"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 19 de septiembre de 2016

18 de Septiembre

Norma Morandini

El 18 de septiembre de 1977 fueron secuestrados en Buenos Aires mis dos hermanos, Néstor y Cristina.
Tan sólo poco tiempo atrás supe que habían sido arrojados al mar.
No lo denunció un represor sino alguien que, preso, había colaborado con la dictadura.

El 18 de septiembre de 1985 el fiscal Julio César Strassera, en el alegato final de su acusación a los jerarcas de la muerte, pronunció la frase Nunca Más”.

El 18 de septiembre de 2006 desapareció Jorge Julio López.

Tres fechas unidas en el calendario, pero que también están ligadas por esa corriente subterránea que comenzó cuando el Estado se hizo terrorista, luego condenado en un juicio memorable que marcó el fin de la impunidad.
Sin embargo, la desaparición de Jorge Julio López en democracia, bajo un gobierno que se jacta de defender los Derechos Humanos, nos increpa sobre la herencia de los que hicieron todo en la clandestinidad y utilizaron la mentira como justificación.
Han pasado casi cuarenta años.
Para mí, fue ayer.
Nadie puede decir que mi familia, sobre todo mi madre, mi hermana Lisy y yo misma, no tuvimos la vida comprometida con la causa de los Derechos Humanos.
No nos beneficiamos.
No nos pusimos por encima de la ley.
No buscamos los favores del Palacio.
No andamos por la vida como comisarios políticos juzgando a los otros.

En estos días, en los que maliciosamente desde algunos organismos de Derechos Humanos me difaman porque hablo de perdón y la reconciliación, para los que me respetan y han acompañado mi lucha debo reiterar que cuando hablo de reconciliación, como lo dice la misma palabra, me refiero a reconciliar lo que fue violado:
La convivencia democrática.
El perdón es una actitud íntima, individual, sólo posible en nosotros mismos.
¿Qué nos tenemos que perdonar?
Nada más y nada menos que haber permitido que tantos compatriotas hayan desaparecido ante nosotros mismos, una sociedad aterrorizada que no quiso saber, nos cerró las puertas, nos estigmatizó.
Y es con esa sociedad con la que quiero reconciliarme, con los que me negaron, me cerraron las puertas, me estigmatizaron.
No con los torturadores.

No debo darle cuentas a ningún comisario político sobre lo que pienso, hago e hice.
Este 18 de septiembre reafirmo mi compromiso con la democracia y los auténticos Derechos Humanos, los que conjugan con la vida, para evitar que nuevas generaciones sean inmoladas por los fanáticos, los que no entendieron que el mayor consenso al que llegó nuestro país es el NUNCA MÁS a la violencia política y a la persecución.

Me entristece, sí, que personas de buen corazón desconfíen de mi conducta y en lugar de promover el debate, el diálogo en torno a la relación con el pasado, se llenen de desconfianza, ese veneno que nos dejó la dictadura y hace crecer el autoritarismo.
El monopolio del pasado no lo tienen los organismos de Derechos Humanos.

No son de nadie porque nos pertenecen a todos.

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