"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

viernes, 4 de abril de 2014

Justicia por mano propia...

                                        
Desde hace tiempo en la Argentina se suceden innumerables hechos de violencia diarios, contra las personas y sus bienes.
Asaltos, entradoras, salideras, robos, golpizas, vejámenes contra ancianos, todos acompañados con lesiones de todo tipo, cortaduras, heridas de bala, cortadura de dedos, y muchas veces la muerte inconcebible y absurda, aún sin resistencia y después de haber entregado sus pertenencias.

La posición ideológica de justificar la delincuencia, por una infancia desgraciada, por la miseria o la falta de recursos, es un argumento bizantino, porque es responsabilidad del estado que la gente viva mejor, habite un buen lugar, tenga una infancia feliz y una buena educación y no le falte trabajo.

El problema se agravó porque ante la inercia de quien debe controlar, por aquel principio que si un lugar queda vacío otro lo ocupa, ahora se ha desatado una ola de venganza, en la cual por mano propia las víctimas si atrapan a los delincuentes le propinan una golpiza y a veces lo matan en las mismas.
Ya ha pasado antes, que la inoperancia de la justicia hizo que el rol de fiscal fuera ocupado por los medios, que denunciaban delitos, que si no hubiera sido por dicha denuncia, nunca se investigaban.

La mal llamada justicia por mano propia, que no es justicia, es moralmente reprobable y es un delito, pero también es la consecuencia de la ruptura de un pacto fundamental que surge del arcano de la sociedad, que nos obliga como deber a respetar ciertas reglas esenciales de convivencia.
En términos roussonianos la comunidad para evitar la prepotencia del más fuerte, con mayor poder o con mejores medios, creó un pacto social implícito en el cual todos se sometían a las mismas reglas y debían cumplirlas siendo la justicia, y el uso de la fuerza exclusiva responsabilidad del estado, salvo en caso de flagrante defensa propia.

La ruptura del pacto, se produce primero desde las instituciones que tienen a su cargo la seguridad del pueblo, que se siente indefenso, y la reinserción de quien viola las normas, que siente también que nada se hace por ello, y entra y sale sistemáticamente de los institutos carcelarios, y después por el contagio en los subordinados, los que cometen delitos, que se sienten impunes porque entran por una puerta y salen por la otra, y la gente común que siente que está sola y a merced de lo que le pueda pasar y que primero trata de armarse y luego de contestar la violencia con más violencia.

La violencia engendra violencia, siempre, pero la mayor violencia es la violencia social que se produce cuando hay miseria e injusticia, que ya hemos sostenido que es el fundamento y el origen de la misma.
Sería inconducente y sin sentido atacar ahora sólo a la justicia por mano propia sin atacar simultáneamente la desidia de las instituciones, la falta de seguridad ciudadana y la falta de cumplimiento de roles de quienes deben cumplirlo, y en su lugar se dedican a mirar distraídamente para otro lado, a dejar lugares liberados o a tranzar con la delincuencia.
La postura oficial que a quien se le dice que su vida no vale dos pesos, no se le puede exigir que piense que la vida de los otros vale mas de dos pesos, es una perversa falacia.

La vida es el mayor valor, y nadie en su sano juicio, y salvo que tenga enfermedades mentales, puede pensar que no vale nada, la suya o las de los demás.
Es evidente, es un aforismo que no necesita comprobación que la vida es el primer valor y que sin vida nada hay, y si alguien va por la existencia pensando que la de él o la de otro vale dos pesos, ha perdido la dignidad de ser humano.
Y que decir de la justicia, desde el concepto de Ulpiano, que es la firme voluntad de dar a cada uno lo que le corresponde, ha sido un deber y una virtud social.

La justicia es derecho, razón, equidad, es lo que debe hacerse de acuerdo a la norma vigente.


Es la idea de rectitud que precede a todo ordenamiento jurídico, y desde el ámbito moral es una de las virtudes cardinales que consiste en ajustar la conducta a la suprema justicia.
La justicia ha evolucionado hoy a ser entendida como igualdad de trato, como justicia social, y entonces todos los actores de la sociedad deben entrar en este acuerdo, el Estado, los funcionarios, el pueblo, las comunidades y todos los grupos.

No puede haber diferencias ni privilegios, y cuando se ve que alegremente se contemplan las felonías y el despilfarro público y nadie es responsable y nadie paga, y cuando delinquir es un trabajo o un juego de entro y salgo, la sociedad siendo que desde otro lugar se ha roto el pacto social, y que algo hay que hacer para recomponerlo.

No es lícito, ni es lo solución la justicia por mano propia, pero tampoco mirar un solo lado de la moneda, y no advertir cual es la causa de la conducta social delictiva.

Elías Domingo Galati

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