”No
tuerzas el derecho; no hagas acepción de personas, ni tomes soborno;
porque
el soborno ciega los ojos de los sabios, y pervierte las palabras de los
justos.
La
justicia, la justicia seguirás, para que vivas y heredes la tierra que Jehová
tu Dios te da”
(Deuteronomio.16.19-20).
Como
sociedad nos hemos hundido en una inmunda y maloliente ciénaga moral de la que
todos, por acción u omisión, somos culpables, claro que en diferente grado.
Resulta
incomparable la responsabilidad que le cabe a quien entrega su documento de
identidad -que permitirá el robo de su voto- a cambio de dádivas para poder
simplemente alimentar a su familia, y la del empresario que paga una coima –que
siempre cargará al precio del contrato- para obtener ventajas indebidas o la
del funcionario que la recibe.
También somos
culpables quienes aceptamos mansamente que todo esto continúe ocurriendo en
nuestro país,
mientras
miramos indiferentes cómo continúan en libertad tantos personajes acusados de
delitos no excarcelables,
comprometidos
por infinidad de pruebas que intentan adulterar, exhiben impúdicamente sus
riquezas mal habidas y se ríen a carcajadas de sus conciudadanos, a muchos de
los cuales han llevado a la pobreza más extrema con sus latrocinios.
La reciente
muerte de Aldo Ducler ha hecho revivir la memoria de los monumentales desfalcos
de los que hemos sido objeto: YPF, los fondos de Santa Cruz, IBM, Siemens,
Skanska, Sueños Compartidos,
trenes, aviones,
gasoductos, centrales nucleares, represas, puentes,
caminos,
viviendas, escuelas, hospitales, hoteles, cloacas, agua potable, Ciccone,
PAMI, IOMA,
ANSES, AFJP’s, indemnizaciones a terroristas, remedios “truchos”,
universidades,
pesca, oro, el
Instituto del Cine, contratos de dólar futuro, Odebrecht. British Petroleum y
miles de etcéteras.
Sólo
la decisión de Néstor Kirchner, explicada hace muchísimos años por tantos
analistas (incluyendo a quien esto escribe) de robarse el 25% de la petrolera fue la causa mayor de nuestros males,
comenzando por la inflación y el gigantesco déficit público.
La
caída en la producción y en la prospección de hidrocarburos obligó a la masiva
importación de gas (otro brutal negociado) y se llevó las pocas reservas del
Banco Central que se habían salvado de la depredación.
Los
ciudadanos hemos permitido calladamente que, desde hace décadas, quienes deben
administrar justicia en nuestro país sean elegidos por favores del poder de
turno, y los jueces los devuelven con el permanente “cajoneo” de las causas que
le resultan sensibles.
Como
verdaderas aves de presa, se han posado en el tejado de Comodoro Py y, desde
allí, husmean el aire pútrido en busca
de nuevas víctimas mientras protegen a los depredadores.
Pero
no se trata sólo del fuero federal; los males afectan también a la Justicia
ordinaria, como lo prueba el avance de la inseguridad cotidiana, sobre todo en
los conurbanos de todo el país. Violadores, asesinos, narcotraficantes campean
a sus anchas y se llevan la vida de hombres, mujeres y niños, en crímenes cada
vez más violentos y salvajes.
Por
delitos infinitamente menos graves que los comprobadamente cometidos por
Cristina, Máximo y Florencia Kirchner, Lázaro Báez y sus hijos, Amado Boudou y
sus testaferros, las hijas del “Bombón” Mercado, Julio de Vido, Cristóbal López
y De Souza, Insfrán, Fellner, Alperovich, Capitanich, Aníbal Fernández, los
Eskenazi, Ferreyra y Electroingeniería, y tantos otros, nuestras cárceles están
repletas de presos; sin embargo, estos figurones, directamente responsables de
la miseria que afecta a más del 30% de los argentinos y de la muerte por
inanición de tantos chicos, disfrutan de una libertad que ya se ha transformado
en un cachetazo en la cara de la sociedad entera.
Por
eso –no por venganza sino por
legítima defensa- debemos convertir el viento, que sin duda ha borneado,
en un fuerte huracán que barra, de una buena vez, con tantos magistrados
indignos de ocupar sus cargos y purifique el fétido olor que emana de nuestros
tribunales.
