En
la muy ilustre Villa y Corte
El
gulagcito
Fuente:
El Manifiesto.com
Sertorio
"ESPAÑOLES
WELCOME":
Así
rezaba la irónica pancarta que en junio del año pasado el Hogar Social de
Madrid colocó en la fachada del Ayuntamiento comunista para denunciar la otra
pancarta, la oficial, la de "Refugees Welcome".
Los
intereses del tiburón bancario y de la viperina izquierda enragée coinciden:
Globalización a
ultranza y destrucción de las naciones para crear un melting pot planetario,
sin identidad, ni arraigo, ni sentimiento de pertenencia.
Tengo
la fortuna de no vivir en Madrid, paso en raras ocasiones por esa cloaca moral
y política que es la capital del Estado y no sufro las gabelas, sanciones,
caprichos y alcaldadas de su equipo municipal, posiblemente el más rapaz y
chulesco del país.
No
me refiero sólo al soviet que desgobierna ahora, sino a todos los consistorios
que conocí mientras tuve la desgracia de ser ciudadano de la Villa y Corte.
Del Madrid de mi
infancia y juventud queda poco:
Es
todo más cursi, más caro y más comercial, la ciudad apesta a dinero y a
pretensiones de nuevo rico.
Peor
aún, los viejos bares de mis años mozos (Los Pepinillos, El Maragato, Los
Lagartos, el viejo Riaño, etcétera) han pasado a mejor vida o se han convertido
en horribles esperpentos de diseño, donde la mahou se vende a precio de La
Veuve Clicquot. Cuando este era un país libre, allá por los ochenta y los
noventa, uno podía ir de bares hasta el amanecer, encargar por cinco duros
aquellos míticos cubatas del Kwai o beber una litrona alegremente en un banco
junto a los amigos…
Con
menos de veinte euros actuales se aguantaba muy bien todo un fin de semana, ¿verdad,
Javier, Fernando, Carlos, Frank?
El
Madrid de aquellos años, antes de la peste popular, era una ciudad sucia,
destartalada y caótica, pero divertida, barata y espontánea.
Vital,
joven y llena de gente, no de oficinas y espantapájaros en bicicleta.
Esto
que os cuento suena ya tan legendario como la Atlántida.
Pero
no quiero hablar de mis nostalgias, sino de una noticia que sorprendió a un
buen amigo, quien me la comunicó entre consternado e incrédulo…
Pero
como luego la vimos confirmada por toda la prensa de la biempensancia, no nos
quedó más remedio que darle curso legal:
El
ayuntamiento de Madrid grado dispone de su propio gulagcito, de una policía
política que se dedica a amordazar las opiniones disidentes y que incurren en
afirmaciones cercanas al delito de odio, cuya tipificación es tan moldeable,
acomodaticia y capciosa como los intereses de la autoridad de turno.
Véase
el caso del autobús de Hazte Oír.
Como es de rigor
en toda iniciativa municipal, el objeto de esta partida de la porra no es sólo
aterrorizar a los que no comulgan con las ruedas de molino habituales, sino que
tiene un evidente fin recaudatorio:
Las víctimas de la Stasi podemita tienen que pagar fuertes multas por opinar a contrapié, con lo que el consistorio rojo une a los goces de la persecución ideológica el deliquio del atraco pistola en mano.
Las víctimas de la Stasi podemita tienen que pagar fuertes multas por opinar a contrapié, con lo que el consistorio rojo une a los goces de la persecución ideológica el deliquio del atraco pistola en mano.
Además,
al tratarse de sanciones administrativas y no penales, la protección jurídica
del reo ante la juez Carmena es casi nula.
La multa se
cobra por las buenas o por las malas o por las peores.
Luego,
usted reclame, que su recurso será revisado ad kalendas graecas.
Es
el mismo sistema expoliador y tiránico de las multas de tráfico o las sanciones
de Hacienda.
¡Así
se las gastan los demócratas!
Como
solución provisional para la defensa de la legalidad y los derechos humanos no
está nada mal:
Sólo
queda que se restauren el tiro en la nuca, el "paseo" y las fosas
comunes al estilo de Katyn, pero de momento hay que avanzar paso a paso por el
sendero luminoso que conduce al paraíso podemita.
A
mí tampoco me sorprende mucho esto.
Todo comunista
lleva dentro un policía, un inquisidor y un chivato.
Hay en los
marxistas leninistas un no sé qué de sectario, de fraile escolástico, de
teólogo rancio, de perseguidor puritano,
que
los emparenta con Calvino, Savonarola o Thomas Münzer, obsesos del poder y del
control de las conductas privadas.
Cuando
leemos a los clásicos de la iglesia estaliniana, no vemos otra cosa en sus
polémicas y condenaciones sino una versión aburrida y burocrática del Adversus
hæreses de san Ireneo o del Malleus maleficarum.
