“Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia, la verdadera historia, quién quiera oír que oiga…” Lito Nebbia
Por Gabriela Pousa (*)
Imposible mayor contundencia.
Incluso, las imágenes esta vez superan cualquier análisis.
Las cartas se pusieron sobre la mesa. Truco cantaron envalentonados de un lado (durante casi 10 años), y del otro – más allá de las especulaciones, los quiénes y los cómo – retrucaron.
Cae pues en saco roto, el proyecto reformista kirchnerista.
Y es posible que hasta Cristina sienta que se ha sacado un peso de encima.
Por más que mañana, mil voces oficialistas se esfuercen en ningunear un jueves histórico en la Argentina,
por más que la indiferencia se imponga como es costumbre cuando el pueblo se expresa en disidencia,
por más que ciertos funcionarios continúen exaltando la posibilidad de un tercer periodo de la Presidente,
los argentinos han dado un paso decisivo en su rol ciudadano.
Todo lo demás es anécdota.
Cuanta gente se manifestó en capitales, pueblos o ciudades será motivo de debate, aunque poco importe la estadística frente a la observación directa.
Difícilmente se coincida en una cifra, por eso es inútil detenerse en la aritmética.
La única cuenta válida es la evidencia.
El gobierno debería saber que cuando se torna voluntaria la ceguera, lo que no se quiso ver suele adquirir dimensiones gigantescas.
De todas maneras, lo cuantitativo se rinde frente a lo cualitativo de la protesta.
Es dable decir que no ha habido grandes sorpresas.
El Ejecutivo sabía o sospechaba la magnitud que lograría el bendito 8N, más allá de donde se haya originado la idea.
También sabía y sabe que no hay conspiración destituyente, aunque haya necesitado de ese artificio para intentar menguar fuerzas.
Igualmente, la diatriba del “demonio resucitado” continuará con caza de brujas, enfrentamientos mediáticos y argumentos prefabricados.
Dar marcha atrás les cuesta tanto como admitir la realidad.
Lo importante es que hoy, la reelección indefinida, el vacuo “Cristina eterna” y toda la parafernalia tejida y destejida en torno a ella, es un prisionero de Zenda en esta fiesta.
Posiblemente, es la primera vez desde 1983, que la gente comprende cabalmente de que trata la democracia.
La conciencia del fracaso de la representación está produciendo un giro hacia un sistema más directo, con menos intermediarios, paradójicamente o no, más democrático.
Esto no implica apropiarse roles que no corresponden, ni violar normas, ni desconocer las actuales autoridades.
Se trata de un proceso como el que vivieran años atrás, los americanos al transitar de un régimen democrático madisoniano, a uno de índole jeffersoniano (con mayor participación , digamos)
En sede gubernamental escuchan y observan, aun cuando luego, por obediencia debida, deban mostrarse ignorantes, negando hasta a sus madres.
Obsérvese que tras la movilización del pasado 13 de Septiembre, menguó significativamente el uso de la cadena nacional y la aparición mediática de Cristina.
Alguien tomó nota o se filtró la noticia…
Es factible que archivar la ambición reformista, no sea lo que más cueste aceptar en Balcarce 50.
Aquello que en estas horas está haciendo mella en la Presidente y sus pajes, es la pérdida de un bien que creían propio: la calle.
Por soberbia y necedad, más que por conquista y logro, suponían tenerla bajo dominio absoluto.
La pretendida propiedad no se gana por usufructuar impunemente el mote de “nacional y popular”, por eso les fue “expropiada“.
Esta noche, muy a su pesar, el oficialismo está bebiendo de su propio brebaje.
Hace casi dos meses, pudieron vislumbrar que peligraba el dominio del bastión símbolo del peronismo.
La heredera tiró por la borda el trabajo fino que empezara Néstor Kirchner el mismo día de su asunción, al abrir la Rosada a jeques piqueteros.
Era su táctica para hacerse de la calle como demostración inequívoca de fuerza.
Hubo, sin duda, una primera alianza, un pacto roto ahora por la desfachatez y la mentira sistemática.
Lo cierto es que la escisión que, conscientemente forjaron, no es una división de clases sociales como pretenden hacer creer para identificar un enemigo y justificar su constante belicismo.
No han dividido a los argentinos en clases sociales sino en clases de hombre, algo diferente sustancialmente.
Conforme a los estereotipos que acunara Ortega y Gasset, es admisible situar por un lado a quienes hoy se han manifestado (no interesa siquiera si constituyen mayoría absoluta o minoría relativa).
Son personas comprometidas con los demás, consigo mismas, con la realidad.
En contrapartida, quedan del otro lado los hombres-masa, sometidos a explosiones de fanatismo y violencia como ocurriera durante la segunda presidencia de Perón.
En ese marco, van cediendo la razón frente a una nueva “lealtad partidaria”.