Cuando
digo que debemos hacerlo en defensa propia, no me refiero sólo a impedir que
estos malandras continúen decidiendo sobre nuestra libertad, nuestra honra y
nuestro patrimonio, sino también a la necesidad que, como país, tenemos de
contar con un Poder Judicial serio, preparado, independiente y rápido.
Porque
está visto que, hasta que ese verdadero milagro se produzca, no podemos esperar
que llegue a nuestras playas el aluvión de inversiones, siempre anunciado y
nunca concretado.
Sin
él, no nos resultará posible convertirnos en un país desarrollado y próspero,
condenándonos a subsistir en esta insignificancia que tantos esfuerzos nos
costó conseguir.
Es cierto que,
desde diciembre de 2015, el gobierno de Cambiemos nos ha reinsertado en la
vidriera global,
y hemos visto por aquí a los máximos líderes mundiales mientras, a la vez,
Mauricio Macri ha visitado a las naciones más importantes.
Se
han firmado centenares de acuerdos bilaterales, pero no se concretarán mientras
los potenciales inversores, sean propios o extraños, no confíen en que, en caso
de conflicto, nuestros jueces fallarán conforme a derecho y no, como sucede
hoy, según sus propios intereses o los de sus mandantes políticos o
empresariales.
Usted
mismo, querido lector, ¿pondría un dólar en un país cuyo Congreso
dicta leyes, y el Poder Judicial las aplica, con efecto retroactivo?
Un
pequeño paréntesis: no puedo imaginar a Mauricio Macri en actos de homenaje a
los asesinos “malos” de Manchester, Londres, Paris, Niza, Nueva York, Orlando,
Bogotá, San Sebastián o Madrid y, por eso, me
parece insólito que el protocolo oficial argentino haya llevado a Angela
Merkel, Barak Obama y François Hollande, entre otros, a visitar el “Parque de
la Memoria-Tuerta” y llorar por los terroristas “buenos”, tan premiados ellos
con cargos y dólares.
Porque
no debemos olvidar, por ejemplo, que una bomba de Montoneros, en el comedor de
una dependencia policial, mató a 23 personas e hirió a más de 60, o que otra,
colocada en un avión por el ERP, asesinó a decenas de gendarmes.
Y
tampoco debemos hacerlo con las más de 17000 víctimas civiles de esos mismos “jóvenes
idealistas”, que nunca fueron siquiera reconocidas por el Estado.
¿A
qué extremos de hipocresía nos llevará el discurso “políticamente correcto”?
Para
regresar a la necesidad de contar con un Poder Judicial como Dios manda,
insisto en que la ciudadanía debe tomar el problema entre sus manos, como lo
hace día a día en Venezuela y Brasil, pese a que esas verdaderas multitudes han
obtenido tan disímiles respuestas. Basta recordar que un Juez federal con
asiento en Curitiba, Estado de Paraná, se ha convertido en la figura pública
más popular entre nuestros vecinos, que están dispuestos a blindarlo frente a
los avances de los poderosos.
No
esperemos que nuestros ¿honorables? legisladores asuman como propia esa tarea
porque, si lo hicieran, muchos de ellos mismos terminarían presos, ya que han
convertido al Congreso en un verdadero aguantadero, como lo demuestra la
desesperada lucha por integrar las listas partidarias en pos de fueros, cuyo
verdadero objetivo también hemos deformado.
La semana pasada
propuse a mis colegas que asumieran la heroica actitud de denunciar a los
jueces y fiscales que incurran en faltas graves en el ejercicio de sus
magistraturas,
aunque aclaré que no tenía demasiada confianza en la aceptación de esa
sugerencia.
También
propuse, y hoy insisto, que todos los ciudadanos, en una concentración tan
masiva como fue la del 1° de abril y replicada en todo el país, manifestáramos
pacíficamente nuestro hartazgo.
No
permitamos más que cuatro o cinco cretinos, hijos de mala madre, hipotequen
nuestro futuro y el de nuestros descendientes. Salgamos a gritar, bien fuerte y
remedando a Gabriel Celaya, “¡A la calle!, que ya es hora de pasearnos a cuerpo
y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo”.
Bs.As.,
10 Jun 17
Enrique
Guillermo Avogadro
No hay comentarios:
Publicar un comentario