"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 6 de noviembre de 2016

La ficticia división entre la mujer y su sombra es algo muy habitual en nuestras sociedades actuales. (4)


El varón, muy frecuentemente, necesita para gozar de lo femenino tanto de la esposa como de la prostituta, que es su sombra.
No entiendo por qué al hablar de estas últimas se refieren al oficio más antiguo del mundo, cuando en realidad se trata de la esquizofrenia masculina más arcaica, eso sí.
Igual sucede en lo relativo a lo contaminante, a cierta suciedad despreciable, cuando para anunciar compresas dicen aquello de "Te sentirás limpia, te sentirás bien".
¿Cómo pueden unir ambos términos?
La sangre menstrual no tiene por qué hacerte sentir mal ni supone suciedad alguna.
Y, por el contrario, recién duchada te puedes sentir fatal.
La inmanencia-trascendente de lo sagrado femenino.
Tengo que ir recogiendo los dados lanzados sobre la mesa y concluir, si es que en este tema se puede concluir algo aproximado, pero... en fin.
Las palabras hierós y sanctus se refieren a lo sagrado trascendente, pero una trascendencia hacia arriba, hacia las divinidades uránicas, que unida a una lógica binaria deriva en el monoteísmo.
Se trata de una trascendencia deshumanizada, es decir, limpia, incontaminada, absoluta.
Es la alienación en el ideal que nos conduce en su extremo a los fundamentalismos.
Por el contrario, hagios y sacer, apuntan a una sacralidad inmanente que podría englobarse en la sacralidad de la Vida y la sacralidad de la Tierra con toda la imperfección que implica el devenir en marcha, lo relativo, lo humano, lo contaminado.
Tienen sentido, pues, las diferentes palabras, porque se refieren a distintas concepciones de lo sagrado. Las primeras denotan lo sagrado masculino; y las segundas corresponden a una sacralidad propia de lo femenino.
El objeto sagrado más representativo de la sacralidad trascendente masculina es el Falo como sublimación del pene, como fuerza y plenitud, como espada que divide lo significante y lo in-significante, que divide y excluye por tratarse de una metonimia, de una realidad parcial que aspira a ser totalizadora.

El Grial como metáfora de la búsqueda, es decir, del viaje hacia la sabiduría y la realización, no desciende de los cielos entre ángeles y trompetas ni lo porta un sacerdote, sino un grupo de mujeres que indican que ese cáliz sublime no es otra cosa que el caldero en el que se cuecen los elementos primordiales de la Vida, de la que surge todo.
La Mujer como materia, como matriz primordial, es el origen y final de esa búsqueda, porque en nuestra dimensión humana se unen materia y energía en un juego de densidades de diversa vibración: eso es todo. Es el Todo, como de modo clarividente intuyó Goethe.
Vivir lo sagrado femenino nos exige asumir la "sombra", porque la sombra no es el "thanatos" de Freud, ni lo "maldito" que condena la lógica binaria.
La sombra es nuestra fuerza más viva, la energía propia del arquetipo de "la mujer salvaje".
Como vemos en el mito de Psiché y Eros, el alma es una joven bellísima, aunque a veces abandonada, sucia, enferma, pero unida para siempre a Eros, elegida por el Amor a pesar de todos los obstáculos y pruebas por las que tiene que pasar.
El thanatos no es más que un invento de la lógica binaria, incapaz de encontrar el sentido si no es escindiendo la realidad en supuestos contrarios.
Y, por último, quiero decir que la inmanencia no implica la negación de la trascendencia, pero se trata de una trascendencia evolutiva, no hacia arriba en una sublimación enajenante hacia lo alto.
La trascendencia que emana de la inmanencia es una trascendencia hacia adelante.
Tal vez nuestro gran error haya sido despejar lo sagrado al corner, hacia los cielos impolutos de lo divino.
Lo terreno, en cambio, ha sido desacralizado y hemos buscado el sentido a través de socializaciones sexuadas.
Los varones vienen con un programa a cumplir: "Sé tú mismo".
Un programa que se lleva a cabo fundando la personalidad en el "ego" del triunfo personal.
Si esas expectativas no se alcanzan, el hombre se percibe como un ser frustrado, castrado en cierto modo.

Las mujeres, por otro lado, cargamos con otro programa:
"Sé para los demás", que engorda un "súper ego" que nos cae como una losa.
De no cumplir el programa, nos pasamos la vida luchando contra la culpa, siempre la culpa.
Ni unos ni otros somos libres.
Unos, inflados como globos fatuos…
Las otras, aplastadas por la carga de ser buenas hijas, buenas esposas, buenas madres, buenas ciudadanas aún a costa de nuestra felicidad.
Como no me es posible extenderme más, concluyo con un nuevo enigma, el mismo que Goethe nos propone en la estrofa con la que termina su Fausto:
"Todo lo transitorio es solamente un símbolo;
Lo inalcanzable aquí se encuentra realizado;
Lo Eterno-Femenino nos atrae adelante"

Victoria Sendón de León Referencias : 1 "Lo femenino y lo sagrado".
Cátedra. Madrid, 2000 pag. 792 Ibíd. pag. 793
JUNG, C.G.: "Símbolos de transformación".
Paidós. Barcelona, 1982 pag. 1954 Planeta.
Barcelona, 1985 pag. 1845 "El Cáliz y la Espada".

Cuatro Vientos. Santiago de Chile, 19906 "Priestess"7 "Poema de Gilgairada !!!!!

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