Cuando descubrí hacía donde miraba, me pidió que la ayudara, y asentí asumiendo que a partir de aquel pedido, lo haríamos juntos.
Y así fue durante todo lo necesario, porque no se llama tiempo lo que no transcurre.
Y de nada hablamos pero nos dijimos todo, en donde mi brazo sobre su hombro, nos acompañó lo suficiente para no aclarar mas nada.
Nos sometimos a la libertad de precisarnos, cuando fuera indispensable.
Lo que para los demás eran ausencias, para nosotros apenas pausas.
Contamos amaneceres, constelaciones y nubes, hasta donde fuera imprescindible, para después separarnos, hasta otras contemplaciones.
Aquí la espero.
Quedamos en volver a querernos.
Gabiel Velxio
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