Es
vital saber a quién designarán Canciller.
Hoy
en día, el cargo más importante a cubrir.
Antes
que nada, vaya un reconocimiento a Tío Alberto por el esfuerzo y el tiempo que
le está dedicando a la principal preocupación que hoy tiene el pueblo
argentino:
El histórico
conflicto latinoamericano, tan bien retratado por Eduardo Galeano en su inmortal
libro “Las venas abiertas de América Latina”.
Hubo
que esperar cinco siglos hasta la llegada de Alberto, pero valió la pena.
América del Sur
ya tiene conductor.
No
sabemos si va a lograr bajar la inflación o la pobreza en la Argentina.
Ni
siquiera sabemos si va a lograr que los partidos se vuelvan a jugar con
hinchada visitante, pero por lo menos ya
podemos decir que la emancipación latinoamericana está encaminada.
El
único problema es que, en su entusiasmo por la Patria Grande, Tío Alberto
cometió un pequeño error.
Veamos.
Toda
persona que alguna vez haya puesto un negocio de cualquier cosa sabe que hay
dos tipos con los que nunca te podés pelear:
El que te presta
la guita y el que te compra la mercadería.
Para
la Argentina, uno es EE.UU representado hoy por Donald Trump y el otro es
Brasil representado hoy por Jair Bolsonaro.
Y
con los dos se peleó Tío Alberto el lunes.
O
en todo caso, la línea interna del albertismo llamada lunesismo.
Lamentablemente,
esta semana la mejor línea interna de Tío Alberto que es el miercolismo, no
apareció con la misma intensidad con la que lo hizo las dos semanas anteriores.
De
hecho, el miercolismo se distrajo y permitió que el jueves se fuera a boludear
a Uruguay y se abrace con Tabaré Vazquez para alegría de los uruguayos que
todavía recuerdan el paso de Fernández por la jefatura de Gabinete de Kirchner,
cuando le bloquearon los puentes y le
hicieron la guerra al actual presidente charrúa.
Esperemos
que el kirchnerismo no se asombre si el próximo domingo el Frente Amplio pierde
el ballotage contra el candidato del Partido Blanco, Lacalle Pou.
Dicho
sea de paso, Tabaré Vazquez es un líder progresista al que la conspiración
mediática y judicial no ha perseguido, o sea, no fue víctima del famoso
lawfare.
Tampoco
Mujica.
¿Se
les traspapeló?
¿Se
olvidaron de los dos?
¿No
les importa Uruguay?
¿O
será que no los persiguen simplemente porque no son chorros?
Misterios
latinoamericanos.
El Gobierno de
Trump confirmó que habló con Alberto F y ratificó que “discrepan” sobre la
crisis en Bolivia
Todo
esto debería alertarnos sobre algo que la mayoría de la gente no está mirando.
El
país está pendiente del futuro rumbo económico y fundamentalmente de quien será
el ministro de Economía.
Yo
no me preocuparía por eso.
Algún
inútil ya van a encontrar.
Sin embargo, lo
que verdaderamente debería preocuparnos, y a lo que hay que prestar mucha
atención, es a la persona que van a designar como Canciller.
Hoy
en día es el cargo más importante a cubrir.
El
ministro de Relaciones Exteriores es el tipo que va a poner la cara por todos
nosotros ante el mundo.
Y
dadas las circunstancias internacionales en general y las regionales en
particular, el Canciller es la mitad
del gobierno.
Con
el tiempo veremos si la otra mitad es Alberto, Cristina o Máximo.
O
un cachito de cada uno.
Se habla de
Felipe Solá.
En
principio es una gran noticia.
Un
hombre muy inteligente que seguramente, de acá al 10 de diciembre, aprenderá a
hablar inglés.
¿Pero
qué pasa si lo de Solá es sólo un rumor?
¿Ya
llegó la autorización firmada por la Reina Madre desde La Habana?
¿Aparecerá
un tapado?
En
este punto cabe explicar que hablar inglés no significa saber decir “my teacher
is good and the pencil is red”.
Hablar
inglés es reunirte en un bar en el barrio de Georgetown con un importante
asesor del Secretario de Estado y poder mantener una conversación fluida sobre
acuerdos de biotecnología entre la Casa Blanca y la Casa Rosada sin necesidad
de un traductor para entender a un tipo que te va a estar hablando en un inglés
lunfa mientras toma cerveza y masca chicle a la vez.
Para
colmo la conversación hay que sostenerla con todo el talento que requiere la
diplomacia, recordando que “la diplomacia es el arte de mandar al
carajo a un tipo de una manera suficientemente elegante y sutil como para que
el insultado te pida que le indiques el camino” según inmortalizó
aparentemente Winston Churchill.
Por
supuesto también hay que saber hablar perfecto portugués.
El
portuñol no va más.
Como
mínimo tenés que saber hablar el idioma de los tipos que nos compran la
mercadería.
Alguien
de la línea miercolista de Tío Alberto debería explicarle al resto de las
líneas internas albertistas que hacer la L de Lula con los dedos será muy
simpático, pero por ahora el
presidente del Brasil va a seguir siendo Jair Bolsonaro hasta enero de 2023.
O
somos vivos o nos vamos a terminar metiendo los deditos de la L en el upite.
Es
hora de que nos tomemos el asunto de las relaciones exteriores en serio.
Los
grandes temas se cocinan después de caer bien en una recepción que da, por
ejemplo, el presidente del Banco Europeo en el castillo de una condesa italiana
junto al Lago di Como.
El
Canciller deberá ser una mujer o un
hombre preparado, entrador, seductor, educado, deberá manejar idiomas y poder
hablar de cosas interesantes.
Es
muy importante que el Canciller tenga una mirada crítica y equilibrada sobre lo
que ocurre en Bolivia o en Chile.
Pero
también tiene que saber que el cuchillo de pescado no se usa ni para cortar el
pescado ni para metérselo entre los dientes cuando se te queda una espinita. En
todo caso, un buen Canciller siempre lleva en el boslillo un escarbadiente para
usarlo escondido detrás de los cortinados.
Además
de afirmar con convicción que Venezuela es una dictadura, un Canciller debe
saber que el cuchillo de pescado se usa fundamentalmente para ayudar a subir el
bocado al tenedor y debe ingeniárselas para acomodarlo sin empujarlo con el
dedito.
Si
en el camino del plato a la boca, el trozo de bacalao se cae al piso, hay que
saber hacerse el boludo.
En
ese caso. si eligen a Solá, va a tener
que poner la misma cara que pone cuando le preguntan por su alianza en 2009 con
Macri y De Narváez.
Si
el Canciller es hombre, además de definir a la Unión Europea como el más
fenomenal acuerdo político logrado por Occidente, también tiene que saber
llevar la corbata.
Ahí
también me preocupa un poco Felipe, porque es de esos tipos que se les sube el
cuello de la camisa porque se las compran un talle más chico.
Como
Majul, que tarde o temprano va a fallecer en vivo en La Cornisa acogotado por
su propia corbata.
No
entiendo como todavía nadie les explicó a estos ñatos que las camisas se
compran cómodas de cuello y eventualmente si te quedan largas de mangas, las
acortás.
Idiomas,
elegancia, conocimiento del mundo.
¿Es
mucho pedir?
No
lo sé.
La
realidad indica que un Canciller tiene dos destinos posibles:
O
es una personalidad considerada en el mundo de la diplomacia internacional o es
ese boludo que está ahí parado, con un canapé en la mano.
El
Canciller es el cargo más importante de los tiempos por venir.
Espero
que Tío Alberto lo decida un miércoles...
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