El foco de las noticias está puesto en el crimen del kioskero de Ramos Mejía, pero desde hace tiempo en ese distrito el narcotráfico suma muertes
El partido de La Matanza quedó en el foco tras el crimen del kiosquero Roberto Sabo, ocurrido el domingo en la localidad de Ramos Mejía y que generó una fuerte protesta de los vecinos en la noche del lunes.
Sin
embargo, los homicidios dentro de ese territorio caliente del conurbano
bonaerense no son algo novedoso para los vecinos ni para la Justicia.
Según los datos
que publicó la Procuración bonaerense en 2020, La Matanza acumuló más de 67 mil
IPP, el 8,6 por ciento de la provincia.
Es la tercera
jurisdicción con mayor tasa de criminalidad, luego de Lomas de Zamora y San
Martín.
El año pasado, según el informe, hubo 140 homicidios dolosos cometidos, dos de ellos en ocasión de robo, como en el caso de Sabo, con 107 tentativas.
33
de estos casos fueron criminis causa, matar o intentar matar para ocultar otro
crimen.
Los robos son
otra historia: hubo más de 20.647 casos, con 7.581 de los hechos cometidos a
mano armada.
Hubo, también,
casi 10 mil casos de hurto.
De
los homicidios, 14 fueron presuntamente cometidos por menores. 270 de los casos
de robos corresponden a esta categoría.
Pero dentro del partido hay una zona envuelta en una trama de narcotráfico y marginalidad, que suma muertes dentro del clima social de hartazgo en relación con la seguridad y la justicia:
La vera del río
Matanza que atraviesa tres localidades matanzeras (Laferrere, Virrey del Pino y
González Catán),
hasta enero pasado había al menos un homicidio por mes o más, motivados por
ajustes de cuentas de las guerras entre pequeñas facciones narcos.
Dicen
que no hay un capo en el territorio, un líder, solo cowboys del paco
bonaerense, principalmente de nacionalidad paraguaya, disparándose entre sí.
El jueves pasado, un grupo de agentes de la Policía Bonaerense se encontraba abocado a la búsqueda de un menor de 12 años que se estaba desaparecido.
En
medio del rastrillaje, los agentes recibieron el dato de que podía estar a la
vera del río Matanza, a la altura de la localidad de Gregorio Laferrere, en una
zona rodeada de maleza y se dirigieron hacia el lugar.
Una
vez allí, se introdujeron entre los matorrales por un sendero para encontrar al
chico.
En
ese momento, los efectivos escucharon: “La Policía, la Policía, viene la Policía”,
y cuatro hombres comenzaron a dispararles mientras corrían en medio de la
maraña.
De inmediato, se inició un feroz tiroteo que acabó cuando tres de los hombres escaparon y uno de ellos cayó al suelo herido de bala.
En
ese instante, los policías se acercaron, le quitaron el arma y lo
identificaron: Mario Fabián
Estigarribia, de nacionalidad paraguaya.
Estigarribia
tuvo que ser trasladado a un hospital de la zona, pero falleció antes de
ingresar al centro médico.
Para los investigadores es una zona conocida.
Lo
describen como un territorio donde la vida vale poco y los crímenes
relacionados con ajustes de cuentas vinculadas a mezquindades entre tranzas
abundan.
El
13 de enero pasado, Federico Julio López y su compañero, ambos policías de la
Superintendencia de Drogas Peligrosas de la PFA, se entreveraron encubiertos en
un caminito a la vera del río Matanza, en el borde del Barrio Fátima de
González Catán, cerca de donde mataron a Estigarribia.
La
UFI temática de drogas de La Matanza, a cargo de la fiscal Julia Panzoni, les
había enviado un oficio a comienzos de ese mes para entrar en el territorio e
investigarlo.
López
y su compañero llegaron a bordo de un Chevrolet Corsa gris al asentamiento de
casas bajas, rodeado de vegetación.
A
los pocos segundos, salieron del lugar heridos de bala.
López recibió un impacto de lleno en el cráneo, cuando un grupo de hombres con armas en las manos les gritó, como si ellos mismos fueran los policías, y tiraron.
Fue
trasladado de urgencia al hospital Churruca poco después.
El
agente continúa internado, aunque fuera de peligro, según confirmaron fuentes
judiciales.
Su
compañero terminó ileso.
La
investigación está a cargo de la fiscal Andrea Palín, titular de la UFI Nº9 de
La Matanza, quien había arrestado a uno de los sospechosos por el ataque y lo
acusó por homicidio en grado de tentativa.
Meses después del ataque al policía López, la Superintendencia de Drogas Peligrosas de la PFA realizó 23 allanamientos en la zona y detuvieron al hombre señalado como el tirador apodado “Bodoque” junto a otros 10 sospechosos.
Los
detectives llegaron a él a partir de una fotografía que habían logrado captar.
Así
hallaron a alias Bodoque, de nacionalidad paraguaya, en el barrio y lo
arrestaron.
Según
indicaron, el sospechoso sería uno de los hombres “pesados” dentro de la zona
en el negocio del narcomenudeo.
En
los operativos, ordenados por la fiscal Panzoni, que contaron con helicópteros
volando la zona y agentes a bordo de lanchas, secuestraron cerca de 40 panes de
marihuana, varios kilos de cocaína fraccionada lista para la venta, balanzas,
armas y granadas.
Por
otro lado, según indicaron fuentes del caso, se llegó hasta el lugar con
topadoras para derribar los bunkers asentados en la zona, donde se concretaba
la venta de estupefacientes.
Sin embargo, el foco de los detectives sobre esa zona comenzó algunos años antes.
En
diciembre de 2019, la Policía Bonaerense detuvo en Laferrere a diez personas
que integraban la organización, que en ese momento las crónicas policiales
llamaron: “La banda del Carancho
paraguayo” o del “Zar de la costa”, por el apodo del presunto líder que
habían arrestado.
Se
trataba de José Ruiz Díaz Cabaña, alias “El Carancho”, un narco de poca monta
que organizaba la venta en ese territorio para Hernán Darío Escurra alias “El
Nono”, un barra del club Laferrere también detenido en noviembre pasado.
“El Carancho”, además, cargaba con causas de homicidio.
Según
una investigación judicial a cargo de la fiscal Panzoni, la gente que trabajaba
para “el Carancho” se metía dentro del monte, armaba carpas y vendía drogas. Su
vía de escape era particular, habían instalado una tirolesa para cruzar el río
hacia el margen del partido de Ezeiza. Así, comenzaron las disputas
territoriales a sangre y fuego.
Una de las
víctimas fue Alexis Maximiliano Zacarías, de 29 años, ejecutado de un tiro en
la cabeza: “El Carancho” Cabaña fue imputado por el crimen.
Los
casos en esa zona tienen grandes similitudes.
El
24 de julio de 2019, por ejemplo, la Policía Bonaerense, tras un llamado al 911
en González Catán, halló un cuerpo envuelto en un colchón a la vera del río;
fue identificado como Emilio Guchea, de 19 años.
Algo parecido sucedió pocos días después cuando los agentes encontraron el cadáver de otro joven, Nahuel Ramírez. También enrollado en sábanas y a la vera de un arroyo en Laferrere.
Otro
caso idéntico fue el homicidio de Luis Rojas, de 25 años, registrado el 25 de
octubre de 2019.
“Tu marido está
en el fondo del 38 tirado, lo mataron”.
Así
le comunicaron a la esposa de Rojas que habían asesinado a su pareja.
Sus
restos estaban envueltos en frazadas y había recibido un tiro en la cabeza.
Aún
no hay detenidos por el caso.
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