Joaquín
Morales Solá
LA
NACION
Cuando la
historia se aleje suficientemente, se sabrá que Cristina Kirchner fue el mejor
instrumento que hubo para dinamitar el peronismo.
Camina
segura ahora hacia una declaración indagatoria (es la antesala del
procesamiento) por la denuncia de Alberto Nisman sobre el memorándum con Irán,
pero, no obstante, decidió estirar,
hasta una eventual ruptura, los límites legales y políticos para evitar las
elecciones primarias en el peronismo bonaerense.
Su
pasado revaloriza el voto ético y, al mismo tiempo, ella arrincona sin piedad a
los peronistas disidentes.
Gobernadores,
senadores y dirigentes sindicales importantes (el núcleo duro del peronismo)
terminaron al lado de Florencio Randazzo, un político de perfil bajo, bajísimo,
que cometió la herejía de haberle dicho que no a Cristina.
La ex presidenta
tiene más futuro en los tribunales que en la política.
La
denuncia que hizo Nisman pocos días antes de morir la acusó a ella, entre
otros, de complicidad para encubrir a los autores intelectuales y financieros
del criminal atentado a la AMIA, que son varios ex funcionarios del gobierno de
Irán.
Dos
años y medio después, y tras ser desestimada varias veces, esa denuncia cayó en
manos del juez Claudio Bonadio.
El magistrado no
tuvo tiempo de empezar a trabajar cuando la ex presidenta lo recusó, que es lo
que hace siempre.
Antes,
estuvo brevemente en poder del juez Ariel Lijo, a quien Nisman le dejó sus
explosivas acusaciones.
Sin
embargo, funcionarios judiciales con acceso a la causa aseguraron que la
citación a indagatoria se producirá irremediablemente y que podría suceder en
el mes de julio, antes o después de la feria judicial.
La indagatoria
se convirtió ya en el paso previo de un procesamiento inevitable.
Es
la causa que más interpela moralmente a Cristina.
De hecho,
Bonadio tenía (tiene) una causa abierta contra Cristina por "traición a la
patria" por los mismos motivos, hecha por familiares de las víctimas del
atentado.
Por
eso, la denuncia de Nisman terminó en su despacho.
El
juez deberá ahora unir ambos expedientes, aunque ya hay muchas pruebas
acumuladas por Bonadio en la causa por "traición a la patria"; por
Lijo en los días en que tuvo la denuncia de Nisman, y por el fiscal Gerardo
Pollicita, un funcionario incuestionable que imputó a Cristina por la acusación
de Nisman un mes después de que éste fue encontrado misteriosamente sin vida.
Amigo personal
de Nisman, Pollicita se hizo cargo en el acto de la denuncia del fiscal muerto.
Fundación
Leer
El
caso Nisman la persigue también desde otro costado: la propia muerte del
fiscal.
La
pericia de la Gendarmería determinó que el fiscal no se suicidó en el verano de
2015, sino que lo mataron.
Es
la hipótesis que avalaron siempre sus colegas, los fiscales, y todos los que lo
conocieron en vida a Nisman.
Esa pericia debe
precisar ahora a qué hora de qué día murió.
Los
peritos de la familia señalaron que murió en la noche del sábado 17 de enero;
los
peritos oficiales aseguraron que Nisman tropezó con el final de su vida en la
tarde del domingo 18.
Si
se estableciera que murió el sábado, la situación de Diego Lagomarsino quedaría
extremadamente comprometida.
No
sólo es el dueño del arma que mató al fiscal; sería también la persona que lo
vio instantes antes de morir.
Las
preguntas que se harían jueces y fiscales serían elementales:
¿fue
él?, ¿en ese caso, quién lo mandó?
Ese
es el contexto que hay, le guste o no a Cristina.
En
lugar de someterse quietamente a las primarias del peronismo, prefirió
convertirlo a Randazzo en un héroe del anti cristinismo. Se puede hacer una
descripción psicológica (o psiquiátrica) de la ex presidenta, pero es mejor
analizarla con el vademécum de la política.
Ha
perdido los reflejos políticos.
Y
los perdió hace mucho tiempo.
La silenciosa
aceptación de una interna con Randazzo le habría dado un triunfo arrollador sobre
su ex ministro.
Eligió
perseguirlo y proscribirlo a Randazzo con la misma torpeza política con que
seleccionó a Carlos Zannini como candidato a vicepresidente de Daniel Scioli y
a Aníbal Fernández como candidato a gobernador bonaerense.
Así
le fue.
El
pretexto de la unidad del peronismo es sólo eso: un pretexto.
Una
elección interna no pone en duda la unidad de un partido en ningún lugar del
mundo.
El
cristinismo ha roto con el peronismo en casi todos los distritos.
En
Córdoba, en Capital, en Santa Fe y en Mendoza.
Acaba
de hacerlo en Corrientes, en Chaco y en La Rioja.
