Carlos
Pagni
LA
NACION
Al
tener en cuenta algunas de las novedades que transcurrieron esta semana, sobre
todo, en materia institucional y judicial sería oportuno preguntarle al
embajador de los Estados Unidos en Buenos Aires, Edward Prado , por qué
dispuso, él o sus superiores, la liberación de Julio De Vido y Roberto Baratta
.
O
tal vez haya sido el resultado de una exitosa gestión de Jorge Arguello .
¿Qué
es lo que se intenta explicar a través de esta ironía?
Con
estas liberaciones quedan en ridículo quienes sostienen la teoría del lawfare
como una conspiración del imperio norteamericano.
Es
decir, aquellos que creen que existe una relación mecánica y directa entre la
política de Estados Unidos y el castigo a la corrupción en determinados
funcionarios de América Latina .
En cuyo caso, no
se explicaría por qué Pedro Pablo Kuczynski - si hay un amigo de EE.UU. en la
región es él-, cayó por el caso Odebrecht .
Asimismo, queda
en ridículo también el sistema judicial.
A
De Vido y Baratta se les aplicó la prisión preventiva durante el gobierno de
Mauricio Macri , cuando estaban en la oposición, al alegarse que podían
destruir pruebas que jugaran en su contra o incluso fugarse durante los
procesos judiciales a los que estaban siendo sometidos.
Sin embargo,
ahora se los libera cuando su grupo político vuelve al poder.
Pero,
¿cuándo tenía más posibilidad de destruir pruebas en Río Turbio, Julio De Vido?
¿Cuándo
gobernaba Macri o cuando Río Turbio se encuentra bajo el mando de Aníbal
Fernández?
De estos
interrogantes se desprende un enorme malentendido.
Por
un lado, cuando se les aplicó la prisión preventiva a estos ex funcionarios,
muchos creyeron que se los estaba condenando efectivamente por los delitos que
se presume cometieron.
Y ahora, cuando
se los libera, se entiende que se los está exculpando de esos mismos delitos.
Ni
una cosa, ni la otra son verdaderas.
Pero
en ambos casos se genera una gran confusión en la opinión pública que le
permite a De Vido, por ejemplo, decir que como ahora han sido eximidos de la
prisión preventiva todo lo que se sospecha de ellos es falso.
Es
decir, así como en su momento se confundió a la prisión preventiva con una condena,
ahora se malentiende la excarcelación con una absolución.
Sin embargo, se
trata de algo muy difícil de hacer creer sobre todo si se recuerda, entre otras
cosas, que Ricardo Jaime confesó haber recibido coimas para atenuar la pena en
una causa judicial, e incluso dijo cuáles eran los empresarios que se la habían
pagado,
entre otros, los Cirigliano.
En
ese mismo sentido, cómo se podría creer en la inocencia de José López, un
hombre que revoleó 9 millones de dólares detrás de los muros de un convento, munido
de una ametralladora.
Por
otro lado, ¿cómo hacer para exculpar la maquinaria administrativa del
kirchnerismo con los cuadernos de Centeno publicados por LA NACION?
Cómo
hacerlo, cuando hay empresarios que admitieron haber pagado coimas en esas
circunstancias.
Más
allá de las innumerables objeciones que se pueden hacer a muchos de los
procedimientos, sobre todo de gente que ni siquiera fue llamada a declarar,
como por ejemplo Sebastián Eskenazi y Francisco Larcher, a pesar de la denuncia
del contador Manzanares.
¿Cómo se puede
ocultar lo que salió a la luz?
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