Por Joaquín Morales Solá | LA NACION
Cristina Kirchner tropezó de nuevo en las últimas horas con un obstáculo que la persigue más allá de sus victorias y derrotas: la falta de confianza en su gobierno y en su liderazgo.
El estrepitoso fracaso del blanqueo de dólares, demasiado laxo en los controles sobre los orígenes del dinero, desmiente el viejo aforismo de que la codicia es más grande que el miedo para el capital.
El peronismo comenzó a refugiarse de nuevo en el viejo Partido Justicialista porque desconfía del poder electoral de la Presidenta.
Desconfía, sobre todo, de la dirección que podrían tomar las cosas después del 27 de octubre.
Ha descubierto, como sólo suele hacerlo en los momentos agónicos, la virtud de separar al partido del Gobierno.
El blanqueo fue la apuesta más importante del gobierno cristinista para hacerse de dólares por las buenas.
Pero Cristina carga con un pecado imperdonable para los tenedores de dólares.
Un mes después de su triunfo electoral en 2011, en noviembre de ese año, comenzó a funcionar el cepo a la compra de la moneda norteamericana.
La Presidenta no había anunciado nada en la campaña por su reelección sobre tales prohibiciones.
Las reservas han caído en 15.000 millones de dólares en estos dos años, a pesar de las crecientes restricciones cambiarias.
En síntesis, Cristina Kirchner tenía un problema de desconfianza social en el manejo de la economía aun en los momentos en que ganaba elecciones y había abundantes reservas de dólares en el Banco Central.
La derrota del blanqueo es monumental.
Recaudó menos del 10 por ciento de los dólares que módicamente se propuso conseguir.
Quería hacerse de 4000 millones y sólo cautivó 360 millones.
El fracaso es más grande si se lo mide con la cifra que dio el viceministro de Economía, Axel Kicillof, sobre el dinero de argentinos que está, dentro o fuera del país, al margen del sistema financiero local.
Habló de unos 200.000 millones de dólares en la conferencia de prensa del equipo económico cuando éste anunció el blanqueo.
Lo recaudado hasta ahora sería entonces sólo el 0,2 por ciento del ahorro en dólares de los argentinos.
En las últimas horas, hubo una fuerte presión del gobierno sobre Adeba, la asociación de bancos nacionales, para que sus integrantes depositaran 500 millones de dólares en el marco del blanqueo.
La dura gestión la hicieron sobre todo Guillermo Moreno y la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont.
Por primera vez, la respuesta de esa institución, cercana al Gobierno durante mucho tiempo, fue que no.
El Gobierno le había propuesto un sistema de compra de dólares ("contado con liqui") y de recompra de bonos, que significaría al final una clara pérdida para los bancos. "Podríamos enfrentar juicios de los accionistas por operaciones que son pérdidas de dinero", les respondieron a los funcionarios.
Moreno había descartado presionar a ABA, la asociación de bancos extranjeros, con el argumento de que él no quiere hablar con gerentes, sino con los dueños.
Sólo le quedan ahora los bancos públicos, que son pocos.
Salvo el Banco Nación y el Banco Provincia, el resto de la banca pública más importante está en poder de opositores, como el Banco Ciudad o el Banco de Córdoba. En rigor, la presión sobre Adeba fue sólo para salvar las apariencias:
500 millones de dólares más hubieran significado sólo un fracaso un poco menor.
La Presidenta desafió toda esa desconfianza y prorrogó por tres meses más el blanqueo.
Aceptó el consejo de Guillermo Moreno y despreció la exhortación casi pública que le hizo el jefe de la AFIP, Ricardo Echegaray, para que no lo prorrogara.
Echegaray es un kirchnerista vengativo y cruel, pero es, al mismo tiempo, el que tiene opiniones más racionales en el desordenado equipo económico.
"Ya está. El blanqueo no tuvo el resultado que esperábamos", dijo el jefe de la agencia impositiva.
Tiene razón: ¿qué argentino le entregaría dólares lícitos a un gobierno que estipuló el delito de lesa nacionalidad para los tenedores de dólares?
Echegaray descartó también que se estén analizando restricciones a las compras en el exterior con tarjetas de crédito.
Dijo que era suficiente el impuesto implícito que se cobra, el 20 por ciento, y que mayores limitaciones podrían provocar la represalia de los extranjeros, que dejarían de venir a la Argentina.
Argumentos consistentes.
¿Serán tan eficaces como los que anticiparon que no habría la prórroga del blanqueo que finalmente hubo?
El caso Echegaray podría ser un buen presagio del futuro.
El triunfo del sector más disparatado de la administración sobre los pocos funcionarios que todavía creen en sistemas de cierta lógica.
Ese pronóstico provoca, a su vez, el insomnio del peronismo.
¿Cómo hacer para que la derrota anunciada del 27 de octubre, y sus secuelas posteriores, no arrastre al propio peronismo?
¿Cómo evitar mayores enfrentamientos del justicialismo con la decisiva clase media?
Un viejo baqueano del justicialismo, Jorge Landau, apoderado judicial del peronismo menemista, duhaldista y kirchnerista, anticipó ayer que la competencia electoral por 2015 comenzará el día después de las elecciones inminentes.
Cristina ya se fue a la historia, dijo con otras palabras.
El lunes, Daniel Scioli había resucitado al Partido Justicialista de una larga vida en estado vegetativo.
Tan profundo era el coma inducido del PJ que un juez electoral, el bonaerense Manuel Blanco, dispuso en mayo pasado la caducidad del partido por "inactividad".
Fue una noticia devastadora para el peronismo, que los peronistas dejaron pasar, indiferentes.
Existía el Frente para la Victoria y con eso bastaba.
El lunes, Carlos Kunkel, un kirchnerista arrepentido devenido ahora en peronista histórico, anunció que el Frente para la Victoria podría presentarse en 2015, en las primarias obligatorias, como una simple corriente interna del PJ.
La épica se encoge.
El resultado más concreto de aquella reunión del PJ fue que el peronismo está buscando salir de su laberinto cristinista.
El oficialismo fanático quedó en minoría frente a dirigentes peronistas más abarcadores.
El documento, de inspiración kirchnerista, importa menos que las cosas que se dijeron. Y lo que se dijo consiste en aquella pregunta sobre el destino del partido en el poder más allá de los que ahora tienen el poder.
La confianza política del peronismo en Cristina se derrumbó mucho antes.
Sucedió cuando la Presidenta decidió ignorar al peronismo y trasladarle a La Cámpora la administración pública.
Esa decisión ocurrió también poco después de su triunfo electoral en 2011.
Tampoco entonces le había anunciado a nadie, menos a los peronistas, semejante giro en la dirección del Gobierno.
¿Cómo esperar confianza después de tantos engaños?
¿Cómo, cuando ni siquiera se puede ofrecer un domingo de victorias?
Boletín Info-RIES nº 1102
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*Ya pueden disponer del último boletín de la **Red Iberoamericana de
Estudio de las Sectas (RIES), Info-RIES**. En este caso les ofrecemos un
monográfico ...
Hace 2 meses
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