Nos dirigimos a todos los hombres de buena voluntad para exhortarlos a celebrar «El Día de la Paz» en todo el mundo, el primer día del año civil, 1 de Enero de...
Sería nuestro deseo que después, cada año, esta celebración se repitiese como presagio y como promesa, al principio del calendario que mide y describe el camino de la vida en el tiempo, de que sea la Paz con su justo y benéfico equilibrio la que domine el desarrollo de la historia futura.
Nos pensamos que esta propuesta interprete las aspiraciones de los Pueblos, de sus Gobernantes, de las Entidades internacionales que intentan conservar la Paz en el mundo, de las Instituciones religiosas tan interesadas en promover la Paz, de los Movimientos culturales, políticos y sociales que hacen de la Paz su ideal, de la Juventud, —en quien es más viva la perspicacia de los nuevos caminos de la civilización, necesariamente orientados hacia un pacífico desarrollo—, de los hombres sabios que ven cuán necesaria sea hoy la Paz y al mismo tiempo cuán amenazada.
La proposición de dedicar a la Paz el primer día del año nuevo no intenta calificarse como exclusivamente nuestra, religiosa, es decir católica...
Querría encontrar la adhesión de todos los amigos de la Paz, como si fuese iniciativa suya propia, y expresarse en formas diversas, correspondientes al carácter particular de cuantos advierten cuán hermosa e importante es la armonía de todas las voces en el mundo para la exaltación de este primer bien, que es la Paz, en el múltiple concierto de la humanidad moderna.
La Iglesia Católica, con intención de servicio y de ejemplo, quiere simplemente «lanzar la idea», con la esperanza que alcance no sólo el más amplio asentimiento del mundo civil, sino que tal idea encuentre en todas partes múltiples promotores, hábiles y capaces de expresar en la «Jornada de la Paz», a celebrarse al principio de cada nuevo año, aquel sincero y fuerte carácter de humanidad consciente y redimida de sus tristes y funestos conflictos bélicos, que sepa dar a la historia del mundo un desarrollo ordenado y civil más feliz...
La Iglesia Católica procurará llamar a sus fieles a celebrar «la Jornada de la Paz» con las expresiones religiosas y morales de la fe cristiana; pero considera necesario recordar a todos aquellos, que querrán compartir la oportunidad de tal «Jornada», algunos puntos que deben caracterizarla; y primero entre ellos:
1. La necesidad de defender la paz frente a los peligros que siempre la amenazan
. El peligro de supervivencia de los egoísmos en las relaciones entre las naciones . El peligro de las violencias a que algunos pueblos pueden dejarse arrastrar por la desesperación, al no ver reconocido y respetado su derecho a la vida y a la dignidad humana..
...
"Es decir de las negociaciones fundadas en el derecho, la justicia, la equidad, sino sólo por los de las fuerzas espantosas y mortíferas.
La Paz se funda subjetivamente sobre un nuevo espíritu que debe animar la convivencia de los Pueblos una nueva mentalidad acerca del hombre, de sus deberes y sus destinos.
Largo camino es aún necesario para hacer universal y activa esta mentalidad; una nueva pedagogía debe educar las nuevas generaciones en el mutuo respeto de las Naciones, en la hermandad de los Pueblos, en la colaboración de las gentes entre sí y también respecto a su progreso y desarrollo.
Los organismos internacionales, instituidos para este fin, deben ser sostenidos por todos, mejor conocidos, dotados de autoridad y de medios idóneos para su gran misión.
La «Jornada de la Paz» debe hacer honor a estas Instituciones y rodear su trabajo de prestigio, de confianza y de aquel sentido de expectación que debe tener en ellas vigilante el sentido de sus gravísimas responsabilidades y fuerte la conciencia del mandato que se les ha confiado.
Una advertencia hay que recordar:
"La paz no puede estar basada sobre una falsa retórica de palabras" - bien recibidas porque responden a las profundas y genuinas aspiraciones de los hombres -, pero que pueden también servir y han servido a veces, por desgracia, para esconder el vacío del verdadero espíritu y de reales intenciones de paz, si no directamente para cubrir sentimientos y acciones de prepotencia o intereses de parte.
Ni se puede hablar legítimamente de paz, donde no se reconocen y no se respetan los sólidos fundamentos de la paz:
< la sinceridad, es decir, la justicia y el amor en las relaciones entre los Estados y, en el ámbito de cada una de las Naciones,
< de los ciudadanos entre sí y con sus gobernantes;
< la libertad de los individuos y de los pueblos, en todas sus expresiones. cívicas, culturales, morales, religiosas; de otro modo no se tendrá la paz —aun cuando la opresión sea capaz de crear un aspecto exterior de orden y de legalidad—, sino el brotar continuo e insofocable de revueltas y de guerras.
Es, pues, a la paz verdadera, a la paz justa y equilibrada, en el reconocimiento sincero de los derechos de la persona humana y de la independencia de cada Nación que Nos invitamos a los hombres sabios y fuertes a dedicar esta Jornada.
Así, finalmente, es de augurar que la exaltación del ideal de la Paz no favorezca la cobardía de aquellos que temen deber dar la vida al servicio del propio país y de los propios hermanos cuando estos están empeñados en la defensa de la justicia y de la libertad, y que buscan solamente la huída de la responsabilidad y de los peligros necesarios para el cumplimiento de grandes deberes y empresas generosas:
"Paz no es pacifismo, no oculta una concepción vil y negligente de la vida, sino proclama los más altos y universales valores de la vida: la verdad, la justicia, la libertad, el amor.
Y es por la tutela de estos valores que nosotros los colocamos bajo la bandera de la Paz e invitamos hombres y Naciones a levantar, al amanecer del año nuevo, esta bandera que debe guiar la nave de la civilización, a través de las inevitables tempestades de la historia, al puerto de sus más altas metas.
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PAULUS PP. VI
MENSAJE DE SU SANTIDAD PABLO VI PARA LA CELEBRACIÓN DEL «DIA DE LA PAZ»
1º de Enero de 1968
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