"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 29 de noviembre de 2016

Apocolocyntosis Divi Fideli - Parte II

Por Hadrian Bragation.
Sucedió el tiempo...

En 2015 visité Berlín y me acerqué, con la timidez de los herederos inmerecidos, a la editorial.
Me recibieron con comprensión, como quizás mi padre haya recibido a ese extraño.
En un cajón acorralado por la impiedad tecnológica, yacían copias de esas líneas que mi padre había compuesto y deshecho durante tantas jornadas (los originales nunca dejaron la casa familiar; mi padre se sentía el depositario y aun el verdadero poseedor, y no los compartió ni reveló).
Allí estaban el latín macarrónico, los párrafos de mi padre interpolados con los del autor (que algunos sospechan pudo haber sido Virgilio Piñera), las breves anotaciones al margen y unas cuantas iluminaciones con las que mi padre habrá querido morigerar la fatiga.
Mansamente, humildemente, traduje de regreso al español.
Vuelve, para asombro atroz, el fantasma de Hiram.
Hadrian Bagration

Apocolocyntosis Divi Fideli
Prólogo

El manuscrito, no importa la fecha de su lectura, resulta una anticipación.
No hay consenso sobre su autor: hay quienes sindican a Prado como aquél que compuso las dolorosas líneas; otros afirman que las dictó (no faltan quienes aseveran que se trató de un plagio o de un robo)
Prado, nos recuerdan sus detractores, había ejercido un oficio despreciable pero cercano a la literatura:
Esa sombría familiaridad le habría enseñado, aun involuntariamente, ciertas astucias.
Hiram Prado menciona escasos datos firmes:
Unas cuantas dataciones, una ciudad, nombres sin demasiada precisión.
El hábito del secreto y el hábito del disimulo lo habitaron hasta el final.

Es posible que creyera que ciertas revelaciones incómodas pudieran perjudicar a los nombrados, pero quiere la coincidencia que ninguno de ellos, al menos según el relato de Prado, more ya entre los vivos.
Los párrafos de Prado son un diálogo de muertos, un coloquio detallado y hasta cruel con quienes lo esperan (la sentencia es de Borges) del otro lado del mármol.
La metáfora sonará risible a oídos de quienes conozcan vida, muerte y destino de Hiram Prado:
No acabó, ni en memoria ni cuerpo, en tumba digna.

Hiram Prado, hacia el fin de sus horas, padeció una insana pasión por la confección de desordenadas listas de libros.
Los títulos figuran, no así los autores, que probablemente Prado ignoraba o aun quería ocultar.
Hemos resaltado su propensión a la sombra.
Por accidente o designio del destino, esas listas ya no existen:
Un descuido de investigadores o forenses, o quizás la inclemencia del azar, ha borrado su acalorado trabajo.  
Tienen razón quienes afirman que a la hora de escribir su testamento Hiram Prado ya no creía pertenecer a este mundo.
La versión presentada aquí no contiene omisiones.
Nada hay ya entre las líneas de Hiram Prado que solicite discreción.

Como post Facio (bella palabra que la Academia se rehúsa, quizás fundamentada mente, a habilitar) se incluye una brevísima relación del texto que indujera a Hiram Prado a decretar tantas caídas en desgracia, aun la suya propia. 

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