pasada los sonidistas cuando dijo, con el tono nasal que remeda a las clases altas:
“¡Chicos, por favor! ¡Esto es Harvard, no es La Matanza!”
Antes había retado a otro:
“Vos estudiás acá, en Harvard, y hay chicos que van a la universidad de La Matanza ¡De- la- Ma-tan-za!”. 
A la Presidente la que la traicionó fue su naturaleza, lo que brotó, igual que en Tecnópolis, fue su pensamiento secreto: “Me gustaría estar en Venecia y no acá, en Villa Martelli...”

El rector de la Universidad de La Matanza admitió que le habían causado tristeza esas expresiones y contestó que ellos, los de esa institución, y los habitantes del enorme distrito obrero en el que está enclavada, no son una subcultura .
La del rector Daniel Martínez fue una reacción honorable.
Pero el cristinismo no tolera siquiera esas pequeñas rebeldías y contraatacó:
el intendente Fernando Espinoza y Edgardo Depetri lo censuraron con rigor y, en el colmo del ridículo, adujeron que sólo habían sido “ironías” de Cristina, puros elogios a los matanceros .
Luis D’Elía convirtió a Martínez en militante del PRO.
De ese material está hecha la atmósfera fofa y complaciente que rodea a la Presidente.
Cómo no explicarse entonces el semblante desencajado de Cristina ante un puñado de estudiantes que la ponían en aprietos, la retirada vacilante, sin saludos ni felicitaciones de quien se había defendido ofendiendo a todos: a los periodistas (“ustedes no saben cómo son los periodistas de mi país”),
a los matanceros,
a los que preguntaban y a sus “compañeritos” y hasta al decano David Elwood, que primero soportó imperturbable sus críticas al “nivel académico” del acto y después quedó con la mesa del cocktail servida por el desaire de la jefa de Estado argentina.

El piso de la Escuela de Gobierno J.F. Kennedy donde se desarrollaba la conferencia se hizo jabonoso y Cristina resbaló con una pregunta acerca del crecimiento perpetuo de su patrimonio.
Para explicarlo arguyó que el suyo era uno de “los estudios más grandes” –sin especificar de dónde– y recordó su trayectoria de “abogada exitosa y ahora una Presidenta exitosa”.

También Carlos Menem solía definirse como “un presidente exitoso”.

“Éxito” una palabra inhabitual en el mundo de la política, quizás porque según el Diccionario de la Real Academia Española, aluda al “resultado feliz de un negocio” y, por qué no, aunque no lo diga la RAE, a una manera de vivir, al correlato de una cierta idea del ascenso social.

El miércoles, en Georgetown, al validar las estadísticas del INDEC Cristina había echado un balde de agua fría sobre el auditorio:
“¿Cuál es la inflación oficial en este país?
Dos por ciento.
¿Realmente todos ustedes creen que el costo de vida en Estados Unidos crece únicamente al 2% anual?”.

“Todos mentimos” era el mensaje que se ocultaba tras esas afirmaciones temerarias.
El escenario internacional, buscado para recomponer la imagen dañada por las cadenas nacionales, los dos discursos diarios, la torpeza de sus funcionarios y el gran cacerolazo del 13 se había convertido, por sus propios errores , por sus incontinencias, en una catástrofe.

La Presidente, igual que su difunto marido en 2008, es hoy por hoy la gran estratega de la oposición.
El cristinismo –y lo saben bien Daniel Scioli y los intendentes del conurbano– está dejando de ser un aliado atractivo .

Lo que esperaba a la Presidente a su regreso tampoco iba a ser agradable.
El INDEC informó que la actividad de la construcción cayó, en agosto, un 8,1% respecto del año pasado. Es apenas una punta del problema: desde agosto de 2011, Vialidad Nacional debe a los contratistas 5 mil millones de pesos y la mitad de las obras están paradas: se han suspendido todas aquellas que estaban a menos del 50% de su ejecución.
¿Los motivos?
“ No hay fondos ” hacen saber desde el Ministerio de Julio De Vido.
Las secuelas son inevitables: se han perdido 50 mil puestos de trabajo registrados.
La dotación de trabajadores en blanco se redujo, pues, de 450 mil a menos de 400 mil, un descenso del nivel de empleo que sufren el turismo, la gastronomía y, sobre todo, el sector inmobiliario.
Para paliar el mal humor de los empresarios de la construcción, el gobierno se ha comprometido a pagar 1.000 millones mensuales, un 70% será destinado a las obras en curso y el 30% a amortizar la deuda acumulada.

Por eso los industriales del ladrillo recibieron con expectativa el lanzamiento del Plan ProCrear y el anuncio de edificación de 400 mil viviendas en cuatro años.
Es, por donde se lo mire, una iniciativa audaz.
En Argentina se construyen, producto de la actividad pública o privada, unas 40 mil viviendas anuales.
El Plan ProCrear promete elevar la cifra a 140 mil.
Un conocido arquitecto hilvanaba, días atrás, una reflexión prosaica pero cargada de pragmatismo:
“En la actualidad, el país no produce semejante cantidad de inodoros ”.
Sus interlocutores quedaron absortos.
Desde la industria pusieron paños fríos a esas preocupaciones y aseguraron que “a medida que pase el tiempo, las cosas se irán acomodando”.
¿Qué quieren decir con eso?
 “Bueno. Hay que verlo en contexto. Recién se han adjudicado cien créditos.

No se van a construir cien mil viviendas por año”
Claro, no todo es desánimo.
Después de casi un siglo, el país ha vuelto a exportar ganado en pie.
En estos días y bajo un secreto poco explicable, dos mil cabezas partieron, en un solo embarque, rumbo a Venezuela.
Lo que no se sabe es si se trata del principio de una feliz cooperación comercial o de una contribución a la campaña electoral del presidente Hugo Chávez Frías.

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