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Caricatura de Alfredo Sabat

sábado, 5 de noviembre de 2016

Boudou no tiene las patas de Juan Molina

Por  Ricardo Roa 

Juan Molina tenía 17 años.
Vivía en El Tropezón, un barrio obrero del Oeste del Conurbano, un puñado de cuadras más allá de la General Paz.
Trabajaba en una fábrica de aguas gaseosas y ese día, el 17 de octubre de 1945, hizo paro con sus compañeros.
Tomó el tren en Caseros, se bajó en Palermo y enfiló caminando hacia Plaza de Mayo.
Como los otros, cantaba “la Patria sin Perón es un barco sin timón” o “los que sean de Perón que se sumen al montón”.
Perón estaba preso en Martín García.
Juan tenía una pierna un poco más corta y usaba plantillas y zapatos especiales, parecidos a borceguíes.
Cuando llegó a la Plaza con los pies doloridos e hinchados puso las patas en la fuente.
Lo acompañaron otros.
En primer plano, casi de espaldas y con saco, es principal protagonista de una de las fotos más simbólicas del peronismo.
Y de una fecha que el peronismo ha consagrado como el Día de la Lealtad.
Los que ese 17 de Octubre llenaron la Plaza eran trabajadores y no impostores.
Muchos llegaban apiñados en camiones. 
De tan lejos o más lejos de donde había venido Juan.
Acariciaban una esperanza.
Perón apareció tarde en los balcones.
Y entonces la historia argentina pegó un viraje para siempre.

No tenían autos ni mucho menos algo parecido a una Harley Davidson.
Nada que ni remotamente pueda asemejarse a lo que tiene y es Boudou.
Y a lo que hizo ayer Boudou.
La única y la peor coincidencia fueron las patas en la fuente.
Boudou profanó la fuente.
Profanó al peronismo en la Plaza de Mayo.
A los trabajadores que de a pie pusieron las patas en la fuente para bautizarse en una nueva historia.

Boudou hizo esta simulación en la marcha de las CTA y de esa foto lo que se va a recordar es la farsa.
Vive en Puerto Madero, le gusta la farándula y pasó de militar en la UCeDé de Alsogaray a servir y a servirse del kirchnerismo.
Nadie puede convertirse en otro sin dejar de ser lo que es.
Ayer compartió la farsa con otros marginales de la política como Luis D’Elía y Fernando Esteche, socios en el partido neokirchnerista Miles.
Que de miles sólo tiene el nombre.

Boudou es el primer vicepresidente procesado por corrupción.
Está cercado por causas judiciales.
Desde la más emblemática de Ciccone de la que se apropió con el fondo buitre The Old Fund hasta la no menos escandalosa de Formosa, un contrato obsceno imposible de explicar.
Es una foto de la corrupción kirchnerista.
Y también la foto de un busca que llegó a falsificar los papeles de un auto para no pagarle la mitad a su ex mujer y a declarar domicilio en un médano.
De tan impresentable que es los organizadores lo bajaron del palco cuando empezó a robarle a los oradores el protagonismo.
Sólo la decadencia o cierto grado de desvarío pueden explicar que Boudou apareciera con el brazo izquierdo en alto y el puño cerrado mimetizándose militante de la izquierda dura.
Puro teatro para la platea.
Está perdido.
Y más perdido todavía si encima cree que meter las patas en la fuente le da carné de identidad peronista.

Pobre Molina.

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