“Con una Justicia independiente, seria y
rápida, todo será posible; sin ella, nada lo será”
Cuando la semana pasada escribí sobre las
tormentas judiciales, no supuse que se convertirían en un violento tsunami que
sacudiría hasta el sótano el siniestro edificio de Comodoro Py, donde se aloja
el fuero más cuestionado y sospechado de la Justicia argentina, el Penal Federal.
Y no es para menos ya que, por primera vez,
la Corte Suprema de Justicia, por unanimidad, pidió al Consejo de la
Magistratura nacional que investigue la forma en que fue designado, para
completar transitoriamente la vacante que existe en la Sala I de la Cámara
Federal de Apelaciones, hoy integrada por Jorge Ballestero y Leopoldo Bruglia,
a Eduardo Farah.
Para quienes no son abogados, o no están
enterados de los entresijos de la corporación, tal designación hubiera debido ser hecha por sorteo, pero
Ballestero lo evitó con un retorcido argumento formal.
El alto Tribunal sospecha, aunque en el
pedido no fue expresado, que hubo alguna mano negra actuando ya que, cuando fue
resuelto el caso Cristóbal López, Fabián de Souza y Ricardo Echegaray, el
sorprendente fallo favorable a estos delincuentes fue firmado por Ballestero y
Farah, mientras que Bruglia votó en contra.
Los jueces resolvieron revocar la prisión
preventiva que afectaba a los dos primeros y, lo que es muchísimo más grave,
cambiar la carátula del expediente, transformando por arte de magia judicial un
delito claro de defraudación en otro por evasión fiscal.
El fallo será apelado la próxima semana pero,
si fuera confirmado por la Cámara de Casación Federal, permitiría a López y De
Souza obtener nuevas moratorias a largo plazo y baja tasa de la DGI y terminar,
de ese modo, con la causa penal que los involucra…
Echegaray, en ese caso, quedaría fuera de la
investigación.
Se los acusa no de evadir, es decir, no pagar
al Fisco lo que le corresponde legalmente, una conducta reprochable en la que
incurren muchos conciudadanos, sino de
no transferir a la AFIP los impuestos que cada automovilista pagó al momento de
cargar combustible en las estaciones de Oil, de la que son dueños estos
verdaderos caraduras, y en los que la empresa sólo actuó como agente de
retención.
Es lo mismo que un cajero de un banco no
ingresara el dinero que sus clientes depositan en las cuentas o que un
empleador se quedara con las contribuciones de los trabajadores, que le son
descontadas de sus sueldos; por supuesto en otra magnitud, porque lo que estos
señores robaron fue la bonita suma de ocho mil millones de pesos que, con
multas e intereses, ya llega a los diecisiete mil.
Y con ese dinero claramente ajeno financiaron
la alegre compra, entre muchas otras compañías, de medios de comunicación –como
C5N y otros- para apoyar a los Kirchner políticamente.
Era una natural compensación por los enormes
negocios que los patagónicos les habilitaron durante la década saqueada, donde
el juego fue una estrella siempre ascendente.
Ese brutal atraco sólo pudo realizarse con el
conocimiento y el permiso del ¿socio o simple empleado presidencial? Ricardo Echegaray, quien les
otorgó durante años sucesivos e ilegales planes de facilidades que los
cómplices incumplieron con idéntica regularidad.
Para liberarlos y minimizar el delito
cometido, Ballestero y Bruglia sostuvieron que, como los fondos nunca habían
llegado a manos de la DGI, en realidad no era un robo sino un pobre y simple
ocultamiento indebido. Simularon olvidar
que no se trataba de plata de estos “compañeros” sino de la nuestra.
El argumento es tan falaz y endeble que, con
toda razón, la Diputada Lilita Carrió se preguntó si la mano de estos jueces no
fue untada con billetes por los beneficiados por el disparate, y ya formuló la
correspondiente denuncia para que sea investigado ese aspecto.