La
unidad sólo es necesaria en la provincia de Buenos Aires porque ahí está ella.
Sólo
por eso.
La arbitrariedad
llegó al extremo de comparar a Randazzo con Martín Lousteau, a quien Cambiemos
le negó una interna en la Capital.
Hay
una diferencia fundamental:
Randazzo
fue siempre peronista y hasta estuvo al lado de Cristina cuando ésta fue
candidata a senadora bonaerense en 2005. Nunca Lousteau anduvo por las
cercanías de Cambiemos…
En
2015 acompañó la candidatura presidencial de Margarita Stolbizer, no la de
Mauricio Macri.
Aún
ahora sigue estando más cerca de Stolbizer que de Macri.
Pero,
¿qué
lo hace merecedor a Randazzo de semejante odio por parte de Cristina?
Haberle dicho
tres veces que no.
La
primera vez fue en 2009 cuando Cristina, entonces presidenta, le ordenó que
formara parte de las candidaturas testimoniales bonaerenses que acompañaron a
Néstor Kirchner.
Habían
aceptado Scioli y Sergio Massa, pero Randazzo rechazó la idea.
Más
tarde, en 2015, Cristina lo bajó de la candidatura presidencial sin siquiera
avisarle, aunque ella había espoleado esa candidatura de su entonces ministro.
Randazzo
se enteró cuando miraba televisión mientras corría en una cinta.
Al día
siguiente, le llevó a Cristina su renuncia como ministro.
Cristina
estalló en una crisis de llanto.
Se
encerró en la autocompasión; dijo entre lágrimas que era una mujer sola,
abandonada por todos, sin el consuelo de nadie. Randazzo aceptó retirar su renuncia.
Cristina
le pidió que fuera candidato a gobernador bonaerense.
Randazzo
le dijo que no por segunda vez, porque su proyecto era presidencial o no era
nada.
La
tercera vez es la de estos días:
O Randazzo se
somete a una lista con ella o debe quedarse afuera.
Randazzo
le contestó que no, porque quería competir frente a ella, no con ella.
Semejante
sacrilegio no se perdona en el micro mundo donde Cristina es la monarca de un
reino sin territorio ni bandera.
Los
caminos que explora para burlar la ley de primarias abiertas y obligatorias son
groseros.
Una
coalición de partidos pequeños, desde Quebracho (que ya expresó su apoyo a
Cristina) hasta la organización Miles de Luis D'Elía (también imputado por la
denuncia de Nisman) podría dejar afuera al PJ.
Randazzo,
que se presentará en el PJ, se quedaría con el dinero del partido y con la
campaña publicitaria gratuita del Estado.
¿Qué
ganaría Cristina con semejantes compañías y con tantas carencias?
Otra
alternativa es sumarlo al PJ a esa coalición y expulsarlo como candidato a
Randazzo por los votos de partidos insignificantes. Es imposible explicar por
qué Cristina cree que Quebracho, D'Elía, Amado Boudou o Hebe de Bonafini la
ayudan en una elección popular.
O
ella se quedó sin sensibilidad política o nunca la tuvo y fue Néstor Kirchner,
vivo o muerto, el arquitecto de todas las victorias electorales de los
Kirchner.
Casi
todos los gobernadores peronistas (con la excepción de Alicia Kirchner, más una
rehén que una jefa política a estas alturas) se colocaron al lado de Randazzo.
Pasa
lo mismo en el Senado con la excepción de una porción muy minoritaria de
senadores cristinistas.
Al
acto de Randazzo, anteayer, asistieron 43 gremios nacionales, entre los que
estaban algunos tan poderosos como los metalúrgicos, los mecánicos, los bancarios,
los petroleros, la sanidad y luz y fuerza.
La imagen gris y
lejana de Randazzo se iba transformando en la de un semidiós.
La
autora de esa obra de metamorfosis se llama Cristina Kirchner.
¿Pruebas?
Una reciente
encuesta nacional de D'Alessio/Berensztein dio cuenta de que el 55% de los
consultados respondió que sería una decisión desacertada que Cristina se
presente como candidata a senadora.
¿Quién
entonces podría disputarle el terreno en su mismo espacio?, repreguntaron.
El
84% respondió que es Randazzo el que puede hacer eso.
Un
resultado imposible (e inverosímil) hace apenas un mes.
Cristina
guió al peronismo para que éste encontrara al líder anti cristinista que estaba
buscando.
No
se trata sólo de la conveniencia electoral del peronismo nacional, que también
existe, sino de algo más profundo.
Hay en la
versión clásica del justicialismo un desacuerdo de fondo con los postulados
ideológicos de Cristina.
Ese
peronismo ortodoxo está convencido de que es Zannini, desde la muerte de Néstor
Kirchner, quien alimenta el caudal intelectual de Cristina.
El
peronismo, advierten, no puede morir por lo que dice Zannini.
El problema que
tienen es que es Cristina la que quiere cometer ese crimen.
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