Si
bien nuestra Constitución establece en su artículo 14 la libertad de comercio,
todos sabemos que en la práctica tal cosa no existe.
Y
no de ahora, sino desde hace demasiados años.
Las
trabas al libre comercio suponen la fijación de tasas e impuestos
diferenciales, cosa que viola el principio de igualdad ante la ley, pero que
los gobiernos justifican en la necesidad de promover tal cosa o desincentivar
tal otra. Pero resulta que a esto se suma el establecimiento de
"permisos" para importar (en la "década ganada" las famosas
DJAI) y las prohibiciones de exportar (misma década, mismos dignatarios).
Es
obvio que prohibir vender o prohibir comprar, autorizar vender o autorizar
comprar todo lo que representa la lícita comercialización de bienes o
servicios, no solamente viola
elementales principios constitucionales de libre comercio, sino también de
disposición de la propiedad.
Claro,
si vos ponés a un funcionario a autorizar o no la compra o la venta de bienes
al o desde el Exterior, inmediatamente tenés el curro de que alguien pone el
proverbial "gancho".
Y
ese gancho tiene un precio, con más razón todavía en un régimen a todas luces
corrupto como fue el kirchnerista.
Que
alguien te autorizara a importar insumos, por ejemplo, significaba que además
te daba derecho a comprar a 9,50 el dólar que costaba 15 mangos.
¿Cuánto
cuesta de cometa que alguien te autorice a adquirir dólares a 2/3 de su valor
de mercado?
¿Cuánto
cuesta de cometa que además ese alguien te permita importar tornillos o bulones
que te son indispensables para completar el proceso de fabricación de tus
productos?
Cuando
alegremente se vincula al libre comercio con la ilegalidad se incurre en un
sofisma que cualquier economista con cierta base puede entender.
La ilegalidad, es
ilegalidad siempre.
No
se trata de que el libre comercio implique por ejemplo utilizar productos
químicos nocivos o cosas así.
Muchas
veces he escuchado y hasta leído opiniones en ese sentido de parte de
profesionales.
La
libertad, tanto económica como de cualquier índole, significa ser libres dentro
de la ley y del Estado de Derecho, no hacer lo que se nos canta el upite.
La
verdad es absolutamente al revés de estos discursos poco inteligentes, por
decir lo menos.
El
establecimiento de trabas y limitaciones, o el otorgamiento de permisos o la
sanción de prohibiciones, colabora absolutamente con el funcionamiento de la
coima.
Por
eso, durante la "década" pasó de todo en materia de DJAIS (declaraciones
juradas de anticipo de importaciones, para los legos) y ni qué hablar con las
exportaciones.
Tanto
la agricultura como la ganadería y la lechería sufrieron las consecuencias de
las trabas establecidas desde los tiempos del hoy santito Roberto Lavagna,
que fue el primero al que le oí decir "si
quieren quitar las retenciones (a las
exportaciones) armen un partido político y ganen las elecciones"
Pinturita
de demócrata el muchacho.
Pero
también, por lo menos por las denuncias de la AFIP, en la Aduana han ocurrido
otras irregularidades, aparte de las cometas que menciono.
Porque
también había compras de dólares al precio "oficial" para
importaciones que no se realizaban y otras cuestiones que no voy a meter aquí
para no densificar demasiado esta reflexión.
Claro,
si te venden a 9 lo que vale 15, es obvio que todo el mundo quiera comprar.
Si
el dólar vale 15 y para importar te lo venden a 15, se acaba el negocio, ¿se
entiende?
Es
obvio.
Lo mismo pasaba
con el llamado "dólar ahorro", un invento de Kicillof imposible de
superar en la escuela del surrealismo mágico más atrevido que pudiéramos haber
imaginado.
De
manera que ahora parece que saltan a la luz centenares de funcionarios
involucrados.
Seguramente
no todos quienes me leen han tenido que regresar al país en los años
"camporistas", cuando las colas en Ezeiza donde te revisaban hasta
detrás de las orejas a ver si traías "algo" como si tal cosa fuera a
desguazar la economía argentina.
Porque
esa es la otra pata de esta cuestión.
En
la Aduana, los puestos en Ezeiza son llamados (o lo eran hasta hace algunos
años, cuando por razones de trabajo yo tenía que lidiar en esas cuestiones) "privilegiados".
Puestos
privilegiados por el curro, muchachos...
Por
el billete de 100 dólares dentro del pasaporte.
100
dólares que no iban solo para el pinche que te revisaba el orto...
Sino
que por supuesto subía hasta la cúspide y luego "derramaban" un
porcentaje en el susodicho pinche...como un verdadero y genuino lupanar
(prostíbulo, bah).
Muy
bien, me voy a tomar un cafecito seguramente importado legalmente…
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