La sociedad entera reaccionó con indignación, ya que está soportando una presión tributaria sideral,
y las redes sociales se poblaron de “memes” con feroces críticas tanto a los
curiosos magistrados cuanto a los ladrones. Todos sabemos cuánto nos cuesta
pagar impuestos, se trate de ganancias, ingresos brutos, aportes patronales,
IVA, combustibles, cigarrillos, etc., y que estos señores se hayan quedado con
ellos, y no paguen en la cárcel por hacerlo, nos debería resultar francamente
demasiado; es más, no podemos ni debemos tolerarlo sin protestar de todas las
maneras posibles.
Recuerdo que el 5 de agosto de 2017, cuando
nos reunimos en Plaza Lavalle para reclamar a la Corte por Justicia, causamos
estupor entre los jueces.
Nunca la corporación judicial se había
enfrentado a la protesta masiva y respetuosa de la ciudadanía y, por un tiempo,
se mostró preocupada por el absoluto descrédito que tiene entre nosotros.
Pero, evidentemente, algunas resoluciones
recientes del Consejo de la Magistratura y fallos como el que comento, muestran
que aquella manifestación no fue suficiente, y eso nos obliga a insistir en
nuestras quejas hasta que obtengamos lo que toda comunidad civilizada se
merece.
¡Miremos a nuestros vecinos y aprendamos de una vez!
En Uruguay, el Vicepresidente Raúl Sendic se
vio obligado a renunciar por el escándalo en ANCAP cuando era la cabeza de la
empresa pública;
en Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, está al
borde de ir preso por corrupción y su antecesora,
Dilma Rousseff, fue expulsada de la
Presidencia de la República por maquillar las cuentas públicas;
en Perú, cuatro presidentes tienen problemas:
Alberto Fujimori y Ollanta Humala están en prisión,
Alejandro Toledo está prófugo y, esta misma
semana, Pedro Pablo Kuzynski debió renunciar acusado de corrupción; y en
Ecuador, el Vicepresidente Jorge Glas está detenido por el affaire Odebrecht,
como varios de los nombrados antes.
Y en Francia ha sido procesado nada menos que
Nicolas Sarkozy por haber recibido dinero negro de Muamar el Gadafi para
financiar sus campañas electorales.
Observando esa lista de canallas a los que
les llegó la hora, ¿no deberíamos preguntarnos qué nos pasa?
¿No se nos debería caer la cara de vergüenza
por tener como legisladores, como funcionarios y como jueces a conocidísimos e
impunes delincuentes que se protegen mutuamente?
¿Cómo toleramos que tan pocos, enriquecidos a
costa nuestra, se rían de tantos?
Las mansiones, los aras de caballos de
carrera, los autos de lujo, los aviones, las joyas y los viajes por el mundo
los pagamos nosotros, con nuestros excesivos impuestos, con los hospitales y
escuelas que faltan, con la salud en crisis, con la escasez de viviendas, con
las cloacas y el agua potable que no están, con nuestra cotidiana inseguridad.
¿Y aun así lo soportamos calladamente, como
si no existiera el camino de decencia y progreso que nos enseñaron nuestros
próceres?
¿Es ésta la Argentina que queremos dejar a
nuestros hijos y nietos?
Mientras no modifiquemos el rumbo suicida que
llevamos desde hace más de setenta años, seguiremos siendo un país cada vez más
inviable, al cual sólo se arrimarán los saqueadores de toda calaña.
Y para torcer ese desgraciado destino el
esencial primer paso es limpiar la Justicia, desratizarla a fondo, expulsando
de ella a quienes no son dignos, sea por ignorancia, por cobardía, por afán de
lucro o por inhabilidad moral, de juzgar la conducta de los demás y de disponer
sobre su libertad, su honor y su fortuna.
Bs.As., 24 Mar 18
Enrique Guillermo Avogadro
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