Juan
Molina tenía 17 años.
Vivía
en El Tropezón, un barrio obrero del Oeste del Conurbano, un puñado de cuadras
más allá de la General Paz.
Trabajaba
en una fábrica de aguas gaseosas y ese día, el 17 de octubre de 1945, hizo paro
con sus compañeros.
Tomó
el tren en Caseros, se bajó en Palermo y enfiló caminando hacia Plaza de Mayo.
Como
los otros, cantaba “la Patria sin Perón es un barco sin timón” o “los que sean
de Perón que se sumen al montón”.
Perón
estaba preso en Martín García.
Juan
tenía una pierna un poco más corta y usaba plantillas y zapatos especiales,
parecidos a borceguíes.
Cuando
llegó a la Plaza con los pies doloridos e hinchados puso las patas en la
fuente.
Lo
acompañaron otros.
En
primer plano, casi de espaldas y con saco, es principal protagonista de una de
las fotos más simbólicas del peronismo.
Y
de una fecha que el peronismo ha consagrado como el Día de la Lealtad.
Los
que ese 17 de Octubre llenaron la Plaza eran trabajadores y no impostores.
Muchos
llegaban apiñados en camiones.
De tan lejos o más lejos de donde había venido
Juan.
Acariciaban
una esperanza.
Perón
apareció tarde en los balcones.
Y
entonces la historia argentina pegó un viraje para siempre.
No
tenían autos ni mucho menos algo parecido a una Harley Davidson.
Nada
que ni remotamente pueda asemejarse a lo que tiene y es Boudou.
Y
a lo que hizo ayer Boudou.
La
única y la peor coincidencia fueron las patas en la fuente.
Profanó
al peronismo en la Plaza de Mayo.
A
los trabajadores que de a pie pusieron las patas en la fuente para bautizarse
en una nueva historia.
Boudou
hizo esta simulación en la marcha de las CTA y de esa foto lo que se va a
recordar es la farsa.
Vive
en Puerto Madero, le gusta la farándula y pasó de militar en la UCeDé de
Alsogaray a servir y a servirse del kirchnerismo.
Nadie
puede convertirse en otro sin dejar de ser lo que es.
Ayer compartió la farsa con otros marginales de la política como Luis D’Elía y Fernando Esteche, socios en el partido neokirchnerista Miles.
Ayer compartió la farsa con otros marginales de la política como Luis D’Elía y Fernando Esteche, socios en el partido neokirchnerista Miles.
Que
de miles sólo tiene el nombre.
Boudou
es el primer vicepresidente procesado por corrupción.
Está
cercado por causas judiciales.
Desde
la más emblemática de Ciccone de la que se apropió con el fondo buitre The Old
Fund hasta la no menos escandalosa de Formosa, un contrato obsceno imposible de
explicar.
Es
una foto de la corrupción kirchnerista.
Y
también la foto de un busca que llegó a falsificar los papeles de un auto para
no pagarle la mitad a su ex mujer y a declarar domicilio en un médano.
De tan
impresentable que es los organizadores lo bajaron del palco cuando empezó a
robarle a los oradores el protagonismo.
Sólo
la decadencia o cierto grado de desvarío pueden explicar que Boudou apareciera
con el brazo izquierdo en alto y el puño cerrado mimetizándose militante de la
izquierda dura.
Puro
teatro para la platea.
Está
perdido.
Y
más perdido todavía si encima cree que meter las patas en la fuente le da carné
de identidad peronista.
Pobre
Molina.
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