Escribe
Susana Merlo
Mientras
desde distintos sectores (aún simpatizantes) alertan sobre la caída de la
actividad económica y, por ende, de la recaudación, en el frente oficial ni se
atisba el más mínimo movimiento para cambiar la preocupante ecuación. Al
contrario.
Se
sabe que más Estado equivale a más gasto público y esto, indefectiblemente,
representa mayor carga fiscal.
De
Perogrullo.
Obvio
que la “herencia” recibida fue dramática.
Exceso
de empleados, burocracia, ineficiencia pública, etc., pero a un año del triunfo
de la Administración Macri, después de la media docena de medidas adoptadas en
diciembre pasado para que se reiniciaran las exportaciones (recorte de
retenciones, remoción de trabas cuantitativas, y devaluación parcial, entre las
principales) no se registró ningún
cambio, ni novedad en esta estratégica materia.
El
gasto público sigue en alza, mientras la actividad privada cae, aunque deba
seguir sosteniendo el elefantiásico gasto público.
Difícil.
Los
ejemplos abundan, desde la inédita cantidad de ministerios (holgadamente por
fuera de la Ley), hasta el mantenimiento de burocráticas dotaciones o, peor
aún, innecesarias ampliaciones que dejan en claro la
incomunicación/desconfianza entre los funcionarios de las distintas áreas.
¿Equipo?…
En
el caso del campo, tal vez uno de los pocos sectores relativamente competitivo
que va quedando, la participación del Estado en la renta agrícola impuesta por
un ineficiente e improductivo sector público, sigue superando el 65%, de acuerdo al Índice FADA, la sólida Fundación
Agropecuaria cordobesa.
En el caso de la
soja, el porcentaje asciende a más de 70%.
¿Se
puede esperar entonces que en semejantes condiciones, y con un mercado
internacional debilitado por la abultadísima cosecha estadounidense, haya en la
Argentina un crecimiento récord?…
Pues
no y, a pesar de las declaraciones voluntaristas previas, la realidad va
mostrando que los crecimientos son muy acotados, como el caso del trigo que del 25%-30% pronosticado, ahora apenas
alcanza 12%-15%,
eso
sí, con mucho mejor calidad porque se utilizó más fertilizante.
El
girasol va a crecer, pero acotado por la falta de semilla, algo que también le
puede ocurrir a la soja por la falta de calidad de la última campaña.
Tampoco
el maíz tendrá el incremento de área del que se hablaba, y con suerte (y clima
mediante) se podrá esperar un 20%-25% de incremento, a algo más de 4,3-4,5
millones de hectáreas para grano.
Todo alejadísimo
de los 6-7 millones de hectáreas en que insistió la Administración Kirchner (y
que nunca hubo), y que la actual gestión sigue manteniendo, tampoco se sabe
porque razón.
Es
que los números no dan en el caso de muchos campos arrendados, y apenas cierran
para establecimiento propio y en zona núcleo.
El
costo de los fletes sigue manteniendo a muchas regiones absolutamente afuera
del mapa productivo, y hasta los puertos acaban de hacer una licitación propia
de “servicios”, en un intento de abaratar costos para intentar achicar gastos
tan extraordinarios que hacen que sea más caro transportar dentro de Argentina
que el flete de ultramar. Nada extraordinario si se considera que, por ejemplo,
hay cerca de una docena de gremios “operando sobre el río” (razón que más que
justifica que las barcazas, actualmente, sean todas paraguayas), o que la pesca
se vuelva no competitiva porque cuando aparecen los cardúmenes distintos
sindicatos paran el trabajo.
Ahora,
mientras todo esto sucede, resulta que
la plantilla pública de empleados no solo no se achicó,
sino
que aumentó (aunque parece que, mientras, pocos se preocupan por gestionar).
La propia
cartera Agroindustrial reconoció que tiene 25.000 agentes (¡¡), alrededor de
6.000 de los cuales están en la sede de Paseo Colón, lugar donde a fines de los
´90 la planta rondaba los 900 empleados.
Mientras
históricamente hubo 3 Secretarías, en diciembre pasado se las aumentó a 5 (?),
una de las cuales fue desactivada recientemente, la de Agricultura Familiar,
por supuesta falta de presupuesto.
Sin
embargo, tras cartón, se recreó la controvertida ONCCA (de larga fama con Ricardo
Echegaray), con rango de subsecretaría, para “controlar” el comercio
agropecuario, a pesar de que hay una Secretaria de Comercio y la AFIP,
supuestamente encargadas de tales gestiones, ajenas a la múltiple actividad del
ministerio agropecuario.
En total, más de
25 subsecretarías, aunque los funcionarios con ese rango suman alrededor de 30.
Semejante
batallón no alcanzó, sin embargo, para que en 11 meses de gestión se propusiera
un proyecto de Ley de Semillas potable (que tranquilice a los inversores
externos),
se
presente un proyecto de Ley que “elimine” las retenciones para que semejante impuesto
regresivo no quede al arbitrio del funcionario de turno (como acaba de
ocurrir),
o
se plantee un principio de plan estructural para la lechería, jaqueada desde
hace más de 10 años, entre otros muchos pendientes.
Se podrían
enumerar cantidad de cosas más, pero el punto es que mientras el Estado siga
trasladando su propia ineficacia al sector privado, va a ser imposible lograr
un crecimiento genuino de la actividad económica, entre otras cosas, porque en
estas condiciones las inversiones siguen siendo las mínimas, en el caso de los
capitales internos, y prácticamente nulas para las externas.
No se puede
pedir “eficiencia” privada si no hay “eficiencia” pública.
Ni
el otrora competitivo sector agropecuario es capaz de seguir soportando esa
carga…
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