Si alguna
ideología moderna se ha dedicado a cazar brujas y a organizar autos de fe
inquisitoriales, esa es el comunismo.
Por
lo tanto, me parece perfectamente natural que creen una policía política allá
donde acumulen algo de poder.
Desde
la Revolución francesa, cuando Saint-Just proclamó la necesidad de un Estado
policial para defender las conquistas de 1789, nada ha cambiado en la sinistra.
Como
todos los organismos burocráticos, la Lubianka de la Plaza de la Villa irá
acumulando más y más competencias para conseguir más presupuesto y más
personal.
El
monstruo crecerá hasta convertirse en un poder independiente, con sus Yagodas y
sus Berias a las órdenes de Carmena y sus cuates.
No
hace falta ser un adivino para saber cuáles serán los siguientes pasos de la
GPU zarzuelera:
Agentes
secretos, guardias rojos de paisano y soplones irán por bares y tascas multando
a quienes, al calor de un sol y sombra, de un magno o de un larios cola suelten
cualquier improperio de tintes racistas, hetero patriarcales, homófobos o
islamicidas.
Multa
al canto y tentetieso.
De
todos es sabido que los delatores siempre tienen abundante trabajo donde el
partido ejerce su dictadura sobre el proletariado.
¿Cómo
evitar la multa por un exabrupto emitido en el calor de una discusión
alcohólica o tras un gol del delantero centro musulmán del equipo contrario?
No
existen detectores de chivatos, esto no es como lo de los radares;
tampoco
hay señales que nos anuncien su presencia.
Pero
si ve usted a un universitario enclenque, con coleta, paliducho, encogido de
hombros, con pinta de gafapasta cornalón junto a una novia fea y agria, procure
mantener la boca cerrada o todo el inextinguible resentimiento de un alfeñique
mal follado recaerá sobre usted en forma de denuncia:
No
se le ocurra ironizar sobre los cofrades de la Santa Hermandad gay,
ni
pedir medidas contundentes contra el imparable fundamentalismo religioso (ni se
le pase por el magín usar el adjetivo "islámico"),
ni
afirmar que la emigración puede destruir la cohesión de la naciones receptoras,
ni
decir que Franco hizo cosas buenas.
Sin
embargo, no todo está vedado…
Hay
genocidios que no son odio:
Los
ucranianos, los kulaks, las víctimas del Gran Salto Adelante y de la Revolución
Cultural.
También
los reaccionarios que se opusieron a Pol Pot y a Abigael Guzmán son
perfectamente exterminables.
Por
supuesto, se puede alabar la acción de las chekas en la defensa de la legalidad
republicana y la necesidad de torturar y ejecutar a los fascistas y a los
curas.
No
hay odio en Paracuellos.
Otrosí,
se puede hacer mofa, befa y escarnio de la religión católica: el sacrilegio y
la quema de capillas son lo más fashion entre la élite académica podemita.
Puede usted
reírse y hacer chistes macabros sobre las víctimas del terrorismo etarra (un progre
comme il faut siempre presume de los potes que se bebe en la herriko taberna
cuando viaja a Euzkadi).
Puede
asimismo soltar toda clase de frases ofensivas siempre que recaigan sobre
población heterosexual y blanca, perdón: caucásica.
Es
recomendable menospreciar la virilidad, la familia tradicional —no digamos ya
la numerosa— y preferir la vida de un gorila a la de un niño o la de un toro a
la de un torero.
Puede
usted ciscarse en España, quemar su bandera y pitar a su himno y a su rey.
Como
salta a la vista, hay muchas acciones que no suponen odio.
El
gulagcito de la Derechita
Pues,
con todo, esto no me sorprende tanto como lo que sucedería si el ayuntamiento
bolchevique de Madrid fuera vencido por lo que damos en llamar
"Derecha" y que sólo es una izquierda de efecto retardado.
Una
vez expulsada la morralla maoísta de las concejalías, el gulagcito seguiría
funcionando exactamente igual y con los mismos métodos y principios que ahora.
Las
derechas no saben de valores, sino de precios, y han adoptado el mismo enfoque
filosófico que la izquierda sartriana...
Sin
leerla, por supuesto.
Aunque
Podemos desaparezca de las instituciones, su ideología forma parte del Sistema,
donde el capitalismo salvaje se une al marxismo cultural más fanático.
Los
intereses del tiburón bancario y de la viperina izquierda enragée coinciden:
Globalización
a ultranza y destrucción de las naciones para crear un melting pot planetario,
sin identidad, ni arraigo, ni sentimiento de pertenencia, un hormiguero
consumista de individuos alienados al extremo.
En
el camino han sido "paseados" los conceptos de patria, por una parte,
y de socialismo, por otra.
Ahora
hay que evitar que alguien los exhume de alguna cuneta…
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