Por Susana Merlo
Campo 2.0
Como era previsible, pasadas las elecciones presidenciales de octubre, se disparó el blanqueo de distintas variables que venían siendo contenidas artificialmente por el Gobierno.
Desde el valor del dólar, pasando por una serie incalculable de subsidios, o la más que atrasada actualización en los costos de los servicios.
Todo parece haber entrado en una abrupta y forzada etapa de sinceramiento.
Y casi más shockeante que esto es que las provincias, sospechando (con razón) que las restricciones van a alcanzar también a varias de las partidas que les envía el Gobierno nacional, comienzan a tratar de adelantarse en la “captura” de recursos.
Después de todo, es bien sabido que a la hora de los cumplimientos fiscales la prioridad es para la Nación, luego vienen los impuestos provinciales y, mucho más lejos, las tasas municipales.
Así, como Túpac Amaru traicionado por distintas fuerzas (que terminaron destrozándolo), los contribuyentes locales están ahora en la óptica de la Nación, de algunas provincias como Santa Fe, Córdoba o Buenos Aires (que fueron las primeras en reaccionar aunque, seguramente, se van a sumar otras en las próximas semanas), y no pasará demasiado hasta que los municipios, también rezagados a la hora del reparto nacional (como aquella “coparticipación” por el último incremento en las retenciones a la soja, ¿recuerdan?), se sumen también a la carrera fiscal.
El Gobierno central busca “cerrar” sus alicaídos números, restringe al máximo las importaciones y “sugiere” a las multinacionales no girar dividendos mientras las insta a liquidar divisas localmente. Controla (con lo que puede) la venta de dólares mientras tapa el sol con las manos.
Las provincias, a su vez, saben que la Nación las aventaja a la hora de cobrar impuestos, pero tienen los mismos problemas: la plata tampoco les alcanza.
Los costos aumentan, también hubo subas de salario previo a las elecciones y si para colmo se desacelera la economía, entonces también la recaudación global va a caer: mayores gastos, menores ingresos...
Ante esto, ¿qué hacer?
¡Aumentar los gravámenes!
Así, aunque sean menos los que pagan (
ya que a mayor presión, mayor evasión), los contribuyentes regulares ayudarán a tapar, aunque sea parcialmente, el bache.
Al menos así parecen haberlo considerado ya Santa Fe, Córdoba y la provincia de Buenos Aires, la más grande y, por lejos, la más endeudada de todas, al punto que se estima en $ 1.900 millones el incremento impositivo que se intenta vía inmobiliario, ingresos brutos y automotores.
Y si bien en algún caso se estima alcanzar y/o recargar a actividades como el juego, en general el aumento impositivo recae sobre buena parte de actividades productivas, restándoles entonces capital de trabajo.
En el caso del campo, gravado adicionalmente con fuertes retenciones (aunque los productos se destinen al consumo en el mercado interno), el panorama se ensombrece aún más por la caída relativa que vienen registrando los precios internacionales de los granos, a los que se agrega el aumento de las tarifas, la suba del dólar (por ende, de muchos insumos estratégicos), etc.
Y, aunque esta situación era previsible para los analistas bien informados, parece haber sorprendido a la mayoría de los productores que ahora, ante la inminencia de la cosecha de trigo, “descubren” que la actividad generará quebranto, y comienzan a sucederse asambleas y protestas que difícilmente lograrán alguna corrección por parte del gobierno.
Seguramente va a ocurrir lo mismo con los granos gruesos (soja, maíz, girasol), independientemente de las alternativas climáticas a partir de aquí.
Así, la actual cosecha 11/12, que aún se preveía similar a la previa, en alrededor de 96/98 millones de toneladas, puede llegar a dejar un tendal por el camino ante la suba de costos, la caída de la renta por la baja en las cotizaciones y la previsible mayor presión impositiva que los distintos niveles de Gobierno están instrumentando.
Y como cada cual parece atender solo a su necesidad, nadie parece darse cuenta que el sujeto imponible, y sobre el cual recae todo el peso fiscal, es siempre el mismo y sólo uno:
“el contribuyente”, que ahora, en más de un caso, deberá optar entre afrontar las crecientes obligaciones impositivas o intentar mantener su actividad productiva.
Un dilema difícil de dilucidar.
Y esto recién empieza…
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