Pablo
Alfonso
La
subversión organizada por Fidel Castro en América Latina y algunos países de África
y Asia forma parte de una historia revelada hasta ahora sólo en parte, y en el
centro de la cual Estados Unidos estuvo siempre en su punto de mira.
El
componente antinorteamericano que Castro imprimió a la revolución se alimentó
en el fuerte sentimiento nacionalista que germinó en las élites sociopolíticas
cubanas con la intervención estadounidense en la guerra de independencia, que
impuso a la naciente república una enmienda que limitó por años su soberanía.
Para
una personalidad como la de Castro, con ansias de grandeza y de epopeyas
quijotescas, la perspectiva que el prócer independentista José Martí, tuvo en
su momento sobre el papel de Estados Unidos en la región, sirvió también para
sentirse heredero de ese legado.
La
carta inconclusa que Martí le escribió a su amigo mexicano Manuel Mercado desde
el campamento de Dos Ríos, el 18 de mayo de 1895, un día antes de morir, marcó
para siempre su pensamiento político:
“…ya estoy todos
los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber—puesto que lo
entiendo y tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo con la
independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y
caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice
hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como
indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de
proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para
alcanzar sobre ellas el fin.”
Copiando
la esencia de ese pensamiento Castro escribió a su secretaria Celia Sánchez, el
5 de junio de 1958 esta nota, que se convirtió con los años en objetivo
prioritario de su revolución.
“Al ver los
cohetes que tiraron en casa de Mario, me he jurado que los americanos van a
pagar bien caro lo que están haciendo. Cuando esta guerra se acabe, empezará
para mí una guerra mucho más larga y grande: la guerra que voy a echar contra
ellos. Me doy cuenta que ese va a ser mi destino verdadero.”
La
“guerra” que Castro “echó” contra Estados Unidos no fue, por supuesto, un
enfrentamiento frontal, pero duró toda su vida, tuvo como escenario tres
continentes donde organizó una veintena de movimientos guerrilleros que originó
dictaduras militares, provocó el surgimiento de grupos paramilitares,
desestabilizó la endeble democracia de la región, costó miles de muertos y al
final terminó en el fracaso de la subversión y en la ruina de la nación cubana.
Para
organizar sus planes subversivos Castro confió en un hijo de dos emigrantes
gallegos, perteneciente como él a la burguesía cubana, que se unió a las
guerrillas de la Sierra Maestra en 1957:
Manuel
Piñeiro Losada, conocido como Barbarroja.
Su
padre, un gerente de la Bacardí en la ciudad de Matanzas, lo envió a Estados
Unidos en septiembre de 1953. Piñeiro estudió Administración de Empresas en
Columbia University, New York y regresó a su natal Matanzas en 1955, casado con
la bailarina norteamericana Lorna Burdsall, de quien se divorció años después
para casarse con la marxista chilena, Marta Hanecker.
Durante
su estancia en las montañas orientales Piñeiro estuvo primero en la jefatura
con Fidel y después con su hermano, Raúl, en la creación del II Frente
Oriental.
Tras
el triunfo revolucionario fue el primer jefe militar de la provincia de
Oriente, y fundador de los Servicios de Inteligencia.
Viceministro
en el Ministerio del Interior desde 1961 y Jefe de la Dirección de
Contrainteligencia hasta su designación como Director del Departamento América
del Comité Central del Partido Comunista de Cuba en 1974, Piñeiro, “El Gallego”
para Fidel fue el hombre que coordinó en secreto los planes de Castro.
Vivió
todo el tiempo en las sombras y murió en peculiares circunstancias, la noche
del 11 de marzo de 1998, 3 días antes de cumplir 65 años.
Había
asistido a una recepción en la embajada de México, de donde salió manejando
para dejar al periodista Luis Báez en su casa del Vedado y se dirigía a la
suya, en Miramar, cuando al parecer sufrió un episodio de hipoglicemia y perdió
el control del vehículo, sufriendo heridas leves.
Trasladado
rápidamente a la Clínica Cira García le hicieron un reconocimiento y lo sacaron
de la hipoglicemia.
Al
recobrar el conocimiento, solicitó ser trasladado al hospital del Minint que
atiende a los miembros de los servicios de la Seguridad del Estado, donde
sufrió un paro cardiaco, al parecer debido a una hemorragia interna.
Esta
breve reseña sobre uno de los más destacados y misteriosos maestros del
espionaje cubano, se hace necesaria porque es imposible hablar de la subversión
castrista sin mencionar a Piñeiro.
