Por Carlos Mira
En el inexplicable “recuerdo” de otro 24 de marzo (la Argentina tiene esa inescrutable inclinación a elegir las fechas equivocadas para sus remembranzas, como el día de la muerte de sus próceres en lugar de recordar el día de su nacimiento o, en este caso, elegir el día del golpe militar y no el día, por ejemplo, en que Raúl Alfonsín ganó las elecciones de regreso a la democracia poniéndole fin, justamente, a aquel período militar) el país asistió a varios hechos simbólicos que tienen el denominador común de la preocupación.
Ayer parece haberse escrito el capítulo final de la caída de la “máscara de Alberto” con el que la comandante de El Calafate consiguió engañar con éxito a una franja intermedia de incautos que votaron aquella fórmula permitiéndole el triunfo a un huevo de serpiente que venía escondido en el caballo de Troya que siempre fue el actual presidente.
Toda
esa parodia, justamente, pareció terminar ayer. En un acto en donde la locutora
oficial cometió el “error” de presentar a Cristina Fernández como la “Sra.
presidenta” (sic), la comandante dinamitó las supuestas negociaciones de Martín
Guzmán con el Fondo Monetario al decirle a todo el mundo, a cara descubierta, “no
podemos pagar la deuda porque no tenemos plata”.
La “señora”
echó, con ocho simples palabras, a cientos de miles de argentinos adicionales a
la vergüenza de la pobreza y fulminó con el escarnio el poco prestigio que
tiene ya el país en el contexto mundial.
Desautorizó la
gestión de un ministro del presidente e hizo estallar cualquier posibilidad de
acuerdo.
El riesgo país
voló por los aires y la cotización de los bonos argentinos se cayó como un
piano, en una exhibición fenomenal de dilapidación de riqueza gratuita, como si
la riqueza nos sobrara.
Todo fue una puesta en escena pensada a propósito. Sin embargo, la movida no fue novedosa. Recuerdan ustedes cuando en 2014 Axel Kicillof estaba en New York prácticamente con un acuerdo cerrado y en medio del final de la negociación recibió la orden de la entonces presidente de regresar a Buenos Aires sin firmar nada. Ahora la “señora” volvió a repetir la jugada.
Una
secuaz, lugarteniente de la comandante, Hebe de Bonafini, enfrentaba al
presidente (que había dicho iba a honrar las deudas) preguntándole si sabía lo
que era el honor o si pensaba pagar la deuda con los salarios de los
trabajadores, sin advertir que el sistema que su facción impulsa hará que en un
tiempo más corto que largo, no haya más trabajadores.
La
condición de “trabajador” es una situación en la que una persona está a partir
de la existencia de trabajo.
Para
que haya trabajo tiene que haber alguien que lo genere.
Y
el sistema propiciado por el kirchnerismo tiende a hacer desaparecer de la faz
de la Tierra a todo aquel que genera trabajo.
De modo que matando a quien genera el trabajo, no habrá trabajo y por lo tanto no habrá trabajadores. Es curioso como toda esta gente da por sentado que ciertas cosas van a seguir ocurriendo hagan ellos lo que hagan. Pues no: frente a un sistema que asfixia a quienes crean trabajo, no habrá trabajo y por lo tanto no habrá trabajadores. La señora de Bonafini debería identificarse a sí misma como una agente profesional de la extinción del trabajo.
El
gobierno eligió también el simbólico día de ayer para retirar a la Argentina
del Grupo de Lima, que busca una solución para Venezuela con la terminación de
la dictadura castro/chavista de Maduro.
Para
ello emitió un comunicado que es, a los fines prácticos, un documento en donde
el país pasa a endosar ese régimen de servidumbre.
Luego
de los severísimos informes de los organismos internacionales de Derechos
Humanos que verificaron violaciones espeluznantes de esos derechos en
Venezuela, el gobierno kirchnerista no tiene mejor idea que elegir el día de la
Memoria y los Derechos Humanos para respaldar lo que se hace en ese país.
Como
señal de lo que pretende imponerse aquí, es francamente alarmante.
Ayer también Estela de Carlotto pidió meter preso a Macri, en otro alarde de la pasión comunista por la cárcel. Es tanto el éxtasis que sienten en poner a la gente entre rejas, simplemente porque expresan ideas contrarias al totalitarismo, que no pueden contener exigir esos objetivos a los cuatro vientos, como ya lo han logrado, por ejemplo, con el esposo de Carolina Píparo que hace tres meses que está preso con la excusa de haber lastimado a los motochorros que quisieron asaltar a su esposa por la calle.
También
ha comenzado el coqueteo del país con el Banco Asiático de Inversiones, un
ariete con sede en Beijing para seguir profundizando la cabecera de playa china
en la Argentina y en la región. El Banco Asiático de Inversiones reemplazaría
al Fondo como fuente de préstamos, porque esos dineros están bendecidos por el
aura comunista en contraposición con los que vienen con el anatema de
Washington.
Y
para rematar una jornada francamente para el olvido, el ex presidente Macri, en
un reportaje que concedió a Jorge Lanata, dijo que si Perón viviera se
afiliaría a Juntos por el cambio, en una nueva vuelta de pretender ganarle al
peronismo siendo más peronista que los peronistas.
Yo no sé cuándo la oposición va a aprender la lección de que debe olvidarse del peronismo y concentrarse en ofrecer a la sociedad una concepción social de la Argentina y del mundo completamente diferente a la del peronismo. Aquí no es cuestión de hacer bien lo que el peronismo hace mal: aquí es cuestión de hacer algo distinto. Ya son muchos los que se lo señalaron a Macri incluso durante su gobierno. Pero parece ser que el ex presidente no termina de entenderlo.
El 24 de marzo de 2021 debería ser una fecha que, a partir de ahora, deberíamos aprender a recordar como el día en que se rompieron los últimos diques de escrúpulos que, hasta ese momento, trataban de disimular el rumbo chavista del gobierno.
Desde
ayer no quedan dudas…
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