Por Esteban Bullrich
Leer los diarios argentinos es leer los diarios de un país sin tiempo.
Tanto
que si reeditáramos diarios de hace 30, 50 o 70 años nos costaría darnos cuenta
de que los títulos no son actuales.
Consecuencias
de un país que
Y si el presente requiere avasallar la justicia para acomodar los fallos a los deseos de turno, cerrar la exportación de carne para mentir que se intenta bajar la inflación, generar responsables falsos de los problemas de siempre para inventar conflictos que desvían la atención, pues allá vamos.
Actitudes
repetidas en los distintos presentes a lo largo de nuestra historia que, en
lugar de darnos la pauta de que el camino es por otro lado, nos siguen tentando
como si esta vez fuera a ser diferente hasta convertirnos en un país sin
esperanza. ¿Qué habría de esper, con honrosas excepciones, hace demasiado
tiempo que es puro presente.
Lo
único importante es este instante arse del futuro si todo es hoy? Nada, solo
permanecer.
Todo
lo que hace el gobierno se enmarca en esa visión sin trascendencia, sin
consecuencia, sin futuro. Como si nada de lo que pasa estuviera determinado por
lo que pasó antes, como si el futuro no se construyera con las acciones del
presente.
El
vacunatorio vip, ahora justificado por la necesidad de salvar a gente
“importante” de la sociedad, como si eso existiera. El testeo trucho de Ezeiza.
Los festejados vuelos de Aerolíneas para traer vacunas que le cuestan al país
una enorme cantidad de recursos que deberían destinarse a comprar más vacunas,
que no hay. Las declaraciones altisonantes que hoy defienden una cosa y mañana
la opuesta con la misma vehemencia.
Es
cierto que en medio de una pandemia (cada vez menos global, porque quienes
vacunan, salen), uno pueda verse atropellado por el presente. ¿Pero cómo
explican entonces la respuesta del gobernador de mi provincia, Axel Kicillof,
al exjugador de fútbol Matías Almeyda, que quiso proveer de vacunas a su ciudad
natal de Azul? No solamente lo mandó a leer “las leyes argentinas”, con toda
soberbia, sino que le espetó que “esta no es una cuestión de ‘sálvese quien
pueda’, ni de ‘primero yo’. Me parece que es una visión mezquina”. ¿No entiende
Kicillof que a este sálvese quien pueda nos empujan ellos que no consiguen
vacunas y que cuando las consiguen vacunan a sus militantes? Como dice un viejo
amigo: “nada importa, todo vale”.
No solo se repiten errores del pasado como si no tuvieran consecuencias, sino que se lo hace con persistencia y compromiso.
Cuando
Alberto Fernández, al asumir, nos invitó a sumarnos a una visión de país en la
que la unión y el trabajar juntos eran parte central, le di el beneficio de la
duda.
Creí
que esa era su intención y que era posible que impusiera su visión a la de
aquellos que solo querían volver a dominar todo para quedar impunes. Me
equivoqué.
No
creo que nos haya mentido, creo que Alberto fue víctima de su inoperancia e
incapacidad, extremadas por la pandemia.
Creo
que él soñaba con aunar fuerzas detrás de su visión y no con generar este país
dividido y encaminado una vez más a una confrontación social importante.
No
pudo, no supo, quiero pensar que sí quiso.
Ahora, frente a una derrota en la Corte por el decreto inconstitucional de cierre de escuelas, el presidente intenta una “cristinada” y busca cambiar la Constitución con una ley de mayoría simple. Indigno de un profesor de derecho, aun de un adjunto.
Esta
ley logra dos cosas: mostrar la desesperación del Presidente y que cuando
Cristina aparece con una iniciativa, Alberto se alinea y se inclina por el país
sin visión y sin futuro.
La
ley puede salir, pero va a sufrir las mismas consecuencias judiciales que el
decreto.
Es
obvio y lo saben.
Pero
eso es mañana, hoy habrán ganado una batalla, aunque pírrica, mañana será otro
día.
No
se puede vivir así.
Debemos
trabajar en organizar la resistencia.
Los
sectores productivos, los sindicatos que son menospreciados por Cristina, las
organizaciones sociales que quieren generar empleo genuino, los padres que
pelean por llevar a sus hijos a la escuela, los comerciantes que quieren
trabajar, los profesionales que quieren ejercer tranquilos, los distintos
partidos de oposición y también los sectores de la coalición de gobierno que
están tan desencantados como nosotros con el fracaso de Alberto y su
cristinización. Resistencia civil, ciudadana, pacífica.
Cada
sector tendrá su manera, abriendo escuelas, abriendo locales, marchando
pacíficamente como lo hicimos el año pasado.
Debemos
mostrarnos unidos en la vocación de cambio.
No
queremos el país de hoy sin mañana.
Queremos
el país que, aprendiendo de su historia, construye hoy un mañana mejor para las
generaciones futuras.
Nada más y nada menos...
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