Así,lo que ayer era: “Primero la Patria, luego el movimiento, después los hombres”, hoy se traduce: “Primero Cristina, luego la dignidad, por último la Argentina”.
Nunca tan vigente aquella nota trasnochada, después de observar el despertar de la sociedad y sentir que: Hay vida en Argentina.
La discusión acerca de la espontaneidad de la marcha es fútil por demás.
Ha habido convocatoria a través de Internet y redes sociales.
El 8N nació, seguramente, como nacen tantísimos actos oficiales: previa invitación.
Lo que cuenta, en definitiva, es el éxito o no, que se mide en la respuesta.
Y es inexpugnable la espontaneidad de esta.
No hay imágenes de micros, ni hay Vatayón Militante.
No estamos bajo una tiranía, pero estamos en manos de una tirana que, de no frenársela, nos llevará directamente hacia aquella.
Y frenar no es sinónimo de destituir, hoy los eufemismos no enturbian el sentido de lo que el pueblo quiso decir.
La democracia está aletargada, como lo estuvo también en la Atenas socrática, cuando comenzaron con la vida cómoda y fácil, olvidaron las reglas, denostaron a los maestros y se mofaron de la ley.
Los sofistas irrumpieron ensalzando el pragmatismo.
Del relato de atril, nada muy distinto.
Cuando el Tribunal condena a Sócrates, cuyo inconformismo lo impulsó a enseñar a discernir y pensar, no faltó la irrupción de Critón, su discípulo, para proponerle un plan de fuga garantizado a través del soborno a jueces, de cohecho y venalidad.
Si Sócrates hubiera aceptado esas condiciones, habría auto-aniquilado su libertad, la mayéutica y la verdad.
La decisión de morir tal como vivió fue la resurrección de la democracia ateniense.
Del mismo modo, puede afirmarse que la actitud de los argentinos frente al 8N marcará el destino del sistema que regirá cuando el 2015 ponga fin al kirchnerismo.
¿Qué queremos decir con esto?
Simplemente que es el mismo ciudadano quién debe defender la Patria y la democracia real porque no hay otro sistema mejor en la actualidad.
Llevó tiempo comprenderlo y más todavía puede llevar internalizarlo.
De ahora en adelante, la lucha será por no olvidarlo…
La gente demostró pacíficamente, saber que una cosa son los derechos fundamentales de todos, y otra los proyectos y afanes políticos de algunos.
Lo esencial es mantener presente que no hay espacio para una imposición tiránica de ideas por parte de los dirigentes, si cada uno de los ciudadanos así no lo quieren.
En lo que respecta a las respuestas que puedan emanar desde la Presidencia, conviene no entusiasmarse.
La naturaleza es inviolable, y el kirchnerismo ha dado pruebas de sobra de ser el escorpión al que la rana se confió vanamente.
El actual gobierno no atiende cuestiones relacionadas al bienestar general, ni sabe de políticas concretas para solucionar las demandas de la gente.
Esta misma tarde, la jefe de Estado sostuvo: “cuando él sentía que no estaba fuerte, más erguía la cabeza. Eso me trasmitió a mí: no aflojar jamás, ni en los peores momentos. No voy a cambiar”.
Y posiblemente sea la primera vez que no miente.
No se trata de que nadie renuncie a sus ideas ni se inmole si ha hecho lo correcto.
Basta con pasar un algodón crítico a las formas de reclamar de la gente, y a la manera de hacer política y gobernar de la dirigencia.
Si de alguno de los dos lados sale manchado, no se está en buena senda.
La blancura del algodón que pasó sobre el 8N es inobjetable.
Del otro lado, sin embargo, hay sangre…
Por último, es en vano pretender identificar a los manifestantes con etiquetas ininteligibles en esta época.
De lo contrario, tendrán que aceptar que sufren de la hemiplejia moral a la que aludiera Ortega.
Es esquizofrénica la división entre pobres y ricos, entre abundancia y carencia.
Falta decir sino, que es la derecha quien propone revoluciones, mientras la izquierda propone tiranías.
Y a hacerse cargo de las consecuencias y la autoría.
La legitimidad de la movilización la dará la historia, no Aníbal Fernández ni Carta Abierta.
El olmo no da peras…
Ha sido un triunfo del “Todos y Todas” de Cristina.
Debería estar satisfecha..
Cuánto se ha soportado en diez años, se lo ha dicho sin violencia.
Pero es un primer paso, no es todo el camino andado.
Y hay que seguir transitándolo…
(*) Lic. GABRIELA R. POUSA - Licenciada en Comunicación Social (Universidad del Salvador), Master en Economía y Ciencia Política (Eseade), es autora del libro “La Opinión Pública: un Nuevo factor de Poder”. Se desempeña como analista de coyuntura independiente, no pertenece a ningún partido ni milita en movimiento político alguno. Crónica y Análisis publica esta nota por gentileza de su autora y de "Perspectivas Políticas". Queda prohibida su reproducción sin mención de la fuente.
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