José
Luis Milia
El
Coronel Cayetano Fiorini y el Juez Arturo Liendo Roca tenían 92 y 80 años
respectivamente.
Fiorini
estaba ciego, su sordera era aguda y pese a haber sido trasplantado, sus
funciones renales se hallaban comprometidas.
El
juez Liendo Roca padecía una severa cardiopatía.
Ambos
eran las víctimas propiciatorias en uno de los tantos circos judiciales que se
vienen montando en la República con el cuento de la “lesa humanidad” desde el
momento en que el matrimonio Kirchner transó con la izquierda internacional para
que, a cambio de los fueros que esta otorga para cometer cualquier tropelía,
apriete o robo, el estado argentino
montase una maquinaria de venganza a partir de la cual se pudiera asesinar
“legalmente” a aquellos que habían osado derrotar militarmente a sus
formaciones especiales.
La
manera de ejecutar a los presos políticos- aún
hoy en la luminosa era de “cambio y transparencia”- no ha cambiado
nada con respecto a lo que sucedía en pleno kirchnerato.
Al
igual que en la década robada los jueces de ejecución les niegan la prisión
domiciliaria, a la que tienen derecho
por edad o enfermedad, oficialmente acompañados por la amenaza del
secretario de derechos humanos que cualquier prisión domiciliaria será revisada
por el gobierno y se les niegan, también
hoy, los tratamientos específicos que sus enfermedades requieren, solo
falta que si un accidente pone a alguno de ellos a la muerte- como fue el caso
del General Videla- suceda que los jueces de ejecución miren para otro lado,
con el beneplácito del gobierno, y dejen que la agonía y el dolor duren lo que
tengan que durar hasta que llegue la muerte.
El
Coronel Fiorini y el Juez Liendo Roca murieron ayer mientras eran juzgados.
De
nada sirvieron los pedidos de sus defensores, ni los certificados médicos
presentados por defensores y familiares.
Los
jueces intervinientes decidieron sumar a su cometido de prevaricadores
seriales, el perverso conchabo de verdugos y aprovecharon las tensiones y
angustias que todo juicio conlleva para matarlos.
Porque
a diferencia de otros juicios, quienes juzgaban a Fiorini y a Liendo Roca no
eran como en otros casos, simples mangantes que veían en la condena ya acordada
que debían imponer- más allá de toda justicia- un recurso de mejora pecuniaria
o la fama “jurídica” conseguida a costa de la libertad y la vida de quienes
fueron llamados a combatir por la libertad de la República.
En
este caso, para mayor vergüenza de la “justicia”, quienes los juzgaban fueron
parte, en el momento de los hechos que pretendían juzgar, de las bandas que asaltaron
a sangre y fuego a la república y que los hoy procesados vencieron.
Hasta
ayer a mediodía Mauricio Macri y sus compinches, Avruj y Garavano, cargaban en
su conciencia el asesinato de treinta y seis presos políticos...
Hoy han sumado
dos más y han mejorado, para mayor alegría de Carlotto, Bonafini y secuaces
varios, la velocidad con que estos eran eliminados durante el kirchnerismo.
Ya
no se podrá jactar Cristina Kirchner de que durante su reinado se eliminaba un
preso político cada nueve días.
Hoy se ha conseguido “mejorar” esa marca y se
elimina, desde el 10 de diciembre de 2015,
un preso político cada 7,5 días.
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