Por
Carlos Berro Madero
“La
ira nunca carece de motivo, pero pocas veces se trata de un buen motivo” - Benjamin
Franklin
En
medio del acomodamiento azaroso del gobierno de los Fernández a una realidad
que se les impone en el día a día, y la lucha ideológica despiadada que han
iniciado para borrar cualquier vestigio –aún los buenos-, del período
presidencial del Ing. Macri, llama la atención el elevado diapasón de la furia
de muchos referentes del variopinto Frente para Todos respecto del ex
Presidente.
Algunos
se expresan “en sordina” (o eso tratan), y otros no pueden ocultar su rostro
desencajado cuando aluden, lanzando espumarajos por la boca, a lo que
consideran fue un gobierno sin valores (¿) y constituyó una amenaza para las
conquistas (¿) obtenidas por 12 años de un kirchnerismo probadamente rapaz e
ineficiente y 50 de peronismo aún peor.
Esta
actitud prueba en realidad que muchos referentes políticos, como señalan los
psicólogos, son propensos a volverse iracundos cuando se irritan por cuestiones que
deberían resolver ellos mismos sin lograrlo.
Por
ideología, o simplemente por ineptitud personal.
Está
probado que la intensidad del sentimiento de venganza respecto de una persona
(en el caso que analizamos, Mauricio Macri), se desata en forma más virulenta
cuando su juicio de valor denota una excitación nerviosa producida por no contar
con instrumentos de análisis alternativos desapasionados, porque cuando alguien
está invadido por un sentimiento de ira y tiende a pensar que las cosas
hubieran ido mejor sin los destinatarios de su ataque -lo que ocurre con el
kirchnerismo-, vuelve más intensos sus improperios al comprender, en su fuero
íntimo, que no puede afrontar problemas
provocados por su propia incapacidad para resolverlos.
La
catarsis que hacen en estos días algunos personajes de la talla de Hugo Moyano,
Forster, Massa, Katopodis y muchos intendentes despilfarradores del Gran Buenos
Aires –por dar algunos ejemplos al azar-, está dirigida a causar un daño
“adecuado” (¿) al Ing. Macri, al no poder tomar represalias contra quien – con
aciertos y con errores, no es el objeto de estas reflexiones hacer un
panegírico de su gobierno-, ejerció la Presidencia de la Nación haciendo todo
lo posible para torcer la inercia política que nos viene acechando desde hace
años y nos ha “plantado” finalmente en la irrelevancia.
Los
iracundos de hoy –algunos de los cuales
en los últimos cuatro años “ronroneaban” alrededor de Cambiemos para sacar
algún beneficio personal-, son los mismos que nunca han sabido qué hacer
sin fondos disponibles para canalizar sus “ensayos” ideológicos…
Y
parte de su ansiedad está provocada por la amenaza que significa el intuir que
los cambios que propusieron siempre cuando los tuvieron son hoy de realización
imposible.
Esto
seguramente favorece el recrudecimiento del sentimiento de impotencia que los
embarga:
Comprobar
que el problema de la Argentina no es Macri, sino más bien la necesidad
imperiosa de un cambio de actitud de toda la sociedad, que permita comprender
que ya no podemos andar pateando lingotes de oro acumulados en las bóvedas del
Banco Nación, como solía proclamar el “león herbívoro” (Perón dixit) en otros
tiempos, para atender ciertos desvaríos conceptuales.
Ya
no hay oro, ni tampoco dólares suficientes en reserva, porque los que había
fueron empleados en planes de desarrollo demagógicos que a modo de “rituales
sagrados fallidos” se repitieron durante 50 o más años.
Dicen
los psicólogos clínicos que muchas personas iracundas suelen reaccionar
intempestivamente cuando comprueban que la mayoría de sus preocupaciones no
provienen de las supuestas malandanzas de un sujeto o sujetos elegidos para
denostar, sino de la íntima comprensión
de que algunas de las acusaciones que se les formulan les alcanzan también a ellas.
Por
ello sería bueno avisarles a los que hoy se pasean por los medios de
información practicando el “tiro al muñeco” (Macri), que desactivaran sus
pensamientos inquietantes, antes que la espiral del vórtice que generan termine
devorándolos a ellos mismos irremisiblemente.
Porque
la ira encierra siempre en su interior un sentimiento de aguda impotencia
frente a una realidad que no se acepta ni consigue dominarse.
Y
en el caso del peronismo, ¡vaya si no hay motivos para que ello les ocurra!
Muchas
veces hemos pensado que quizá algún día les toque sufrir la caída de su propia
“cortinita” de hierro, como la de los soviéticos en Europa, en el momento que
millones de ciudadanos reaccionaron casi al unísono y les dijeron algo así
como:
“Váyanse
y no vuelvan más. Nos han engañado durante demasiado tiempo para que los
sigamos soportando”.
Muchos
estamos convencidos que ese día renacerá la Argentina de sus cenizas, sin
“patas peronistas” que valgan.
A
buen entendedor, pocas palabras.
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