Por Christian Sanz
¿Está bien este hombre?
Alberto Fernández no pasa por su mejor momento.
Decirlo es casi una verdad de Perogrullo.
Porque sus desvaríos pueden observarse a diario y sin necesidad de
ser un gran analista político.
Hace
apenas unas horas, por caso, se mandó un elocuente pifie en un posteó en su
cuenta de Twitter, relacionado al atentado sufrido por el diputado correntino
Miguel Arias.
“Deseamos la pronta recuperación del candidato agredido y exhortamos al @CorrientesGob a que garantice la paz y la seguridad en la jornada electoral del próximo domingo”, escribió el presidente.
Acto
seguido, el hijo del legislador lo corrigió con furia:
“Mi viejo no es
candidato, ya es diputado hace casi 2 años en el partido que VOS encabezás.
Me parece una
total falta de respeto y atención para nosotros que ni siquiera hayan
verificado quién era”.
Lo ocurrido es solo un botón de muestra, que refleja lo que a diario le sucede al jefe de Estado, atribulado por los diversos frentes que mantiene abiertos.
El
principal, aquel que investiga la joda en Olivos, durante el cumpleaños de su
mujer.
Mientras Alberto
insiste en que no cometió ningún delito, el fiscal directamente lo imputó.
Curioso,
porque si no hay delito no debería haber imputación alguna.
Como
sea, reputados abogados empiezan a dudar de los conocimientos del mandatario
sobre el tópico que jura dominar: el Derecho.
¿Cómo puede
Alberto desconocer que la violación del artículo 205 del Código Penal configura
un delito, hecho y derecho?
No es el único desacierto: también sostuvo que, al no haber habido contagiados en la fiesta de su pareja, no había nada que investigar.
Otro pifie de
proporciones, que fue refutado por varios expertos en abogacía.
“Si te allanan tu domicilio y en tu casa te encuentran explosivos, jamás podrías decir que no cometiste ningún delito porque no explotaron. Es un absurdo”, dijo el abogado Marcelo Suárez a este cronista.
Se
trata del Ombudsman de Tribuna de Periodistas.
No
fueron los únicos desvaríos presidenciales, hubo un tercero: ofreció hacer tareas comunitarias para
compensar la falta cometida.
Otro
error: los funcionarios públicos en actividad no tienen permitida la figura de
“probation”. De ningún tenor.
Conclusión: Alberto no solo desvaría en sus rutinas diarias, sino que empieza a denotar que desconoce sobre derecho básico.
¿Es para preocuparse?
Si se tiene en cuenta que es la persona que maneja los destinos de la Argentina, la respuesta es obvia...
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