“Algunas
de las tareas encomendadas por Fidel solo las supo Piñeiro y esos secretos se
los llevó a la tumba”, escribió el Coronel (r) de la Contrainteligencia cubana,
Nelson Domínguez Morera, alias Noel, al recordar su vida.
De
los secretos que no se llevó a la tumba, los historiadores y especialistas en
temas relacionados con el castrismo y los movimientos subversivos en América
Latina, han sacado a la luz una amplia gama de operaciones encubiertas,
inspiradas por La Habana.
Castro
dejó claro el papel que se reservaba para dirigir la revolución continental, al
proclamar en la Segunda Declaración de La Habana en febrero de 1962.
“El
deber de todo revolucionario es hacer la revolución. Se sabe que en América y
en el mundo la revolución vencerá, pero no es de revolucionarios sentarse en la
puerta de su casa para ver pasar el cadáver del imperialismo . El papel de Job
no cuadra con el de un revolucionario.”
Durante
las casi cuatro décadas que duró la subversión castrista en América Latina,
Cuba organizó y dio recursos logísticos y entrenamiento militar, entre otros, a
los siguientes movimientos subversivos:
Argentina:
FAR, ERP, FAP, Triple A, Montoneros.
Bolivia:
ELN
Brasil:
ALN
Colombia:
M19, FARC, ELN
Costa
Rica: La Familia
Chile:
MIR, Frente Patriótico Manuel Rodríguez
Ecuador:
Alfaro Vive ¡Carajo!
El
Salvador: FMLN
Estados
Unidos: Panteras Negras
Guatemala:
UNRG
Honduras:
Unificación Democrática
México:
Liga Comunista 23 de septiembre
Nicaragua:
FSLN
Perú:
ELN, MIR, Sendero Luminoso, MRTA
Puerto
Rico: Ejército Popular Boricua-Macheteros
Rep.Dominicana:
Movimiento 14 de junio.
Uruguay:
MLN-Tupamaros
Venezuela:
FALN.
Castro
dijo en julio de 1977 a la revista brasileña Veja, que esos gobiernos, contra
los cuales operaban las guerrillas "se
sentían en el derecho de promover el bloqueo y la contrarrevolución en
Cuba", razón por la cual "nosotros los cubanos nos consideramos con
entera libertad, por tanto, para apoyar los movimientos revolucionarios en esos
países".
Bajo
el comando del Departamento de Liberación Nacional adjunto al MINIT, que lideró
Piñeiro y más tarde tras la fachada del Departamento América del PCC, se
organizó en Cuba una Escuela Guerrillera de las Américas por la que pasaron
muchos líderes y combatientes de las diversas guerrillas izquierdistas de la
región.
Otra función de
ese departamento era la recepción en la isla de guerrilleros y líderes
políticos de izquierda que requerían salir de circulación, así como
combatientes heridos, que eran tratados por hospitales cubanos.
La
injerencia castrista no se limitó a América Latina, pero todavía no se ha
documentado lo suficiente su participación en los procesos subversivos en Así y
África.
Basta
señalar que, en enero de 1966, La Habana fue sede de la Conferencia
Tricontinental, convocada por el Partido Comunista de Cuba, de la cual surgió
la Organización para la Solidaridad de Asia, África y América Latina (OSPAAL),
para coordinar la lucha armada en los tres continentes.
En
ese sentido la aventura del Ché Guevara en el Congo, con su estrepitoso
fracaso, que costó vidas y cuantiosos recursos a Cuba, es un ejemplo de las
guerrillas internacionalista, auspiciadas por el castrismo.
A
esos proyectos clandestinos de subversión armada, hay que añadir la ayuda
logística y financiera que el castrismo otorgó a varios partidos políticos de
izquierda que llegaron al poder.
Maurice Bishop en Granada,
líder comunista del Movimiento de la Nueva Joya,, y Michael Manley del Partido Popular Nacional, en Jamaica, son dos
ejemplos típicos en El Caribe anglófono.
A
todos esos movimientos subversivos, en las montañas y ciudades, hay que agregar
la participación de tropas y asesores cubanos en los conflictos militares de
Argelia, Siria, Vietnam, Etiopía y Angola. Es una historia que está por
escribirse.
“Hoy puedo
afirmar“, escribe Jorge Masetti, hijo, hablando de la revolución en Argentina y
en el resto de América Latina, en su libro Los Hijos de la Revolución “que por suerte no obtuvimos la
victoria, porque de haber sido así, teniendo en cuenta nuestra
formación y el grado de dependencia con Cuba, hubiéramos ahogado el continente en una barbarie generalizada”
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