"Los
hombres y las naciones fracasan por las mismas fuerzas que los elevan".
Hilaire
Bellocq
Los
primeros cien días del gobierno de Fernández² han producido en ambas márgenes
de la brecha una sensación de estupor, producto
del ya innegable triunfo del cristinismo más duro.
Los
demoledores golpes propinados a la institucionalidad aterran a un lado, y el innegable fracaso de sus políticas
económicas frente a las delirantes promesas electorales en la campaña que los
llevó al triunfo, desesperan al otro.
La
tentativa de intervenir el Poder Judicial jujeño para liberar a la más
emblemática delincuente, Milagro Sala, va en ese sentido, pero el martes 10, a
las 18:00, se realizará una manifestación ante el Congreso para gritarle al
kirchnerismo: ¡No pasarán!
Es
inexcusable su presencia, porque nos estamos jugando el país del futuro, la
herencia de nuestros hijos.
Con
ello, daremos inicio a una generalizada resistencia civil y pacífica ante los
avances destructivos de estos crápulas contra la República.
Las
renuncias habidas en los tribunales confirmaron los tristes pronósticos en ese
sentido, y la repulsiva liberación de Julio de Vido y Roberto Baratta anticipa
el futuro de Amado Boudou, Milagro Sala, Ricardo Jaime y Luis D'Elía.
La
otra pinza para limitar los riesgos ya está construida, con la transferencia
del Programa de Protección de Testigos a la esfera de la Secretaría de
Justicia, o sea, con la entrega del
control de la seguridad de los arrepentidos a los denunciados por aquéllos.
El
regreso de lo peor de los años robados al poder, con la ya innegable sumisión
del Presidente a los siniestros designios de la araña que reina en el Instituto
Patria, queda expuesto por la reedición de la guerra gaucha (incentivada por
sus lenguaraces, Oscar Parrilli y Juan Grabois), por las renacidas tensiones diplomáticas con Uruguay y Brasil, los
avances permanentes contra la prensa libre, la humillación del Ejército y la batalla contra la Justicia en la
imparable carrera por la impunidad.
Mientras
tanto, esos ciudadanos de décima clase, los militares detenidos preventivamente
desde hace más de una década contemplan resignados como personajes condenados
por robar y matar (como sucedió con el crimen de Once), mucho más jóvenes y con
inexistentes dolencias físicas, son liberados sobre la base de presuntas
razones humanitarias que, para ellos, nunca son suficientes.
Agreguemos
a ese maloliente preparado la iniciativa de senadoras del oficialismo de evitar
la investigación judicial de los hechos de corrupción cuando estos hubieran
sido ventilados antes en la prensa, y tendremos un notable anticipo de cómo
será el país con el que sueñan.
El campo ha
decidido ir al paro a partir del lunes, y no comercializará carnes ni granos,
porque la presión impositiva dispuesta por Alberto ya es, lisa y llanamente, confiscatoria.
Mientras
eso sucede, la clase política se niega colaborar con la pregonada
"solidaridad" y a ajustar, aunque sea mínimamente, su inmenso y
descontrolado gasto.
Más
allá de la degradación moral que produce en toda sociedad la demostración de la
impunidad de los saqueadores y la inexistencia de instituciones, todo este
panorama trae aparejada una consecuencia dramática para el futuro:
La definitiva
imposibilidad del arribo de inversiones productivas a la Argentina.
Para
que quede claro, pregúntese usted mismo:
¿pondré
dinero en un país en el que la Justicia no es independiente ni seria y la
corrupción no se combate?,
¿dónde
un sinnúmero de funcionarios del primer escalón del Estado se encuentran
procesados por defraudación a la administración pública?,
¿dónde
hasta la Vicepresidente está múltiples veces imputada por la comisión de
infinitos delitos?,
¿dónde
la Constitución no se respeta y el Poder Legislativo cede sus facultades al
Ejecutivo, inclusive en materias vedadas, como los impuestos?
¿Iré
con mis dólares a un lugar del cual no podré sacarlos ni llevarme mis ganancias
genuinas?,
¿por
qué elegir un país tan dramáticamente controlado por los funcionarios de turno,
a quienes deberé pedir autorización para todo acto comercial?,
¿cómo
se trabaja en una economía que tiene una de las inflaciones más grandes del
mundo y siempre hay alguien que me dirá con qué cotización del dólar -de las
muchas que se operan en el mercado- deberé hacer mis cálculos de rentabilidad?,
¿por
qué ser parte de una sociedad que execra a los triunfadores y premia a los
vagos?,
¿quién
decidirá a qué precio deberé vender mis productos?, habiendo tantas opciones,
¿para
qué ingresar en un sistema impositivo totalmente confiscatorio en nombre de una
falsa "solidaridad"?,
¿dónde
si exporto seré castigado con retenciones de todo tipo?
La
respuesta obviamente negativa a todos esos interrogantes hace, por ejemplo, que
la mayor bendición de la naturaleza (Vaca
Muerta) esté al borde de transformarse en una nueva y gigantesca frustración.
La
razón de es simple: cuando se descubrió el gigantesco yacimiento, sólo había
uno similar en el mundo…
Hoy,
tantos años después, se explotan casi otros veinte, uno de los cuales -Texas-
ha transformado a los Estados Unidos en autosuficientes en petróleo, alterando
todo su posicionamiento geopolítico.
Con
la caída en los precios internacionales y las tarifas locales congeladas por
decisiones populistas que nos condenarán a reeditar la situación de dependencia
que vivimos en la extendida década robada, Vaca
Muerta se encuentra casi paralizada.
Mientras
tanto, los notorios avances en materia de combustibles no fósiles convertirán a
corto plazo al petróleo en cosa del pasado y en humo a esa ensoñación
argentina.
Bs.As.,
7 Mar 20
Enrique
Guillermo Avogadro
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