Las
brujas de la Edad Media: Mujeres
con conocimientos
Sabían
de anatomía, botánica, sexualidad, amor y reproducción, por lo que fueron
mandadas a la hoguera, dice la filósofa de la UNAM.
Sus
recetas para curar fueron interpretadas como poder del Diablo.
El
modelo muy masculino, que se consolidaba para entonces, las hizo ver como
amenaza.
Las
brujas no eran personas malas y feas, como las ha descrito la literatura
universal, sino mujeres generadoras de un conocimiento específico.
En
el medievo, cuando predominaba un modelo social masculino, el saber de las
brujas fue considerado amenazante, por lo que fue perseguido y destruido junto
con ellas en las hogueras.
En
el libro El retorno de las brujas, la filósofa Norma Blázquez Graf, de la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), especialista en ciencia y
género, explica que, aunque la población femenina no tuvo acceso a la educación
superior hasta el periodo transitorio del siglo XIX al XX, siempre ha generado
conocimiento.
Pone
de ejemplo el saber de las brujas en la Europa de los siglos XIV al XVII y lo
aterriza en un mundo contemporáneo, en el que la progresiva incorporación de
las mujeres a la ciencia ha modificado las estructuras de las instituciones y
el proceso creativo del conocimiento.
En
entrevista con La Jornada, la especialista aborda el contenido de su libro y
subraya la contribución de la mirada crítica e innovadora de las mujeres al
quehacer científico.
Parteras,
alquimistas…
–¿Quiénes eran
las brujas?
–Eran
parteras, alquimistas, perfumistas, nodrizas o cocineras que tenían
conocimiento en campos como la anatomía, la botánica, la sexualidad, el amor o
la reproducción, y que prestaban un importante servicio a la comunidad.
Conocían mucho de plantas, animales y minerales, y creaban recetas para curar,
lo cual fue interpretado por los grupos dominantes del medievo como un poder
del Diablo.
–¿Por ese motivo
fueron perseguidas y condenadas a muerte?
–Sí,
pero además porque las elites eclesiásticas, políticas y económicas, que se
consolidaban en aquellos tiempos, comenzaron a desarrollar un modelo social muy
masculino y consideraban que el saber que las mujeres tenían, especialmente en
sexualidad y reproducción, representaba una amenaza. Las brujas comenzaron a
almacenar conocimiento muy importante sobre el control de la reproducción y
sabían preparar diversos abortivos. Este conocimiento implicaba la posibilidad
de ejercer una sexualidad más libre, lo cual ponía en riesgo la hegemonía
masculina y, por ello, los hombres expropiaron su conocimiento y las aniquilaron
en las hogueras. Asimismo, la mayoría de estas mujeres vivían solas, en casas
en el bosque, independientes, generaban sus propios ingresos y esto provocaba
mucha desconfianza.
–¿Es cierto que
eran viejas y feas?
–Eso
es parte del mito y de los prejuicios de aquel entonces. Había brujas
bellísimas y, por otro lado, en esa época una mujer de 40 o 50 años ya era
considerada vieja. Por lo tanto, esos estereotipos responden más a que eran
transgresoras y no a que realmente fueran viejas y feas.
–¿Resultaría muy
aventurado afirmar que las brujas fueron las primeras mujeres científicas?
–Sí,
porque las mujeres han generado conocimiento desde hace mucho tiempo y porque,
además, no se puede considerar científico un conocimiento hasta la
institucionalización de la ciencia en el siglo XIX, cuando ya se empezó a
enseñar en las universidades. Sin embargo, en ese momento las mujeres no tenían
permitido estudiar en las universidades y continuaban con la tradición de
ilustrarse en los conventos, en los salones de té o en sus hogares, con el
padre o el esposo. Luego, de manera gradual, la mujer se fue incorporando a la
educación media y superior en áreas como enseñanza, enfermería o farmacéutica.
Hasta llegar a la década de los 90 del siglo pasado, en que 50 por ciento de los
universitarios ya eran mujeres.
Reacomodo
en el siglo XXI
–¿En qué cambia
la ciencia con la incorporación de las mujeres?
–Primero cambia
en número; hoy 30 por ciento de los estudiantes de ciencias son mujeres. Por
eso el “retorno de las brujas”, pues todas esas mujeres que aniquilaron en la
Edad Media, que conocían del aborto, de la fertilidad o de la sexualidad, se
reacomodaron en el siglo XXI y hoy ocupan espacios importantes, sobre todo en
las ciencias naturales y en la salud. Segundo, cambian los espacios
institucionales porque antes en las universidades no había ni baños para
mujeres: ahora hay presupuestos y becas para proyectos de ellas; los límites de
edad para becas se han tenido que extender al tener en cuenta al ciclo
reproductivo de la mujer, y se han tenido que abrir guarderías.
“Tercero,
las mujeres se hicieron nuevas preguntas y rompieron con el parámetro científico
masculino, en el que todo aquello que no se adaptara a dicho modelo era carente
o inferior. Por ello, durante mucho tiempo se pensó que las mujeres no tenían
interés por la ciencia que eran menos inteligentes o que no tenían capacidad
para razonar. Con su integración a la ciencia, se ha debido tomar en cuenta la
otra parte de la humanidad, lo que significó una modificaron en los puntos de
partida, las metodologías, la interpretación de los resultados y las teorías
para la comprensión de la realidad.
Perpectiva de
género crítica
–En su libro,
desde una perspectiva de género crítica, afirma que el conocimiento científico
no es siempre objetivo, neutro y universal. ¿A qué obedece tal aseveración?
–Quien
genera el conocimiento es una persona que tiene estereotipos y prejuicios y,
por lo tanto, sus preguntas e interpretaciones científicas dependen de su
género, así como de su contexto social, histórico, cultural y político.
–¿Qué lugar
ocupa la intuición femenina en la generación de conocimiento de las mujeres?
–Para
el conocimiento científico eso no cuenta, pero las epistemólogas feministas
dicen que hay que incorporar la intuición porque sí cuenta, sobre todo en las
ciencias sociales, en las que el objeto de estudio no son cuestiones
materiales, sino personas.
Mariana
Norandi
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