Malú
Kikuchi
Donald
Trump es el presidente electo de los EE.UU.
Aparentemente,
el hecho refleja que lo imposible, es
posible.
No
es político, no tuvo el respaldo del partido Republicano,
le
ganó en las internas a 15 pre candidatos, la mayoría de ellos políticos fogueados,
le
ganó a la prensa, le ganó a las encuestas, le ganó al “establishment”
demócrata, le ganó a las elites.
¡Ganó!
Ganó
con un discurso duro, violento, chocante.
Prometió
cosas imposibles (quizás no lo sean), se dirigió siempre a un electorado
predeterminado, que lo votó. Prometió cambiar la política de Washington y
limpiarla.
Hizo
la campaña típica de un populista latinoamericano.
Hoy,
los latinos están asustados y los progresistas preocupados.
¿Cómo gobernará
Trump?
El
mundo se lo pregunta.
¿Qué hará?
Es
imprevisible y sanguíneo, siempre listo para atacar.
Y
sin embargo…
El
Donald Trump que habló en su primer discurso como presidente electo, fue un
Trump feliz, pero sin euforia, sin gestos ni palabras altisonantes.
Habló de unidad
y de amor a su país.
Felicitó
a su contrincante, a la que había insultado durante toda la campaña.
La
elogió por el arduo trabajo de los últimos tiempos.
Un Trump
moderado, que intentaba tranquilizar.
Recién
al día siguiente, pasadas las 13 hs. (en Argentina), Hillary reconoció su
derrota; con un buen discurso.
A
su vez, felicitó a Trump y dijo que había que ayudar al presidente electo.
El
jueves 10, Obama recibió a Trump y a su gente en la Casa Blanca para empezar a
hablar de la transición.
El
encuentro duró una hora y media.
Obama
desencajado, tomando conciencia de que su “legado” no iba a sobrevivirlo.
Trump
parco en palabras, aclarando que se pusieron de acuerdo en algunas cosas y en
otras, no.
Probablemente
en esas “otras cosas”, nunca se pondrán de acuerdo.
Trump
dijo: “Me gustaría recibir sus consejos durante mi presidencia”
y
Obama contestó: “Ahora vamos a hacer todo lo posible para ayudarlo a tener
éxito, porque si tiene éxito, el país tendrá éxito”.
Mientras,
Michelle le mostraba la Casa Blanca a su sucesora Melania, con simpatía y buena
voluntad.
En
tanto el mundo especula sobre el futuro gobierno de Trump, que las mayorías
consideran que será desastroso para todos, Trump se comporta como el futuro
presidente de la nación más poderosa del mundo.
Como
cualquier otro presidente electo de los EEUU.
Porque el
sistema, cuenta.
Llevan
*227 años de sistema democrático ininterrumpido, aún con sus grandes defectos, pero siempre guardaron las formas de la
república.
Y
las formas hacen a la civilización humana.
Por
eso el virulento candidato Trump, es un digno presidente electo, que se atiene
al sistema y guarda las formas.
Después,
el tiempo dirá.
Trump
no le debe nada al partido republicano que no lo reconoció como propio, sólo tiene compromisos con sus votantes.
El
partido republicano tiene mayoría en las dos cámaras.
Se
teme que se convierta en un presidente autoritario.
Pero el partido
y el sistema, tienen un recurso constitucional para mantenerlo dentro de la
ley:
El
juicio político que EEUU utiliza cuando lo considera necesario.
De
todos modos, esta manera de actuar, tanto de Trump, como de Obama, nos recuerda
tristemente la transición y sobre todo la transmisión de mando de Cristina a
Macri.
Cristina
huyó al Clafate para no entregarle los símbolos del mando, bastón y banda (la
marcha de Ituzaingó se la olvidó) al presidente electo.
Se
tuvo que recurrir a un presidente por horas (Federico Pinedo, ya vice
presidente del senado), para la entrega de símbolos a Macri.
El gesto de
Cristina fue inmaduro, pequeño y ruin.
Quizás
las diferencias entre EEUU y Argentina se expliquen por el sistema de allá, y
la total falta de sistemas de acá.
Los
EEUU no son más poderosos por ser más grandes territorialmente, ni por tener
más recursos naturales…
Nosotros
también tenemos y muchos.
Ni
los estadounidenses son más inteligentes que nosotros.
Ellos tienen un
sistema a prueba de posibles errores y
nosotros no lo tenemos.
En
vez de odiar a los EE.UU, mientras corremos a Miami o a Nueva York a hacer
compras, incorporemos el sistema a nuestro anti sistema.
Esa
es la gran diferencia entre nuestros países, “es el sistema, estúpidos”.
Y
el insulto es para todos nosotros.
P.D.:
Hablando de estupidez, hagamos una colecta para regalarle un GPS a la canciller
Malcorra.
* “Es la economía, estúpido”, frase de James
Carville, asesor de la exitosa campaña demócrata de Bill Clinton, en 1992.
*George
Washington fue presidente por primera vez en 1789
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