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Caricatura de Alfredo Sabat

sábado, 17 de enero de 2015

Menem-Kirchner: Una alianza vergonzosa

EDITORIAL / LA NACION
Tan lamentable resulta el menemismo de ocasión que practica el Gobierno, como el kirchnerismo oportunista del ex presidente
 
Néstor Kirchner era gobernador de Santa Cruz cuando alababa a Carlos Menem calificándolo como uno de los mejores presidentes que haya tenido el país.
Cambió de idea rápida y radicalmente cuando le tocó a él ejercer la primera magistratura.
Según Kirchner, el riojano traicionó las banderas nacionales y populares al "intentar transformar al justicialismo en una filial del Partido Republicano de los Estados Unidos".
Su esposa y sucesora en el cargo profundiza cada vez que puede ese supuesto divorcio político.
Sin ir más lejos, cuando presentó el programa de becas para el millón y medio de jóvenes que ni estudian ni trabajan en el país, Cristina Kirchner definió a esos beneficiarios como "los hijos del neoliberalismo", al que acusa de haber dejado a sus padres sin trabajo y, a ellos, sin futuro.

En rigor, Menem y los Kirchner nunca se divorciaron.
Pasado un primer período de ofuscación pública, que llegó a su clímax cuando, en 2008, el ex gobernador de La Rioja votó en contra de la resolución 125 sobre retenciones móviles a las exportaciones agrícolas, dejando la definición en manos de Julio Cobos para espanto del Gobierno, Menem se prestó, amablemente o por intereses inconfesables, a los requerimientos de sus supuestos verdugos.

La "restauración" de la relación entre Menem y el Gobierno comenzó a consolidarse un par de años después de la 125.
El ex mandatario se abstuvo a la hora de avalar en el Congreso la designación de Mercedes Marcó del Pont en reemplazo de Martín Redrado al frente del Banco Central, actitud que le permitió al oficialismo avanzar en su objetivo.

No es cierto, como ha dicho Juan Manuel Abal Medina -senador kirchnerista por la provincia de Buenos Aires, ingresado recientemente en el Congreso en reemplazo de Aníbal Fernández- que Menem haya votado en contra de los proyectos kirchneristas en la mayoría de los casos.
Los apoyos a quienes ocasionalmente representan al oficialismo en el Congreso no sólo se evidencian en las votaciones.
Una abstención y hasta las ausencias pueden ser determinantes para la sanción de las leyes.
Y, en ese sentido, Menem ayudó de las formas más variadas al matrimonio Kirchner desde su banca de senador nacional, que retiene desde 2005.

El dato más reciente lo constituye su presencia en el recinto de la Cámara alta a fines del año último, cuando el Gobierno consiguió la ley que reglamenta la elección de representantes argentinos en el Parlamento del Mercosur (Parlasur).
Dio quórum, pero no estuvo a la hora de votar.
Fue suficiente.

Ésa fue una de las apenas cuatro sesiones
en las que Menem estuvo presente en todo 2014.
Su participación -concretada en oportunidades a último momento y celebrada con aplausos de la bancada oficialista- permitió al Gobierno obtener las leyes que limitan la responsabilidad del Estado por los daños que éste y sus funcionarios produzcan como efecto de su actividad o inacción en los bienes o derechos de las personas.
También ayudó a lograr la sanción del nuevo Código Procesal Penal requerido por el Poder Ejecutivo y la ley de telecomunicaciones, denominada Argentina Digital, que regula las tecnologías de la información y la comunicación.

Un "vuelco" más que llamativo del ex presidente en favor de su supuesto enemigo político tuvo lugar a la hora de la reestatización de YPF, siendo que había sido su gobierno el que la privatizó. Ante una consulta periodística, Menem se justificaba:
"Las cosas cambiaron. Yo no tengo nada en contra de los españoles, pero Repsol acá no invirtió nada".
Y también fue calurosamente saludado por los senadores kirchneristas cuando su presencia resultó clave a la hora de dar el quórum para avanzar con la aprobación de pliegos a militares, entre ellos, el de César Milani, actual jefe del Ejército, investigado por la desaparición de un soldado y por el exponencial e injustificado crecimiento de su patrimonio.

Resulta, como mínimo, ingenuo interpretar que a Menem sólo lo mueven ataques de generosidad hacia quienes en su momento él consideraba enemigos políticos.
No se puede afirmar en forma categórica que nunca vote conforme sus convicciones, pero resulta más que llamativo lo funcional que le ha sido al kirchnerismo durante la última década.
Esa conducta da para pensar cuáles son las razones políticas y no tan políticas de su comportamiento parlamentario, de sus oportunas alianzas con el Gobierno...
Qué es lo que negocia o lo hace cambiar de idea como para levantarse de la cama para ir a votar, por ejemplo, en medio de una licencia por enfermedad.

Después de haber hablado públicamente en innumerables oportunidades, el ocaso de su carrera política encuentra a Menem en silencio.
Tal vez crea que no tiene nada que explicar.
Hasta en eso coincide con el kirchnerismo.

Provoca pena que un ex presidente, en un estado delicado de salud como se encuentra Menem, esté cumpliendo un papel tan triste.

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