Chávez quiere usar el cuarto mandato para profundizar la “cubanización” de Venezuela, pero su salud puede influir en el rumbo del país.
La victoria de Hugo Chávez en las elecciones presidenciales del día 7 de octubre, ocurrió en el medio de una certeza a la incertidumbre.
La certeza es que el caudillo que recibió el 54% de los votos pretende hacer más de lo mismo.
La incertidumbre es si será capaz de gobernar hasta el fin de su cuarto mandato, esta vez de seis años.
Su principal adversario, Henrique Caprile Radonski, abogado y gobernador del estado de Miranda, obtuvo casi el 45% de los votos.
Fue la mayor votación obtenida por un candidato de la oposición en elecciones presidenciales desde que Chávez asumió el poder hace trece años.
Si no está incapacitado para gobernar por causa de un cáncer operado a mediados del año pasado (los detalles sobre la gravedad de la dolencia son secreto de estado), el presidente completará veinte años en el comando de un proyecto alucinado que ha destruido las bases económicas del país.
De ahora en adelante, el prometió formar una “revolución socialista” irreversible, su política incluirá como siempre,
confiscación de empresas,
persecución a los opositores y a la imprenta independiente,
control artificial de los precios,
centralización de la economía
y sumisión de la justicia a los intereses del partido en el poder.
Lo que ya es un desastre tiende a empeorar.
Después de asumir el control de la producción y de cada importación de alimentos cuyo efecto imprevisible fueron las estanterías vacías e inflación, el gobierno ahora pretende dominar el mercado de los remedios. Chávez también seguirá exprimiendo la petrolera PDVSA cuyo dinero el distribuye a la población a cambio de votos.
Esa práctica hace que la deuda estatal, antes que era de 6 billones de dólares ya supere los 50 billones de dólares.
El crecimiento económico de Venezuela se basa en elevadísimos gastos gubernamentales a costa de PDVSA.
Es un modelo que no se sustenta, dice el economista José Toro Hardy ex director de la empresa.
Como no se invirtió en la manutención de los equipamientos y en nuevas prospecciones, la producción de petróleo cayó un 22%.
Para tener liquidez la estatal recurre al Banco Central.
Sin su gallina de los huevos de oro el gobierno continuará buscando recursos en el exterior.
En trece años Chávez multiplicó por siete la deuda externa de Venezuela.
Los lazos con el narcotráfico, otra fuente de ingresos, crecerán.
El país hoy es camino del 24 % de la cocaína enviada afuera de América del Sur.
Hasta el 2019 Venezuela se consolidará como un estado policíaco.
Las milicias chavistas que ya tienen 125.000 hombres y mujeres preparados, están listos a superar cualquier contingente de la Fuerzas Armadas.
Su función por el momento es la seguridad en los actos políticos del presidente.
Pero pueden ser convocados para hacer frente a cualquier fuerza que amenace, aunque sea ilegalmente, la permanencia del chavismo en el poder.
En las universidades privadas, unos de los últimos reductos institucionales todavía libres del dominio político de Chávez, ese estilo de gobierno fue bautizado de “miedocracia”.
La mitad de los electores según una investigación de opinión hecha antes de las elecciones, temían las consecuencia por no votar al presidente.
Ese miedo se basa en la convicción de que el gobierno es capaz de manipular las urnas electrónicas para saber cómo votó cada ciudadano.
El secreto electoral ya fue violado en el pasado cuando aliados del presidente elaboraron una lista con el nombre de todos los venezolanos que fueron a favor de la convocación de un referéndum contra Chávez en el 2004.
El gobierno usa esa lista para no permitir a los ciudadanos contrarios la ocupación de cargos públicos y en el otorgamiento de beneficios sociales.
El viejo método del cerco electoral también es utilizado.
El domingo pasado, había presidentes de mesa votando en lugar de electores ausentes o permitiendo que militantes chavistas acompañasen a los ciudadanos a la cabina de votación.
Sería de esperar que la oposición denunciase los fraudes y los desequilibrios en el proceso electoral. Capriles, por eso, no se cansó de pedir durante la campaña que los electores creyeran en la transparencia de las elecciones.
Hay dos motivos para esa postura.
Primero, porque las urnas son el único método disponible para contener la concentración del poder del presidente.
Como no hay independencia de los poderes, los abusos de Chávez y sus correligionarios no pueden ser llevados a la justicia, como ocurre en el Brasil.
Para hacer agradables las urnas y dar fuerza a la oposición en las próximas elecciones regionales, Capriles, precisa de la disposición de sus adeptos para ir a votar.
Segundo, porque la oposición cree que la enfermedad de Chávez no le permitirá concluir el mandato.
Si eso ocurre en los primeros cuatro años la ley prevé la convocatoria de una nueva disputa presidencial.
En ese caso, Capriles estaría bien posicionado para vencer a quien quiera dar continuidad a los desvaríos chavistas.
Si Chávez fuera apartado por motivos de salud en los últimos años de su mandato, quien asume es el vice, Nicolás Maduro.
En junio en función de canciller fue a Asunción del Paraguay, para incitar a m militares a impedir al Congreso votar por la destitución del presidente Fernando Lugo.
El chavismo, con o sin Chávez, no combina con la democracia.
Nota de: Nathalia Watkins – Traducida de la revista Veja de Rio de Janeiro – Brasil –
Edición No 2291 – Año 45 – No 42 – del 17 de octubre de 2012
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