Un
artículo sobre la oración publicado en «ABC» se hace viral:
«Rezar es un
privilegio inmenso»
El
artículo está dedicado únicamente a la oración
No
es habitual que un artículo dedicado estrictamente a la oración y lo que puede
ayudar a la persona tenga una página entera en la sección de opinión de un gran
periódico. Esto ha ocurrido con el texto que firma Miguel Ángel Robles y que
sale publicado en ABC Sevilla bajo el título Reza por mí.
Robles
es doctor en Ciencias de la Información por la Universidad de Sevilla y en su
trayectoria profesional ha trabajado en distintos medios de comunicación como
ABC, Europa Press, Canal Sur o Huelva Información. Actualmente, es consejero
delegado de Euromedia Corporate y también es profesor de Opinión Pública en la
Universidad Loyola de Andalucía.
Pero
no sólo ha conseguido salir publicado en un periódico sino que además se está
empezando a viralizar en las redes sociales.
Muchos usuarios de Twitter y
Facebook están compartiendo este bello canto a la oración, que sin pretenderlo
está llegando a miles de personas creyentes y no creyentes.
“Rezar,
y sobre todo que recen por ti, es la mayor aspiración que uno puede tener en la
vida.
Un
privilegio inmenso.
Es
querer tanto a alguien como pare rezar por él, y que alguien te quiera tanto
como para rezar por ti.
¿Cabe
mayor orgullo?
¿Existe
mayor plenitud”, afirma el artículo.
Cada
párrafo del artículo empieza igual:
“Rezar
es…”.
Por
ejemplo , es “curar las heridas, restañar los arañazos, superar el daño que te
han hecho.
Pasar
página y empezar de cero.
Perdonar
las ofensas y también pedir perdón.
Y
sobre todo tener gratitud.
Rezar
es dar gracias por vivir y por lo que la vida te ha dado.
Es
despertarse con las ilusiones renovadas.
Aferrarse
desesperadamente a lo inmaterial.
Acordarse
de lo que de verdad importa, y relativizar todo lo demás.
Es
establecer las prioridades, poner en orden los papeles de tu mesa, buscar la
trascendencia, pensar a lo grande.
Reza por mí
Rezar
es una conversación con los que ya no están, el recuerdo de los que te
antecedieron y la oración para seguir su ejemplo.
Rezar
es pedir por ellos.
Y
también pedirles a ellos por los que estamos aquí.
Es
el momento de más calma del día, y, en mi caso, el de primera hora de la
mañana, poco más de las seis, y el agua de la ducha caliente cayendo despacio
sobre los hombros.
Rezar
es una fotografía en sepia, un regreso a la casa de tus abuelos y al tiempo sin
tiempo de tu infancia.
Es
pasar por la Iglesia de San Pedro, de camino al colegio, y rezarle al Cristo de
Burgos un Padre Nuestro para que te ayude en los exámenes.
Es
el refugio del frío, y el silencio acogedor.
Rezar
es tener memoria.
Rezar
es lo que va antes del trabajo o después del trabajo, y lo que nunca lo
suplanta, porque ya lo dice el refrán: a Dios rogando y con el mazo dando.
Es
lo único que puedes hacer cuando ya no puedes hacer más, y es la forma de
comprometerse de quien no tiene otro medio de hacerlo, como cuando rezamos por
un enfermo que se va a operar y ya está todo en manos del cirujano (y de Dios).
Rezar
no hace milagros, o sí los hace, eso nunca lo sabremos, pero ofrece consuelo al
que reza y a aquel por quien se reza.
Rezar
nunca es inútil, porque siempre conforta.
Rezar
es decir rezaré por ti y, también, reza por mí.
Y
es, por tanto, lo contrario a la vanidad.
Rezar es la
aceptación de tus limitaciones.
Es
aprender a resignarse cuando lo que pudo ser no ha sido.
Es vivir sin
rencor, aprender a olvidar, aceptar la derrota con dignidad y celebrar el
triunfo con humildad.
Rezar
es resignación cuando procede, pero también arrebato y pundonor cuando toca.
Es
buscar las fuerzas si no se tienen y confiar en que las cosas van a ser como
deberían ser.
Rezar
es optimismo, no dar nada por perdido, luchar y resistir, como en la canción,
erguido frente a todo, y es mi padre antes de morir.
Rezar
es fragilidad y entereza.
Rezar es curar las
heridas, restañar los arañazos, superar el daño que te han hecho.
Pasar
página y empezar de cero.
Perdonar
las ofensas y también pedir perdón.
Y sobre todo tener
gratitud.
Rezar
es dar las gracias por vivir y por lo que la vida te ha dado.
Es
despertarse con las ilusiones renovadas.
Aferrarse
desesperadamente a lo inmaterial.
Acordarse
de lo que de verdad importa, y relativizar todo lo demás.
Es
establecer las prioridades, poner en orden los papeles de tu mesa, buscar la
trascendencia, pensar a lo grande.
Rezar
es desconectar y apagar el móvil.
Es
introspección en la sociedad del exhibicionismo.
Es
relajarse y calmar los nervios.
Y
prepararse mentalmente para lo que ha de venir.
No
es solo buscar el coraje, sino también la inspiración, la idea, el enfoque, la
luz, el claro en medio de la espesura.
Rezar
es razonar, aunque parezca lo más irracional que haya.
Es
la mente funcionando como cuando juegas un partido de tenis.
Es
planificar y anticipar las jugadas.
Es
abstracción en los tiempos de lo concreto y lo material.
Es
pausa en un mundo excitado.
Es
calma cuando todo es ansiedad.
Y
es aburrido en la dictadura de lo divertido.
Rezar
es una forma extrema de independencia, una actividad casi contracultural, lo
más punki que se puede hacer una tarde de domingo.
Es
la forma más radical de practicar mindfullness, tan pasada de moda que
cualquier día se volverá extraordinariamente cool.
Rezar
podría computar como horas de trabajo para los empleados públicos, pero no
sirve porque es una práctica “antisistema”, sin reconocimiento alguno del
establishment.
Tan
políticamente incorrecta que la gente oculta que reza como esconde la tripa
para la foto.
Rezar es un placer
oculto, que se reserva para la intimidad.
Un
acto privado, y casi a escondidas, que, cuando se hace acompañado, necesita
cierta oscuridad y mucha, mucha, confianza.
Rezar
es desnudarse y abrir tu alma a la persona con la que rezas.
Y
es una declaración de amor por la persona que tienes en tus rezos.
Es
derramar tu cariño sobre los que más quieres y sentir el cariño de los que
rezan por ti.
Rezar
es tener a otros en tus oraciones y estar en las oraciones de otros, que es
mucho más que estar solo en su memoria.
Rezar,
y sobre todo que recen por ti, es la mayor aspiración que uno puede tener en la
vida.
Un
privilegio inmenso.
Es
querer tanto a alguien como para rezar por él, y que alguien te quiera tanto
como para rezar por ti.
¿Cabe
mayor orgullo?
¿Existe mayor
plenitud que la de saber que hay una madre, un hermano, un hijo o un amigo que
quiere que Dios te proteja, y te dé salud, y te ilumine, y te ayude, y te
acompañe, y esté siempre contigo?
Rezar
es tener fe.
Tener
fe en la vida, en las personas, en tus amigos, en tus hijos, en tus padres, en
Dios.
Rezar
es la maestría de niños y abuelos.
Y
es un súper poder que nos predispone al bien.
Rezar
es creer y ser practicante de un mundo mejor...
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