Por
el Moscardón Republicano.
Como
por casualidad, en medio de una conversación, una docente dijo que “en lo que
va del año ya se llevan perdidas OCHO semanas de clases y cinco de ellas por
las medidas de fuerza de los auxiliares de servicio”.
Me
pregunto: ¿quién tiene responsabilidad en ello? ¡hasta cuándo vamos a seguir
así?
No
puede imaginar, señor lector, el disgusto que esa información me causó.
En
efecto, nos hacen el cuento de que este año vamos a tener como mínimo 180 días
de clases.
Y
estamos hablando del mínimo, como si llegar a ese guarismo fuera una hazaña.
Recordemos
que Sarmiento nos enseñó que había que educar al soberano y eso se propuso y
con el tiempo se logró. Entonces, la Argentina fue potencia mundial.
Durante
el siglo pasado, nuestros gobernantes, sean del signo que fueren, sean
constitucionales o de facto, se propusieron lo contrario, exactamente lo
contrario, pues, a un pueblo educado no se lo puede llevar de las narices, un
pueblo culto no puede ser engañado como se nos ha engañado durante los últimos
cincuenta años.
La
incultura, la deseducación de nuestro pueblo no ha sucedido por casualidad.
El embrutecernos
les garantiza a los gobernantes de turno su continuidad en el poder, con todas
las prebendas que ello implica.
En
un pueblo educado no prende el clientelismo, el descarado clientelismo que
vemos hoy por todas partes.
Sí,
hay clientelismo desde el más ignoto municipio hasta la Nación toda.
Antes
dije que el poder garantiza prebendas:
Por
eso todos lo quieren y se quieren quedar en él todo el tiempo posible.
Para
que ello sea posible es necesario establecer una relación entre el gobernante y
los gobernados en la que estos últimos necesiten de aquél
¿qué
más fácil que hacerlo a partir de la ignorancia del pueblo?
En
efecto, un pueblo culto y educado no permitirá que se establezca esa relación,
no admitirá el paternalismo del gobernante, en definitiva se rebelará contra el
orden predeterminado por los “señores feudales” que se apropian de nuestro
municipio, de nuestras provincias y, ahora, de nuestro país.
Queda
claro que la acción sistemática de envilecimiento de la educación si bien puede
no ser una trama previa, sí lo es como consecuencia de la necesidad de los
gobernantes de que el pueblo no piense.
Al
pueblo, pan y circo: hoy todos comen, o la mayoría.
Algunos
porque se lo ganan con su trabajo, pero muchísimos que comen porque el gobierno
nacional, provincial o municipal le da gratuitamente el alimento para sí y para
su familia.
Se
dice que la situación económica del país, su crecimiento, etc., etc., es lo que
acalla cualquier reclamo.
Al
pan, hay que agregarle el circo.
Hoy
día el circo lo constituyen los deportes:
Fútbol
para Todos, Basquet para Todos, Volley para Todos, Tenis para Todos, Rugby para
Todos.
También
es circo el Bailando, el Cantando, etc., etc.
Desde
otro ángulo, el problema de la educación pasa porque nadie se anima –salvo
alguna rara excepción- a poner las cosas en su debido lugar.
Nadie
se anima a preguntarse qué es más importante:
El
derecho de huelga del trabajador o el derecho de los niños y adolescentes a
acceder a la educación, el derecho a
aprender.
Este
es el meollo de la cuestión.
Cuando
comprendamos que por sobre el derecho de los niños y adolescentes a acceder
diariamente a la educación, a aprender, no existe otro derecho, ese día se abra
iniciado el fin del problema educativo de nuestra República.
Un
Juez de la Provincia de San Juan ante una acción de amparo encarada por padres
que estaban hartos de la huelga de los maestros, hizo lugar a la misma mandó a
los docentes a dar clases, indicándoles que debían recurrir a otro medio para
hacer efectivos sus reclamos.
Acá,
en nuestra Provincia cuando padecemos huelgas sistemáticas de los docentes o de
los auxiliares de servicios y así se perjudican únicamente nuestros niños y
adolescentes.
¿Existirá
algún Juez que tenga el valor y la hombría suficiente para enviar a los
decentes a enseñar y a los auxiliares de servicio a cumplir sus tareas en pos
de una educación efectiva?
¿Existirá
alguien que se preocupe, como Sarmiento, de educar al soberano.
Estimado
lector, comprométase, quéjese, haga oír su voz, para que de una vez por todas
dejemos de asombrarnos por lo poco que se enseña a nuestros hijos.
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